Opinión

El Neo-populismo, misoginia y miedo

El Neo-populismo, misoginia y miedo

El Neo-populismo, misoginia y miedo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Un fantasma recorre el mundo: el populismo.” Así comienza el libro de Ghita Ionescu y Ernest Gellner (Populismo. Sus significados y características, Amorrortu, Buenos Aires, 1970, p. 7). Se trata de una paráfrasis de las palabras escritas al inicio del Manifiesto del Partido Comunista (1848) de Marx y Engels. La sentencia original dice: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo” (Textos escogidos, Ocean-Sur, México, 2011, p. 65). Ionescu y ­Gellner recopilaron las ponencias presentadas en un seminario realizado en la London School of Economics entre el 19 y el 21 de mayo de 1967, o sea, en la época de la Guerra Fría, que coincidió con la descolonización de muchos países del tercer mundo en los cuales se implantaron regímenes populistas.

Así lo hace notar Marco Revelli en su libro, The New Populism. Democracy Stares into the Abyss, (Verso, London & New York, 2019, p. 1) quien recurrió a Ionescu y Gellner para afirmar que esos autores se adelantaron cincuenta años. En efecto, el populismo se ha convertido en el movimiento más significativo de nuestro tiempo.

En una conferencia dictada en la Universidad Luigi Vanvitelli de Campania (provincia de Caserta), el 14 de febrero de 2018, Revelli recordó que en griego demos significa pueblo; en latín populus denota, igualmente, al pueblo. El problema es que no siempre una raíz lingüística común tiene el mismo sentido. En el caso que estamos tratando, es evidente esa discrepancia: democracia y populismo son sistemas antagónicos: lo que gana uno, lo pierde el otro.

Hoy, el populismo está avanzando gracias al retroceso que está experimentando la democracia. El mayor ideólogo del populismo, Ernesto Laclau, sostuvo en su libro On Populist Reason (Verso, London & New York, 2005, 175-176) que las instituciones de la democracia liberal deben ser demolidas para dar paso a una auténtica democracia, es decir, a una democracia no-liberal. Así lo ha expresado, por ejemplo, el dictador populista Viktor Orbán de Hungría (discurso de Báile Tusnad, 26 de julio de 2014). Hacer avanzar a la democracia directa como el referéndum, el plebiscito, la iniciativa popular y las votaciones a mano alzada. Hacer a un lado los mecanismos de la representación ciudadana como las elecciones, los congresos. Hacer trizas al Poder Judicial.

Echar al bote de la basura, la división y equilibrio de poderes para centrar el mando en el líder, quien encarna la “Volonté Générale”. Si Luis XIV dijo L’etat c’est moi; el líder populista sostiene “Les gens c’est moi”.

El neo-populismo ha ganado terreno gracias a las promesas incumplidas de la democracia y, especialmente, a los estropicios sociales causados por la democracia neoliberal que produjo una hiperélite alejada de los problemas de las personas comunes y corrientes. Tal democracia neoliberal giró en torno a un gobierno excluyente. Por eso, el discurso efectista de los demagogos se endereza contra el establishment, o sea, contra la casta (como dicen los españoles) que se ha adueñado del país. La rivalidad ya no es entre izquierda y derecha, sino entre “la mafia del poder” y el “pueblo bueno.” El caudillo hace leva de esas masas que fueron marginadas de los beneficios del desarrollo; apela a los sentimientos de odio, miedo y venganza.

Dice Marco Revelli, uno de los alumnos más cercanos a Norberto Bobbio, junto con Luigi Bonanate, que el voto populista es un voto de revancha. Por eso, en muchos países el sistema de partidos ha colapsado: Alemania, Francia, España, Venezuela, México, entre otros.

El neo-populismo también se ha nutrido del racismo y el sexismo. En Estados Unidos y Europa los partidos de la ultraderecha han ondeado la bandera de la antiinmigración afirmado que los extranjeros les quitan el trabajo y acarrean violencia (el espantajo del miedo). Blandiendo el discurso nativista, personajes siniestros como Donald Trump y Matteo Salvini, han provocado la división entre nacionales y extranjeros. Pero también (Trump en especial) han recurrido al machismo.

En su reciente libro The Monarchy of Fear (Simon & Schuster, New York, 2019, p. 165) Martha C. Nussbaum, específicamente en el capítulo 6, titulado “Una cerveza tóxica: sexismo y misoginia” comienza diciendo: “Ningún recuento sobre nuestro momento político puede dejar de tomar en cuenta la política de género. ¿Quién sería capaz de voltear la cara para no observar la evidente hostilidad contra las mujeres durante la reciente campaña electoral?...Estados Unidos no es la única nación que encara problemas de género con los respectivos prejuicios y hostilidades.”

El populismo se alimenta de la ira y el resentimiento; crea antagonismos de diversa índole: entre la élite y el pueblo; entre blancos, por un lado, y, por otro lado, negros, latinos, árabes; entre cristianos y musulmanes; pero también la ha emprendido duro contra las mujeres, como bien dice Nussbaum. Recordemos las marchas llevadas a cabo en todo el mundo (673 manifestaciones en total) el 21 de enero de 2017, un día después de la toma de posesión de Trump.

Si hay una internacional populista cuyo máximo líder es Vladimir Putin, hay que fortalecer una internacional democrática, nutrida por hombres y mujeres tomados de la mano.

jfsantillan@tec.mx

Twitter: @jfsantillan