Opinión

Enrique Serna y el México bárbaro productor de insanas nostalgias

Enrique Serna y el México bárbaro productor de insanas nostalgias

Enrique Serna y el México bárbaro productor de insanas nostalgias

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La literatura de Enrique Serna tiene una vena satírica presente en casi todos los géneros que aborda: cuento, ensayo o novela. Con excepción quizá de un par de títulos, he leído con placer la mayoría de sus libros y buena parte de su trabajo periodístico.

Salvo algunos fardos académicos y ciertas noticias que no tengo más remedio que soplarme, si no encuentro gozo en lo que leo suspendo el martirio. Pero gozo y placer en la lectura de Serna no es hedonismo, sino angustia, porque retrata con agudeza la condición social del mexicano y sus taras históricas capaces de engendrar monstruos como Carlos Denegri, personaje principal de su más reciente novela: El vendedor de silencio.

En casi medio millar de páginas, Serna entreteje la biografía “del mejor y más vil de los periodistas” a decir de Julio Scherer, con la vida política del México posrevolucionario que tuvo su primer quiebre drástico en el 68 y que, pese a los sucesivos quiebres posteriores, incluso los electorales, se obstina en regresar a la concha patriarcal.

Es muy posible que el lector de esta novela oscile entre diversos estados de ánimo como el enojo, el asombro, la risa cómplice, la carcajada y desde luego la tristeza, porque a través de la documentada novela biográfica de Denegri se exponen bajo el microscopio varios vicios muy arraigados en la cultura mexicana como la brutalidad que emana del poder político, la corrupción que mueve buena parte de la economía, la doble moral de las tres clases sociales y el machismo en todas sus paródicas y trágicas gamas, que van desde el donjuanismo ridículo hasta la brutalidad de los golpes o las armas contra las mujeres, en medio de serenatas y bravatas que, si no fuera porque de muchas de ellas hay testimonios textuales o verbales en los que Serna indagó, uno no daría crédito. La caricatura del charro que le dio fama a México gracias a la Época de Oro del cine nacional, Serna la lleva a extremos delirantes en un par de episodios que no cuento porque es de mal gusto echarle a perder la fiesta a un lector potencial.

El alcohol ingerido por la mayoría de los personajes que en Denegri facilita sus arrebatos psicóticos, transita de vaso en vaso, de mesa en mesa, de cama en cama para monstrarnos también un México que, sin dejar de ser bárbaro, produce nostalgia aunque no nos haya tocado vivirlo. A mí me la produjo la envidiable vida nocturna de la Ciudad de México, que sufrió un ligero declive con Ruiz Cortines y a la que todavía era posible concebir como la región más transparente. Por cierto, en la novela encontramos pasajes en los que Alfonso Reyes podía lo mismo toparse con el protagonista en un burdel, que convivir amablemente con una de las esposas del periodista de Excélsior al lado de Vasconcelos y su también joven esposa.

La hipocresía emanada de la intelectualidad cercana al poder, como fue el caso de Salvador Novo, parece ser una tradición que heredaron muchos de nuestros intelectuales y periodistas, a quienes se les ha ido cayendo el teatro con las nuevas formas de comunicación que los ponen al desnudo.

Sólo me encontré un prieto en el arroz que acaso pueda ser corregido en la siguiente edición: en la página 273 hay un diálogo entre Denegri y una de sus esposas que por equivocación le es atribuido al inicio del mismo a una de sus amantes con las que más tarde contrajo nupcias.

Enique Serna tiene una prolífica producción que lo va alejando de muchos de sus contemporáneos. En El vendedor de silencio echa mano de una gran cantidad de recursos que mantienen la tensión: regresos en el tiempo, uso de varias voces narrativas que oscilan básicamente entre la segunda y tercera persona del singular, aunque también hay algunos pasajes en primera y fragmentos textuales de trabajos de Denegri que Serna pone en contextos verdaderamente excepcionales.

@dgfuentess