Nacional

Enero de 1960: por primera vez, los niños de México reciben libros de texto gratuitos

Hace exactamente sesenta años, el presidente Adolfo López Mateos se apersonó en los talleres de Novaro, una editorial ya desaparecida y famosa entre los públicos masivos porque producía los “cuentos”, los cómics de la época. Allí se imprimieron los primeros ejemplares de esos libros, con los que esperaba el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, evitar que los escolares mexicanos abandonaran la primaria por no tener materiales para estudiar

Hace exactamente sesenta años, el presidente Adolfo López Mateos se apersonó en los talleres de Novaro, una editorial ya desaparecida y famosa entre los públicos masivos porque producía los “cuentos”, los cómics de la época. Allí se imprimieron los primeros ejemplares de esos libros, con los que esperaba el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, evitar que los escolares mexicanos abandonaran la primaria por no tener materiales para estudiar

Enero de 1960: por primera vez, los niños de México reciben libros de texto gratuitos

Enero de 1960: por primera vez, los niños de México reciben libros de texto gratuitos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Es la tarde del 12 de enero de 1960. Ese día, la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos cumple apenas 11 meses de existencia, y el presidente Adolfo López Mateos desciende de un automóvil Oldsmobile, ante la entrada de los talleres de la Editorial Novaro, en Naucalpan. Es una visita de trabajo. En el patio, lo aguardan el secretario de Educación Pública, don Jaime Torres Bodet, Ernesto Duhart y Rafael Giménez Siles, vicepresidentes de Novaro, y el director de la Comisión, el escritor y periodista Martín Luis Guzmán. ¿Qué los reúne?

Se trata de mostrarle al Presidente las primeras páginas, los primeros pliegos, los primeros ejemplares de los libros de texto gratuitos, planeados, escritos y producidos en tiempo récord. Con ésos, los primeros libros, empieza una tarea que nunca antes se ha emprendido en México: dotar de materiales de estudio a todos los alumnos de primaria del país: en cuestión de semanas, de meses, los libros llegarán a todo el país. Por lo pronto, son los materiales para los primeros cuatro grados de la educación primaria. ¿Cuántos? La cifra es de delirio, para la época y para las circunstancias: 17 millones de libros, en números cerrados. Nadie, nunca, en este país, ha producido un tiraje de ese tamaño. Vamos, antes de la creación de la Conaliteg, nadie se lo ha imaginado siquiera.

O tal vez sí. El secretario Torres Bodet, que ya ocupó el escritorio de su antiguo jefe, Vasconcelos, en la segunda mitad del sexenio de Manuel Ávila Camacho, no tuvo, en ese entonces, todo el tiempo que necesitaba para volver realidad muchos sueños y aspiraciones. Sí, emprendió importantes campañas alfabetizadoras; sí, creó una dependencia pública específica para construir las escuelas que se necesitaban en México. Pero no pudo llegar a crear libros de texto accesibles y de calidad. Porque el secretario iba en serio: las experiencias de gobiernos anteriores no terminaban de cuajar, porque los tirajes eran insuficientes, porque no llegaban a todo el país, porque, aunque fueran muy, muy baratos, costaban, y había gente que no podía desembolsar un par de pesos para comprárselos a sus hijos.

Pero la vida da muchas vueltas, y Torres Bodet, después de ser canciller, de dirigir la UNESCO, regresó a la SEP, a propuesta de un presidente que, en su juventud, había sido vasconcelista. Tal vez ahí estaba la coincidencia, el punto de entendimiento entre él y López Mateos.

Tal vez ahí estaba la conjunción de voluntades que permitió el surgimiento del libro de texto gratuito.

LOS PRIMEROS EJEMPLARES. Entre funcionarios públicos y hombres de empresa y de prensa, López Mateos caminó a los talleres. Lo acompañaban el gerente general de la Productora e Importadora de papel (PIPSA), don Agustín Arroyo, Rafael F. Muñoz, jefe del Departamento de Divulgación de la SEP y, como don Martín Luis Guzmán, escritor de los importantes; está en la comitiva un historiador, Arturo Arnáiz y Freg, hombre de confianza de Torres Bodet y, por esas cosas extrañas que pasan, jefe de la oficina de Prensa de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Martín Luis Guzmán comienza la explicación, paso a paso, de la producción de los nuevos libros. Lo acompaña Luis Novaro, presidente de la editorial. Todo tiene sus detalles: el fotograbado, la impresión, la encuadernación, la barnizadora de las portadas.

Un reportero que no firmó su nota hace 60 años, escribe: “Al pie de la rotativa en que se hacen las tiradas, don Martín Luis Guzmán entregó al presidente López Mateos el primer ejemplar del libro de texto gratuito para el 1er año de instrucción primaria elemental y el primer ejemplar del instructivo para los maestros; y el segundo ejemplar de los mismos al Srio. Torres Bodet. El presidente López Mateos vio con detenimiento la cubierta del libro, lo hojeó y leyó fragmentariamente el contenido de la edición. Luego, evidentemente complacido, felicitó calurosamente a D. Martín por la magnífica y difícil labor realizada por la CNLTG y por la excelente presentación tanto del libro de texto como del instructivo citados”.

Desde luego, hay foto. Pero no es la foto cajonera, la de un montón de señores parados con aspecto solemne que miran a la cámara sin expresión. No es la foto del Señor Presidente Contemplando Su Obra. Ésta es una foto con sonrisas plenas, con miradas cruzadas que intercambian satisfacción, un “lo hicimos” silencioso, que no por callado pasa desapercibido para todos los integrantes de la comitiva presidencial. Es un López Mateos al borde de la carcajada, estrechando, con evidente energía, la mano del presidente de la Conaliteg. Ríe también el Secretario de Educación Pública. Hay libros, están listos y es cuestión de semanas que lleguen a los salones de clase.

LA PRIMERA ENTREGA. Han pasado cuatro días desde aquella tarde de martes. Hace frío, y el secretario Torres Bodet sufre por la gripa. Pero está comprometido para ir a San Luis Potosí, a la inauguración de una secundaria. Allá verá al gobernador, el periodista Francisco Martínez de la Vega. En su oficina, ya hay unas pocas cajas con los ejemplares de los libros de texto para primer año.

Son hermosos: tienen en la portada los retratos de Hidalgo, de Madero, de Juárez, pintados por Siqueiros. Aunque la reproducción es muy buena, piensa el secretario, no hay manera de que le haga justicia al enorme y espléndido cuadro pintado por don David. Pero a los niños, se ilusiona el poeta que ha sacrificado su vocación literaria por la vida pública, les gustará, y a los maestros les emocionará. Decide llevarse esas cajas de libros, por si surgiera la oportunidad.

Y así ocurre. Después de cumplir con las actividades, el gobernador le habla de una primaria rural, en El Saucito, a unos minutos, en auto, de San Luis Potosí. Puede ser ése el sitio. Y ahí van. Tal vez Torres Bodet lo ignora, pero uno de los fuertes críticos de los libros de texto, el presidente de la Unión Nacional de Padres de Familia, el abogado Sánchez Medal, se ha marchado también a San Luis Potosí, olfateando, presintiendo, acaso informado, que esos libros serán repartidos en una escuela, y quiere hacer oír su voz. En un gesto muy de la época, el gobernador Martínez de la Vega, convenientemente alertado, opta por un remedio sencillo: meter al bote por día y medio al crítico ruidoso, sin maltratos ni agresión; nada más en lo que se va el Secretario.

Los funcionarios llegan, los maestros, los niños se sorprenden. A los pequeños los forman ante una modesta mesita, sacada de la dirección. Enfundado en su abrigo, Jaime Torres Bodet entrega, por primera vez, un libro de texto gratuito. Y siente que los desvelos, que las carreras, que las polémicas, han valido la pena, de todo a todo.

Recibe el primer libro una niña morenita, María Isabel Cárdenas. El secretario particular de Torres Bodet, otro escritor, Rafael Solana, apunta el nombre. No lo olvidará. Es el 16 de enero de 1960.

Así empezó aquella historia. Así empezó a cambiar la historia de la educación de este país. Así nació esa pequeña fiesta que cada inicio de ciclo escolar ocurre eb cada escuela de este país desde hace 60 años.

La prensa potosina, no bien se entera, se da vuelo anunciando el suceso. Un cartonista resume lo que sucedió allá en El Saucito: dibuja al secretario con una coronita, como si fuera un cuarto Rey Mago, llevando un regalo involvidable. No sólo es inolvidable: es, será, perdurable.