Nacional

El pueblo acude a los estudiantes

No se puede desligar la lucha estudiantil de México de otros movimientos estudiantiles que ocurrieron, ese mismo año, en otras partes del mundo: en Francia, en Estados Unidos, en Checoslovaquia, en Uruguay, en Inglaterra, etc

(La Crónica de Hoy)

PARTE 13

No se puede desligar la lucha estudiantil de México de otros movimientos estudiantiles que ocurrieron, ese mismo año, en otras partes del mundo: en Francia, en Estados Unidos, en Checoslovaquia, en Uruguay, en Inglaterra, etc. El epicentro fue Francia, que estalló en mayo. La revuelta estudiantil francesa se inició con un incidente menor en un colegio (Nanterre) de la Sorbona que más tarde derivó en una protesta de estudiantes gigantesca que logró suscitar, incluso, una huelga general de trabajadores que paralizó momentáneamente al país. La movilización estudiantil de Francia incluyó una crítica mordaz a la cultura dominante. La simultaneidad de la protesta estudiantil fue motivo de muchas explicaciones, pero la más notable dice que se trató de la irrupción de la generación de los jóvenes nacidos durante y después de la Segunda Guerra Mundial (en EUA se les llaman baby boomers) que desarrollaron valores nuevos, opuestos a los valores de la generación anterior. Esta nueva generación tenía más educación formal y rechazaba las convenciones y hábitos rígidos que le imponían sus padres. En el caso de México, distintos hechos confirman que efectivamente entre 1940 y 1968 se creó un abismo de sensibilidades entre padres e hijos. La simultaneidad de las protestas estudiantiles probablemente se relaciona también con la globalización de los medios de comunicación, particularmente la televisión, pero hay otros factores, culturales, que influyeron decisivamente en ella. En 1968 convergieron movimientos culturales que nacieron al calor de la industrialización de la posguerra, como el feminismo, el ecologismo, el movimiento hippie y la libertad sexual (divorcio, aborto, relaciones prematrimoniales, anticonceptivos, etc.), de ahí que se habló mucho de una revolución cultural o de un movimiento de contra-cultura. Al mismo tiempo, en Europa el movimiento estudiantil fue acompañado por representantes de corrientes intelectuales vigorosas que ejercieron enorme atracción entre los jóvenes: el existencialismo de Sartre y Beauvoir, la anti-psiquiatría de David Cooper, el marxismo heterodoxo de la escuela de Frankfurt, de Luckacks y Goldmann, el postmodernismo de Jacques Derrida y Michel Foucault, la historia de los Anales de Braudel, la educación liberadora de Freire, el psicoanálisis de Lacan, etc. Pero creo que debemos volver a nuestro relato, ¿no les parece?

—Sí, nos estaba hablando de las brigadas –señaló Estrada.

—Hacia la mitad del mes de agosto, el movimiento estudiantil alcanzó su apogeo, la respuesta de la sociedad creció hasta alcanzar una extensión inimaginable, por todas partes se daban expresiones de simpatía y apoyo para los estudiantes: en muchas oficinas públicas (secretarías federales y oficinas del gobierno del Distrito Federal) comenzaron a gestarse movimientos de protesta y en algunas de ellas surgieron “comités de lucha”. Un sector especialmente sensible a la lucha de los estudiantes fue el de los profesionales universitarios. Pero también entre los sectores populares se dieron entusiastas expresiones de apoyo para el movimiento. Los comerciantes de los mercados comenzaron a donar diariamente productos para alimentar a los estudiantes que estaban de guardia en las escuelas. En algunos mercados se realizaban mítines todos los días. La recaudación de dinero de las brigadas aumentó espectacularmente, lo cual permitió al movimiento autofinanciarse para producir volantes, pancartas, mantas, etc. y para pagar sus desplegados en la prensa. En esos días empezó a darse un fenómeno sumamente interesante. A la sede del Consejo Nacional de Huelga (la escuela de Físico-Matemáticas del IPN) comenzaron a llegar, espontáneamente, grupos de personas provenientes de muy diversos puntos de la ciudad para formular ante la asamblea estudiantil sus problemas o quejas. Se trataba de trabajadores que habían sufrido algún agravio por parte de empresas o por parte de alguna dependencia pública, por ejemplo, panaderos que estaban en huelga desde hacía un año y que reclamaban desesperadamente solución para su problema, los veterinarios que mantenían una huelga en el rastro,  grupos de taxistas que estaban luchando por formar un sindicato en el Distrito Federal y que estaban siendo objeto de persecución, trabajadores electricistas que tenían una querella con la CFE, trabajadores de la empresa Pepsi-Cola que pedían que se les defendiera, empleados de una empresa lechera que habían sido despedido injustificadamente, etc.. La sala del Consejo se convirtió en especie de tribunal popular por el que desfiló casi un centenar de personas y grupos que padecían algún abuso o arbitrariedad. Pero ¿qué podían hacer los estudiantes ante esos problemas? Evidentemente el Consejo no podía convertirse en agencia gestora de problemas laborales. Había, sin duda, un elemento supersticioso en la creencia de esas pobres personas de que los líderes estudiantiles podrían hacer algo para ayudarlos, pero, honestamente, el CNH no podía hacer nada por ellos. Excepto escucharlos. La presencia de esos trabajadores excitó la imaginación de los estudiantes marxistas revolucionarios, algunos de los cuales, que seguramente estaban viendo, por primera vez en sus vidas, a miembros de la clase obrera de carne y hueso. La presencia de esos trabajadores en la asamblea del CNH dio lugar a una serie de ásperas disputas entre quienes aplaudían el cortejo de quejosos y quienes, en cambio, veían en él un obstáculo para el trabajo del Consejo. En realidad, era un problema complejo. Había justas razones morales para escuchar a las personas quejosas, pero el rosario de intervenciones sobre temas ajenos al objeto del movimiento estudiantil retardaba las asambleas y la toma de decisiones del Consejo. Es más, muy pronto se les ocurrió a los “obreristas” proponer que el pliego estudiantil se modificara a fin de incluir en él demandas obreras como la jornada de 40 horas y la eliminación de la cláusula de exclusión, etc. idea que, afortunadamente, fue rechazada por la asamblea. Las divisiones en el CNH se ahondaron. En esos días, varios profesores de la Coalición de Maestros, entre ellos Dr. Eli de Gortari, el ingeniero Heberto Castillo y el profesor Luis Villoro, se presentaron ante el Consejo para pedir a los líderes estudiantiles su aprobación para la idea de iniciar un procedimiento legal (hacer un denuncia de hechos) ante el Congreso de la Unión donde se acusaría a varios funcionarios federales (los secretarios de Gobernación y de la Defensa, el jefe de gobierno del Distrito Federal y el Procurador General de la República) por delitos y faltas graves. Se trataba, dijeron los maestros, de abrir un nuevo frente de lucha por la vía legal y política. La propuesta desencadenó una vibrante y tensa polémica entre los estudiantes. El CNH se dividió.

—Aunque usted ya dijo que existían divisiones internas en el CNH, ¿no es cierto? –Dijo Mónica.

—El CNH estaba escindido, pero no sólo entre los estudiantes que tenían una visión democrática del conflicto y aquellos que veían las cosas desde una óptica revolucionaria, también había en el seno del Consejo un grupo de provocadores, agentes encubiertos, que soterradamente actuaban de acuerdo con los intereses de las autoridades (principalmente de las secretarías de la Defensa y de Gobernación). A estos les interesaba sembrar la desconfianza en el seno del Consejo y proyectar hacia el exterior una imagen del movimiento no de diálogo, sino de intransigencia, no de pacifismo, sino de violencia, etc. Estos provocadores se opusieron a la propuesta de la Coalición, pero, después de horas de angustioso debate, la propuesta fue aprobada. Ese mismo día, ya en la madrugada, el CNH aprobó la proposición de realizar, el día 27 de agosto, una nueva manifestación que iría de Chapultepec al Zócalo.

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