Opinión

El virus de la mentira

El virus de la mentira

El virus de la mentira

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Es irritante. Mientras el grueso de los mexicanos se halla dedicado a tratar de capotear la pandemia, unos cuantos —pocos, pero revoltosos— están abocados a intentar obtener dividendos económicos, políticos o diplomáticos mediante la difusión de paparruchas, mentiras descaradas enfocadas a malquistar al gobierno de Estados Unidos con la 4T.

Vano empeño de encizañar, hasta ahora. Lo prueba el que la frontera no ha sido cerrada, si bien han sido impuestas restricciones de lado y lado, aconsejadas por la sanidad, y la comunicación entre Marcelo Ebrard y Mike Pompeo es fluida. Con decir que ni la migración ilegal enfrente controles más drásticos.Desavenir a Donald Trump y el Presidente López Obrador entraña la obvia finalidad de que el gringo ejerza mayores presiones sobre nuestro mandatario, y, de ese modo, contribuya a debilitarlo políticamente.

Tal como, de manera cotidiana, se esmeran en conseguirlo quienes descalifican el adecuado, responsable y prudente manejo de la crisis derivada del coronavirus.

Resulta difícil determinar quién o quiénes abrigan tan aviesos como desnacionalizados propósitos de desunión entre los mexicanos y de discordar nuestro gobierno con el poderoso vecino; pero de que los hay, los hay.

Esas perversas intenciones quedaron al descubierto cuando misteriosos informantes relataron al periodista Raymundo Riva Palacio pormenores de una reunión bilateral que, a decir del embajador Christopher Landau, nunca ocurrió.

“En cuanto a la reunión México-Estados Unidos este relato es completamente falso”, aseguró el diplomático, y ante la réplica de que su molestia es explicable debido a la filtración de secretos, le dijo a su interlocutor algo así como que “no entiende que no entiende”:

“Obviamente no entendió mi mensaje. Desmiento categóricamente su reportaje. No es que se filtró alguna información secreta, es porque lo que usted publicó es absolutamente falso. Punto”.

“La información en mi poder está verificada”, dijo, a su vez, apodíctico, el autor de Estrictamente Personal.

La discrepancia entre el embajador y el columnista obliga a preguntar quién miente. Y a exigir, por razones de seguridad nacional, el esclarecimiento del asunto.

Dejar en la penumbra este episodio orientado a infectar, en momentos delicados, la relación México-EU puede causar mayores daños aún que la fiebre amarilla, el vómito prieto, la viruela o el matlazáhuatl, entre otras devastadoras epidemias que nuestro país ha sorteado a lo largo de la historia.

Por fortuna el diferendo Landau-Riva Palacio puede dirimirse de modo simple.

Frente a la aseveración pública y a cara descubierta, con su nombre y apellidos del personero de Trump, en el sentido de que la junta aludida no tuvo lugar, la pelota quedó en la cancha del periodista.

No se necesita haber egresado de Harvard para saber que, en semejante tesitura, el periodista está ante la obligación ética de decir: “Me lo dijo Adela”. Está relevado de todo compromiso de reserva de identidad con sus fuentes.

Tiene que desenmascarar a quienes trataron de usarlo para diseminar mentiras o apechugar con la infamante y extendida suposición de que es inmejorable epígono de Carlos Denegri.

En modo alguno incurriría el comunicador en falta a la ética, si así procediera. Y le haría un enorme favor a la nación, si revelase los nombres de quienes, en medio de la angustia social por la pandemia, lo engañaron contándole mentiras sobre el asunto nacional más delicado en décadas.

De lo contrario, deberá asumir la parte de responsabilidad que le corresponde en la difusión del camelo –fake news, para emplear el voquible que seduce a los adoradores de la prensa gringa—Quedará con el estigma de mentiroso incorregible, algo que no merece su destacada trayectoria profesional.

Y su relato sobre la junta bilateral secreta quedará en el cajón de las incontables y punibles falacias propaladas mientras los mexicanos sufren con la mortífera peste.

Quedará al lado de las patrañas que recomiendan comer ajo, no comer helado, esperar a que la canícula haga su parte, prepararse para el cierre de las instituciones de salud, abstenerse de salir por la noche porque helicópteros militares rociarán desinfectante…

La reacción del columnista frente al duro desmentido de Landau debió haber sido la de decir a sus fuentes: “De mi no se van a burlar, a mi no me van a chamaquear. Aportan ahora información que no deje margen de duda sobre su veracidad o exhibo a los cuatro vientos su identidad, sin incurrir en capitulación ética alguna”.

Sólo de esa manera, con la clarificación del encuentro, se conocerá la verdad, que por ahora –guste o no—favorece al representante de Estados Unidos.

La consabida reunión bilateral, a la que habrían concurrido funcionarios de diversas dependencias de uno y otro país, supuestamente terminó en trapisonda, en un pandemónium con gritos y amenazas, virtualmente a punto de los golpes.

A decir del famoso reportero la cita –alrededor del 3 de marzo—fue “secreta” y tuvo por tema central el animálculo que ha sembrado el terror en los cinco continentes.

Según Landau, un encuentro con tales características nunca se realizó. Hubo, sí, “hace varias semanas”, uno en que se habló de la frontera y en el cual –hasta donde dice saber el diplomático—el coronavirus ni siquiera fue mencionado.

La narración reporteril refiere que el cónclave descarriló cuando la gringada rechazó explicaciones del vocero mexicano –cuyo nombre no se mencionada, aunque contextualmente se infiere que fue el subsecretario Hugo López-Gatell, quien se habría negado a reconocer la gravedad del problema sanitario y designar como pandemia la infección.

Varias inconsistencias destacan en el relato. Si mal pude pretenderse secreta una reunión de más de tres personas, menos aun una de una docena, y resulta inverosímil que los enigmáticos informantes no atinen a referir siquiera la fecha precisa de la junta. Ya no digamos que una reunión binacional termine en pleito de cantina.

Adicionalmente, ¿podía el vocero mexicano admitir la condición de pandemia, si como tal fue declarada por la OMS una semana más tarde –el 11 de marzo--, y antes de eso hasta Trump minimizaba los alcances de la espantosa enfermedad, si bien la usaba como ariete contra los demócratas y para apuntalar —duro y dale—el muro fronterizo?

Ya se sabía que los malquerientes de la 4T están que no los calienta ni el sol. Porque, mal que bien, la pandemia está siendo correctamente administrada.

Y porque el gobierno gringo ha depuesto, al menos de momento, su histórica animadversión hacia México.

Los críticos por sistema apostaron a que el Consejo de Salubridad General reorientaría la estrategia anticoronavirus, y lo que vimos fue un vigoroso espaldarazo al gobierno federal.

Lo que no esperábamos es que, en medio de la angustiante emergencia sanitaria, asomaran modernos polkos dispuestos a invocar la ayuda foránea para fragilizar al gobierno que aborrecen.

aureramos@cronica.com