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El Salto del Siglo

Bob Beamon es uno de los personajes más recordados de los Juegos Olímpicos de México 68 por aquel salto largo de 8.90 metros que lo abrazó a la inmortalidad.

Bob Beamon rompiendo el récord mundial de salto de longitud en los Juegos Olímpicos de 1968
Bob Beamon rompiendo el récord mundial de salto de longitud en los Juegos Olímpicos de 1968 Bob Beamon rompiendo el récord mundial de salto de longitud en los Juegos Olímpicos de 1968 (La Crónica de Hoy)

¡Inolvidable! ha sido hasta nuestros días el épico salto de Bob Beamon que maravilló al mundo, y que por si fuera poco, el estadunidense aún puede darse el lujo de ostentar el récord olímpico con sus ¡8.90 metros! que logró en salto de longitud hace 50 años en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria aquel 18 de octubre, en una jornada más de los Juegos Olímpicos de México 68.

Y cómo no iba a maravillar al mundo después de haber mejorado la marca mundial anterior en 55 centímetros. Eso fue motivo para que a su hazaña se le llamara “El Salto del Siglo” y lo más interesante es que ya llevamos 18 años de este siglo y su marca olímpica está ahí, esperando a ser mejorada.

Quienes fueron testigos de su salto dicen que tras el impulso en la carrera simplemente ¡voló, voló y voló! Para ser la delicia de los presentes y que con ello Beamon se abrazó a la inmortalidad.

50 años más tarde Beamon, uno de los principales personajes en las festividades del 50 aniversario de México 68, relató lo que sucedió la noche anterior al día de la final del salto largo.

Según una publicación de David Wallechinsky en su libro The Complete Book of The Olympics, Beamon hizo algo que nunca antes había hecho. Tuvo relaciones sexuales la noche anterior a la prueba; en el momento del orgasmo, abrumado por la horrible sensación de haber arruinado todo, sintió que sus posibilidades de ganar —que había vaticinado— habían quedado allí, en la cama.

Pero qué fue exactamente lo que se vivió ese 18 de octubre de 1968, cuando Beamon se presentó en CU como poseedor de la mejor marca mundial del año con 8.33 metros y había ganado 22 de las 23 competencias en 1968.

Don Arturo Xicoténcatl, reportero de Excelsior, lo escribió así: Eran las 15:45 horas del viernes, la figura larguirucha del negro Bob Beamon (1.91 m y 75 kg), cuarto en el turno, empezó una carrera explosiva. Su zapatilla derecha de seis clavos golpeó poderosamente en el tartán con precisión milimétrica con la tabla de despegue. Su cuerpo de goma, elástico y flexible, se elevó 1.78 metros, trazó una parábola, sus brazos se cruzaron en el aire y sus piernas las extendió al frente. Voló 0.93/100 de segundo; en simetría, las plantas de sus pies se hundieron en la arena y describieron una corta curva; dio tres pequeños saltos de canguro e inició un trotecillo gracioso con los músculos relajados. El pecho de su camiseta mostraba el número 254.

Un rumor se levantó en los espectadores que estaban frente a la fosa del salto de longitud. Uno de los jueces se dibujó un signo de interrogación. El aparato del sistema óptico de medición se deslizó por el riel y se atoró en el límite del carril metálico sin que pudiese alcanzar la huella inmortal de Beamon.

El delirio se apoderó del estadio. Más de 29 pies le dijeron a Beamon. Y empezó a correr sin saber hacia dónde. Sus rodillas tocaron el tartán sagrado, se prosternó, besó la pista. No lo podía creer. “Díganme que no es un sueño”.

Con divertida agudeza, Manuel Seyde escribió: “Eso no lo salta ni un caballo”. Y Fausto Ponce: “El salto no es de esta época”, y sugirió que la fosa de longitud llevara el nombre de Bob Beamon.

El anemómetro marcó 2m en un segundo, la velocidad de viento máxima permitida por el reglamento. Sopla una décima más y el salto se vuelve humano.…La temperatura, 25° centígrados. Iba a llover y la presión atmosférica descendió a 577.8 mm de mercurio, el aire se adelgazó. La altura de 2,240 metros sobre el nivel del mar, el tartán. Muchas cosas más coincidieron en el salto perfecto.

Fue así como Beamon superó a los tres medallistas de 1964, Lynn Davies, Ralph Boston —a quien abrazó al final de su prueba— e Igor Ter-Ovanesyan. Esta vez la medalla de plata fue para el alemán oriental Klaus Beer (8.19) y Boston (8.16).

Para valorar la dimensión y trascendencia del salto de Beamon se recordó que Jesse Owens saltó 8.13 m en Ann Harbor en 1935 y el salto progresó 8 cm en 25 años; Ralph Boston brincó en 1960 en Walnut 8.21m. Boston y el soviético Igor Ter Ovanessian en progresión de 14 cm se alternaron el récord mundial y lo dejaron en 8.35 m en 1964 y 1967.

Actualmente, con sus 71 años, Beamon sigue siendo recordado y admirado por ser uno de los grandes protagonistas de la historia olímpica, gracias a ese salto que lo llevó a la inmortalidad.

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