Opinión

Entre la izquierda autoritaria y el parto de los montes

Entre la izquierda autoritaria y el parto de los montes

Entre la izquierda autoritaria y el parto de los montes

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Aunque la intención mexicana en la reunión de la CELAC era enviar un mensaje de unidad latinoamericana, y avanzar hacia una nueva forma de organización regional, el resultado fue, apenas, una declaración general sobre la salud ante la pandemia, con la oferta de apoyo de parte de la CEPAL, y la evidencia de que, por más retórica que se gaste, se trata de una familia desavenida.

Detrás de esas insuficiencias hay, por lo menos, dos factores. Uno es la sombra de Estados Unidos -no como amenaza, sino como socio imprescindible-. El otro, la visión obsoleta de la realidad regional de parte de varios gobiernos latinoamericanos que se dicen de izquierda, incluido el anfitrión.

Esa combinación de factores resulta en una serie de incongruencias y contradicciones, difícilmente salvables.

Tenemos problemas cuando, en la pluralidad ideológica de los gobiernos de la región, el concepto de gobiernos de izquierda está hegemonizado por regímenes autoritarios o dictatoriales.

Cuando se le da un trato especial al gobierno cubano, como en esta ocasión, en realidad se está rindiendo homenaje al mito de la Revolución Cubana, a un fetiche histórico que hace tiempo ha caducado. Con el gobierno de Díaz-Canel, a estas alturas nada más se alinean los nostálgicos de un pasado que prometió un futuro que no fue y los autoritarios, que ven en él un ejemplo de resistencia (pero no al imperialismo, sino a cualquier brote democrático).

Ese trato distinguido, la presencia de Nicolás Maduro y la ausencia de un representante de alto nivel de Argentina -sumido el peronismo en una crisis que ha causado fuerte división interna, tras el reciente batacazo electoral- generaron un desequilibrio, que el presidente López Obrador no quiso resolver, por sus filias propias del siglo XX. Eso presagiaba que la reunión de la CELAC terminaría en el parto de los montes.

En la reunión quedó claro que, por ahora, la voz cantante de las autodenominadas izquierdas en América Latina la llevan los regímenes autoritarios. Las derrotas que significaron pérdida del poder para las izquierdas en Chile y en Uruguay así lo permitieron. Y eso, a su vez, permitió que las voces de los representantes de gobiernos conservadores tuvieran más influencia que el peso relativo de sus respectivos países en la región, logrando poner a las dictaduras a la defensiva.

Fue la diferencia entre argumentaciones con sustancia y la retórica hueca. Y significativo fue que, cuando los autoritarios intentaban defenderse, se enredaban más en el berenjenal (Díaz-Canel y su crítica a los autores de “Patria y Vida”)

Por otra parte, el convidado de piedra ahí estuvo y no hubo manera de decir que no. Resulta por lo menos paradójico que en el comunicado conjunto, en medio de la nube de palabras, no hubiera una sola dedicada al complejo problema migratorio que vive la región. Los países expulsores de migrantes no dicen nada (ya sabemos que es un tanto cuanto vergonzoso). Pero tampoco lo dicen los receptores: ni las naciones de América del Sur que han recibido a cientos de miles de venezolanos, ni mucho menos México, que se ha convertido en los hechos en “tercer país seguro” para los solicitantes de asilo en EU que logran esquivar los macanazos y llegar a la frontera.

La reunión de la CELAC se llevó a cabo mientras en la frontera norte de México se desarrollaba una crisis humanitaria con los campamentos de los miles de refugiados haitianos que Estados Unidos está dispuesto a deportar masivamente. De eso, ni pío. Bonita izquierda.

Puede haber la retórica latinoamericanista, los gestos que quieran, pero a la hora de las realidades, al gobierno de Estados Unidos no se le dice que no. Ahí está el tema del control migratorio de ejemplo.

Es correcta la idea de que la mejor manera para limitar la migración desde Centroamérica es con una política de desarrollo. Pero, se ha visto, es imposible llevarla a cabo sin la colaboración principal del gobierno estadunidense.

Lo mismo se puede decir en materia de comercio, inversión y políticas de sanidad pública. No hay manera de no asociarse a Estados Unidos, a menos de que se quiera confundir soberanía con autarquía. Ni siquiera Cuba puede evitarlo, con todo y el embargo.

Siendo realistas, en el corto plazo no hay manera de dejar a EU fuera de la jugada. Y menos en el caso de México. No hay, al menos no todavía, pieza de recambio (y quién sabe si sea conveniente).

En ese sentido, podemos hablar de una gran impostura. Mientras se habla de “unión americana” y de soberanía, no se dan pasos serios para ello. Mientras se hace hincapié en las diferencias connaturales a la democracia, se da papel protagónico a quienes ni practican ni aprecian la democracia. Mientras se habla de combatir el cambio climático, se apuesta al combustóleo. Mientras se pretende pintar una raya frente a Estados Unidos, el silencio es lo que manda en la política migratoria, y a ver cómo nos pueden seguir ayudando.

Gestos, gesticulaciones, hacer como si. De eso se trata.

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