Opinión

El interés de ser excepcional

El interés de ser excepcional

El interés de ser excepcional

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El declive de la democracia es un tema de mucha actualidad si bien la preocupación por su avance es añejo. En columnas anteriores nos hemos referido a algunos de sus problemas y contradicciones, como el hecho histórico que desde el propio régimen democrático se hayan engendrado personajes y procesos autoritarios en su seno, y en contra de su naturaleza. Sin ir muy lejos en el tiempo, lo que sucede en varios lugares es para mantener la centralidad de esta preocupación. El caso de Myanmar aunque parece pequeño frente al tamaño del desafío, es emblemático de los embates y retrocesos de este sistema político que lo mismo concita esperanza -para las personas viviendo en regímenes autoritarios- que decepción en países en donde su consolidación es incipiente, o desasogiego en sociedades que se asumían eran paradigmáticas del sistema democrático y, por lo tanto, modelos aspiracionales.

La crisis de su vigencia, si es que el fenómeno pudiera resumirse de esa manera, está estrechamente vinculada con lo que algunos especialistas perciben como una especie de recesión democrática en el mundo. Dichos estudiosos, tomando prestado el concepto económico de recesión, se refieren a este proceso en términos de su estancamiento y asociado al tema de cuántos y qué países pueden ser considerados democráticos para diagnosticar el verdadero estado de salud de la democracia. El tema ha ganado en complejidad, o confusión si se quiere, con la introducción relativamente reciente de la idea del populismo para intentar denominar y clasificar a ciertos personajes -sin claridad analítica- que desde esa perspectiva de bulto lo mismo son tirios que troyanos. Si llamas populista a un mandatario democráticamente electo lo más seguro es que pienses que se trata de un personaje autoritario o algún tipo de aspirante a dictador, lo cual hace tabla rasa de la idea democrática vis a vis el autoritarismo, pero tiende a mantener polarizadas y divididas a las sociedades en la práctica y en la teoría.

Parece evidente que en esta disputa política y conceptual está presente el deficiente comportamiento político, económico y social de las llamadas democracias avanzadas de cara a la confianza renovada y la actitud de seguridad de ciertos países considerados como autoritarios (claramente para los especialistas entran en esta categoría China, Rusia y Turquía, así como las teocracias islamistas y las monarquías árabes). En esa polémica o enfrentamiento de cotejo, yace que los teóricos denominan el debilitamiento geopolítico de las democracias frente al resurgimiento de autoritarismos en el mundo.

En contrapartida, otras interpretaciones sostienen justamente lo contrario bajo el argumento de que, si bien efectivamente puede hablarse de una crisis del sistema democrático en el mundo, no se trata en realidad de un declive. Ello requiere de diferenciar “las democracias realmente existentes” y “las democracias recientemente establecidas” para entender que la creciente brecha entre ambas está en función de la disyuntiva permanente de lo que se promete y lo que se entrega. Desde esta interpretación la democracia sobrevivirá a sus antagonistas, pero solamente a través de cambios. Lo que no queda claro es el tipo de transformaciones que deberán experimentar, pero al parecer eso sería harina de otro costal. (Schimitter, Philippe, “Crisis and Transition, but Not Decline”, Democracy in Decline?, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2015, pp. 39-57)

La discusión también está estrechamente relacionada con aspectos cuantitativos y cualitativos para mayor complejidad. Por un lado, los expertos tratan de establecer con certeza cuántas y cuáles democracias existen. Analistas e instituciones han desarrollado parámetros para recabar a través de diferentes métodos como encuestas y estudios demoscópicos, elementos cuantificables para una clasificacion exhaustiva en la materia que por lo demás no este el espacio para describirlas en profundidad. Más complejo sin duda, es el tema de la legitimidad y la credibilidad que le es atribuida a la democracia por los propios actores políticos y sociales, ya que se trata de aspectos más bien cualitativos. Algunos autores han tratado de reducir esta problemática a la cuestión de la buena o la mala gobernanza, lo cual dicho sea de paso, también es un tema de preocupación para un sistema autoritario.

En este debate se debe presuponer que los países y las sociedades mantendrán como su objetivo prioritario la consecución o el mantenimiento de la democracia. Sería un debate absurdo de otra manera. Para abonar en esta problemática contemporánea, parece necesario tomar en cuenta la incidencia hacia futuro de los efectos de la pandemia de Covid-19 y de su gestión. Para abrir boca anotar que al parecer ya pudimos observar una primera consecuencia en este sentido -todavía no clara del todo- con la elección presidencial estadounidense, en donde el nuevo inquilino de la Casa Blanca logró desplazar a su rival en buena medida por su pésima gestión de la pandemia. En el nivel geopolítico, la intensa actividad internacional de China y Rusia en el suministro de vacunas producidas por ellos mismos frente a la misma intensidad de otros países del denominado mundo occidental en este mismo campo, parece encaminada a ganar adeptos -aunque ninguno cederá sus patentes. Cabría sugerir que esta actividad acabará situándose en la confrontación más amplia de la democracia versus el autoritarismo. Tal vez sea aventurado pero no parece descabellado suponerlo.

Guillermo Puente Ordorica

gpuenteo@hotmail.com