Opinión

En el Amazonas, la política y los incendios van de la mano

En el Amazonas, la política y los incendios van de la mano

En el Amazonas, la política y los incendios van de la mano

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El Amazonas, la selva tropical más grande del mundo, la que alberga una quinta parte del suministro de agua dulce del planeta, está ardiendo. Son incendios devastadores que no fueron accidente, sino provocados en nombre del avance y la economía. Apagarlos es un gran desafío, requiere esfuerzo, organización y recursos, ya que ocurren en uno de los sitios más remotos y hostiles que existen.

Agravando la situación, está claro que el problema no es sólo físico y geográfico, sino desafortunadamente también político. Para empezar, hay contradicción en si el Amazonas es brasileño o le pertenece al mundo. Sus 5.4 millones de kilómetros cuadrados se extienden por Colombia, Perú, Bolivia, Guyana, Surinam y Venezuela, pero el 60 por ciento de estas tierras está en Brasil.

“Contrario a lo que los brasileños piensan, el Amazonas no es su propiedad, nos pertenece a todos” ha insistido desde 1989 Al Gore, entonces senador demócrata que más tarde fue vicepresidente de los Estados Unidos y compartió luego el Premio Nobel de la Paz 2007 por su labor contra el cambio climático.

“Literalmente nuestra casa está ardiendo. La selva amazónica, los pulmones del mundo, que producen 20 por ciento del oxígeno que respiramos, está en llamas. Es una crisis internacional” dijo por su parte el presidente francés Emmanuel Macron el 22 de agosto pasado, cuando ya los actuales incendios llevaban tres semanas ardiendo y se habían expandido hasta Sao Paulo, obscureciendo la ciudad más grande de América del Sur.

“Entendemos la importancia que tiene el Amazonas para el mundo, pero el Amazonas es nuestro y de nadie más y ningún país tiene el derecho moral de hablar de nuestra selva” dijo enfáticamente Jair Bolsonaro, el presidente de extrema derecha de Brasil, que ha sido fuertemente criticado por los dirigentes europeos por promover la deforestación de esa selva, alentando a los campesinos a limpiar la tierra para el ganado y cultivos de soya.

Desde que tomó posesión en enero pasado, el terreno que cubren los árboles del Amazonas se ha reducido más de cuatro mil 300 kilómetros cuadrados, de acuerdo a datos de satelitales. Los científicos temen que si llega a desaparecer un 25 por ciento de los árboles, el Amazonas disminuirá su capacidad de absorber el dióxido de carbono con catastróficas consecuencias para el planeta.

Sin embargo, las referencias del Amazonas como propiedad del mundo no les caen bien a todos los brasileños y también chocan con el principio de soberanía de las naciones, bajo la cual los gobiernos pueden decidir, hacer y deshacer de acuerdo a su criterio, lo que suceda adentro de sus fronteras. Este lunes, Bolsonaro dejó claro que “Brasil no es colonia o tierra de nadie” y declinó opiniones y ayuda.

Aun así, los incendios han desencadenado preocupación e indignación en todo el mundo, con las críticas enfocadas hacia el mandatario, por su promesa de acceso a esas tierras antes protegidas. El tema tuvo prioridad esta semana en la reunión cumbre del grupo de los siete países más ricos del mundo realizada en Biarritz, Francia, donde quedó claro que la alarma es porque la suerte del Amazonas va ligada a la suerte del mundo y al calentamiento global.

De esta manera, impulsadas por Macron, esas naciones se comprometieron a destinar 20 millones de dólares para ayudar a Brasil a contener los incendios, un gesto de solidaridad, ya que no se cree que hará gran diferencia. En comparación, en sólo días, particulares donaron 945 millones de dólares para la restauración de la Catedral de Notre Dame en París, devastada por el fuego en abril.

En todo caso, Bolsonaro en principio rechazó la oferta y dejó claro que el Amazonas “no es colonia ni tierra de nadie” preguntando “qué habría detrás de las intenciones disfrazadas de ayuda” promovidas por Macron. Un pleito que luego se volvió personal, cuando un simpatizante del brasileño compartió en las redes sociales una fotografía de los dos líderes y sus esposas, comparando la apariencia de la primera dama francesa, de 67 años, con la de Michelle Bolsonaro de Brasil, de 37, implicando que el francés está celoso o tiene envidia.

Bolsonaro, ahora sí que echando más leña al fuego, en respuesta pidió en tono burlón: “No avergüencen más a este fulano” refiriéndose a Macron, quien calificó esas palabras como tristes, pero “tristes para el pueblo brasileño”. Y la verdad es que lo son…mientras el Amazonas sigue ardiendo.

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