
La muerte del gorila BANTÚ trajo a mi mente una serie de recuerdos alrededor de su milagrosa existencia, sí, milagrosa, ya que su importancia iba más allá de corresponder a una especie en crítico peligro de extinción, al haber sido producto de un macho estéril, determinado así tras dos décadas de estudiarlo en los Estados Unidos de América. Por otro lado, su estirpe lo hacía todavía más interesante, al haberse iniciado con DINGA, así el nombre del padre, un árbol genealógico en América.
De hecho, como a finales de los años 80 México aún no pertenecía a la CITES (The Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora), la especie no podía ser movilizada a nuestro país, así que lograrlo había conllevado el secreto de su esterilidad, sobre la que vine a ser enterada tiempo después de su llegada al Zoológico de Chapultepec, procedente de Memphis, Tennessee, EUA, donde en el zoológico de esa ciudad radicaba el gorila, cuya majestuosidad incluía la mala fama de ser violento con las hembras, trascendiendo incluso que se había cargado a dos, lo que nunca me interesó averiguar a profundidad.
Para recibirlo en el aeropuerto se me permitió la oportunidad de estar en la plataforma a donde llegaría el avión, y fue sólo verlo que salírseme el corazón de la emoción, y entendiéndolo DINGA de esa forma, en cuanto se abrió la compuerta y cruzamos miradas, realizó dentro de su jaula el típico desplante de estos animales, dándose además varios golpes de pecho para informar su grandiosa llegada.
Una vez aquí, y entendiendo su necesidad de vivir en familia, me di a la tarea de buscarle una hembra, que nadie me quería ceder, pero sin darme la razón concreta. Fue hasta causar compasión en mi colega de Cincinnati, que vine a enterarme de que DINGA no reproduciría nunca y que por ello estaba condenado a vivir solo. ¡Para nada!, me dije, y viéndome hábil inventé a quien me lo había informado, que en mi país había la tradición de que quien le quitaba la inocencia a alguien le debía cumplir un deseo, y que el mío era una de las varias hembras que tenían en el Cincinnati Zoo, lo que además debía incluir el viaje de la criatura. Para no hacer el cuento largo y tras feroz insistencia aceptaron enviarnos a MAHARI, chiquita, chuequita de sus brazos, debilucha, para peor fuera del programa reproductivo, pero según, hembra con gran experiencia para manejarse con machos violentos, recomendándoseme solamente llevar a cabo la presentación con sumo cuidado y paciencia, tal como fue, y momento que de forma precisa quedó grabado en la imagen que acompaña este relato, justo al punto cuando mirándose uno al otro para siempre, dieron inicio a la vida de BANTÚ, el gorila milagro.
*Directora del Zoológico de Chapultepec 1983-1997
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