Cultura

El sexo, para muchos, es una situación de sometimiento, señala José Carlos Yrigoyen

"Mejor el fuego" refleja que el campo de la sexualidad muchas veces se desarrolla de manera violenta, añade

El sexo, para muchos, es una situación de sometimiento, señala José Carlos Yrigoyen

El sexo, para muchos, es una situación de sometimiento, señala José Carlos Yrigoyen

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Ante la violencia hay dos posibilidades: rechazarla totalmente, que es muy difícil de hacer porque exige mucha voluntad; y la otra es acoplarse a ella, explorar qué es lo que a nosotros nos impulsa o a lo que nos llama esa violencia que hemos recibido, buscar la razón, las variantes y cómo acomodarnos a sus formas. Eso es lo que le pasa al personaje de mi novela”, expresa el escritor peruano José Carlos Yrigoyen, en conversación sobre su reciente libro Mejor el fuego, (Literatura Random House), novela que recrea la vida, fantasías y violencia de un joven homosexual en la Lima de los años noventa.

A través de esta historia Yrigoyen pretende llegar a jóvenes lectores para cuestionar la masculinidad, la sexualidad, el género, y ayudarles a tomar un camino propio.

“El sexo, querámoslo o no, es para muchos una situación de sometimiento, de humillación, de dominio. En el libro el personaje tiene una experiencia de violación, y si bien eso lo aparta de la sexualidad activa, lo enclaustra en un mundo de deseos, fantasías y autolesiones en las que él encuentra un placer que no conocía. Creo que no es un libro agradable, definitivamente, refleja que el campo de la sexualidad muchas veces se desarrolla de una manera transgresora y violenta, pero está escrito para el lector que me interesa: el que puede leer cosas que le hacen sentir incómodo, o con las que no está de acuerdo, e insiste hasta el final”, explica.

Destaca que una cuestión dura de aceptar es que el descubrimiento de la sexualidad suele ser violento e involuntario. “Te marca, modela tu visión de la sexualidad y tu deseo, aunque no quieras, y es un círculo vicioso tremendo, una realidad que te mete de pico y patas en el mundo adulto y la sexualidad adulta”.

Agrega que el protagonista de su novela se encuentra en una época de aprendizaje y descubrimiento –juventud-, en medio de una situación compleja y dura –un país hacinado por la masculinidad negativa y la violencia de la dictadura peruana- para cuestionar el modelo represivo y sometedor que dificulta a los hombres la capacidad de expresarse y construirse como realmente son.

“Las escritoras mujeres son más descarnadas y libérrimas a la hora de plasmar miedos temores y dudas; los hombres aún no hemos logrado romper esas barreras para expresar miedos y ambigüedades que nos enriquecen y nos vuelven seres menos planos y previsibles. Creo que este personaje de algún modo fue construido para mostrar todas esas aristas, sus contradicciones de clase y las paradojas que toda forma de deseo encierra”.

La conjugación del sexo, miedo, belleza, crueldad y amor como temas intrínsecamente relacionados con el deseo y necesidades del protagonista son un enfoque que ha interesado a Yrigoyen desde hace tiempo. Comenta que detrás de la exploración hay tanto cuestiones autobiográficas como referentes literarios sobre la destrucción de los cuerpos, aunque no concibe su libro como un apólogo.

“La violencia es una parte intrínseca de nosotros y de nuestro deseo. En la literatura esa relación puede plantearse con más libertad que en la vida real. Hay cuestiones más fáciles de decir en un libro que en una entrevista, por ejemplo. Mi forma de verlo es que la literatura da libertad para todas esas imágenes que nos confrontan, perturban, que recogemos en la adolescencia y que van conformando nuestra identidad sexual, nuestra forma de apreciar los cuerpos e imágenes”, apunta.

Añade que en este libro se explora la búsqueda del sufrimiento del prójimo, en ocasiones gratuita, con fines de autosatisfacción; así como las maneras en que un deseo violento e insatisfecho puede llevar a violar la confianza de los demás; el momento en que un personaje víctima, se vuelve victimario.