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Errores de EU catastróficos que pudieron haber evitado el 11-S

La negligencia, la rivalidad entre la CIA y el FBI y la soberbia de los vencedores de la Guerra Fría despejaron los cielos para que se cometiera el peor ataque de la historia ¿Cómo no lo vieron venir?

Errores de EU catastróficos que pudieron haber evitado el 11-S

Errores de EU catastróficos que pudieron haber evitado el 11-S

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Osama bin Laden desde la cueva en Tora Bora, Afganistán (Al Jazeera)

En una cosa tienen razón los amantes de la teoría de la conspiración en torno al 11-S: Al Qaeda no podría haber conseguido cometer el peor atentado terrorista de la historia sin la ayuda de Washington. Pero se equivocan, rayando en la imbecilidad más pueril, cuando aseguran que el gobierno estadounidense permitió el sacrificio de casi tres mil compatriotas y la destrucción de las Torres Gemelas y el Pentágono, con centenares de miles de millones de dólares en daños, para inventarse una excusa que les permitiera invadir Afganistán y apoderarse de su petróleo, cuando en Afganistán ¡no hay una gota de petróleo!

La explicación de por qué Washington, la capital de EU, y Nueva York, la capital del mundo, fueron sorprendidos esa mañana soleada del 11 de septiembre de 2001 por un puñado de árabes cegados por un odio suicida, es mucho más simple, aunque no por ello menos terrible: porque los servicios secretos de EU, los mejor equipados del mundo, y los asesores y expertos en geopolítica de la primera potencia obviaron todas las señales de alarma durante años, entre ellas, las repetidas ocasiones en las que Osama bin Laden anunció que planeaba un ataque espectacular contra Estados Unidos, por haber “profanado la tierra del profeta (Arabia Saudí) para desde allí atacar Irak y quedarse con su riqueza petrolera”.

Ni en su fantasía más siniestra pudo imaginar Bin Laden desde su escondite en Afganistán el brutal éxito de su misión terrorista, con prácticamente toda la humanidad viendo cómo uno de los cuatro aviones secuestrados se estrellaba contra la segunda torre del World Trade Center, y luego cómo colapsaron los dos tótems del mundo capitalista occidental, mientras miles de estadounidenses y turistas corrían en la calle para ponerse a salvo.

La mirada perdida de Bush y la “ceguera de perspectiva"

El presidente George W. Bush en el momento de ser informado del impacto del segundo avión (CNN)

De las miles de imágenes de ese terrible día, hay una que resume este fracaso de EU a la hora de evitar semejante ataque contra sus ciudadanos. Se trata de la cara del entonces presidente George W. Bush cuando un asesor le informó que un segundo avión había impactado contra la otra Torre Gemela, mientras el presidente leía un cuento a unos niños en una escuela en Florida.

La mirada extraviada del mandatario republicano, intentando digerir el impacto de la noticia, es el retrato perfecto de Goliat en el momento que es derribado por un David que siempre despreció o ignoró, tan ciegamente seguro que estaba de su poder invencible. Y es aquí donde reside el error más profundo de una cadena de fallas graves que condujeron al 11-S: es lo que los analistas conocen como “ceguera de perspectiva”, esa que impide, por ejemplo, que una persona no perciba que hace falta una rampa de acceso a un edificio con entrada de escaleras, porque no va en silla de ruedas.

Cuando la CIA fue informada de que Bin Laden había declarado en 1996 la guerra contra Estados Unidos y que preparaba un atentado espectacular en suelo estadounidense, una fuente de la mayor agencia de inteligencia del mundo comentó a la BBC lo que dijo un directivo: “¿Cómo este saudita con barba, en cuclillas alrededor de una fogata, puede ser una amenaza para Estados Unidos?".

El asesor del entonces presidente Bill Clinton, Richard Holbrooke, usó el mismo tono despectivo para preguntarse “¿cómo un hombre en una cueva puede superar a los líderes mundiales de la sociedad de la información?

¿Dónde estuvo el error de la CIA y de la Casa Blanca? En la “ceguera de perspectiva”. Como prácticamente todos los agentes reclutados eran blancos anglosajones protestantes, menospreciaron el potencial daño que podía hacer un hombre musulmán con aspecto de pobre e inculto (aunque en realidad era rico y culto).

Como lo expresó Lawrence Wright en el libro sobre el 11-S que le valió el Premio Pulitzer, Bin Laden orquestó su operación "invocando imágenes que eran profundamente significativas para muchos musulmanes, pero prácticamente invisibles para aquellos que no estaban familiarizados con esa fe".

Ningún experto en inteligencia estadounidense entendió que, si Bin Laden lanzaba videos de una cueva no era porque fuera un miserable que se escondía donde podía, sino porque la cueva era el lugar desde donde Mahoma hablaba a los fieles. Casi nadie entendió que el jefe de Al Qaeda estaba enviando un mensaje para fanatizar a miles de jóvenes musulmanes en todo el mundo… excepto uno: el agente especial del FBI, John O´Neill, el primero en alertar de los nexos entre Al Qaeda y el primer atentado terrorista de corte islamista ocurrido en suelo estadounidense. Nadie le escuchó.

Atentado (fallido) a las Torres Gemelas: primer aviso

El 26 de febrero de 1993, un camión con 680 kilos de explosivos estalló en el estacionamiento de la Torre Norte, con el objetivo de que colapsara e impactara en la Torre Sur. La explosión mató a seis personas e hirió a un millar, pero falló en su objetivo.

Fruto del negacionismo de las autoridades a seguir la pista árabe, el FBI creyó que el ataque fue obra del narco colombiano Pablo Escobar, hasta que el agente O´Neill dio con el cerebro del atentado, Ramzi Yousef, quien se había ocultado en Pakistán. ¿Y dónde lo halló? En un escondite de Al Qaeda.

Por increíble que parezca, Clinton, que apenas llevaba un mes en la Casa Blanca, no consideró necesario incrementar fondos para investigar a la organización de Bin Laden, cuya traducción en árabe es La Red, lo que animó al millonario saudí a planear con mucha calma otro golpe más espectacular.

Atentados en embajadas: segundo aviso

El 7 de agosto de 1998, dos bombazos sincronizados hicieron volar por los aires las embajadas de EU en Nairobi (Kenia) y en Dar es Salaam (Tanzania). En total, 213 muertos, entre ellos doce estadounidenses, y casi cinco mil heridos.

La respuesta de Clinton fue atacar un campamento de Al Qaeda en Afganistán y un laboratorio químico en Sudán, pero siguió sin tapar el agujero más vulnerable del escudo de seguridad de EU: la falta de comunicación y cooperación entre las diferentes agencias de contraterrorismo.

En 1999, O'Neill envió a un subalterno del FBI a la oficina central de la CIA en Virginia, para intercambiar información sobre Bin Laden. El jefe de contraterrorismo, Michael Scheuer, lo puso a trabajar “en otros casos” y se resistió a compartir información.

El caso más extremo de negligencia ocurrió en el enero del año 2000, cuando la CIA no llamó al FBI para avisar que había detectado el ingreso a Estados Unidos de Nawaf al Hazmi y Khalid al Mihdhar, quienes poco antes habían sido fotografiados por agentes estadounidenses en una cumbre de Al Qaeda en Malasia.

Esa decisión, que permitió a los presuntos terroristas moverse libremente y no ser interrogados por O´Neill, tendría consecuencias catastróficas un año y ocho meses después. Al Hazmi y Al Mihdhar fueron parte del comando que secuestró el vuelo 77 que se estrelló contra el Pentágono el 11 de septiembre de 2001.

Pero antes del 11-S aún dio tiempo para que Al Qaeda enviase otro mensaje de guerra a Estados Unidos.

Atentado contra el USS Cole: tercer aviso

El 12 de octubre de 2000, poco antes de las elecciones que ganó con polémica George W. Bush, una lancha con dos terroristas suicidas se acercó al buque de guerra estadounidense USS Cole, que fondeaba en un puerto de Yemen. La explosión mató a 17 marines. Al Qaeda colgó en internet las fotos de sus dos “mártires”.

De nuevo fue puesto al frente de la investigación el agente O´Neill, pero sus desavenencias con la embajadora de EU en Yemen acabaron torpedeando su trabajo y se regresó frustrado a EU. Casi de inmediato, el FBI le rebajó del cargo y el experto en Al Qaeda tiró la toalla por un trabajo como jefe de seguridad de las Torres Gemelas.

Mientras sucedía esto, lograron entrar sin problemas a Estados Unidos el resto de terroristas, encabezados por el líder de la operación, Mohamed Atta, y pudieron aprender a volar aviones en una escuela de aviación en Venice (Florida), sin que levantaran sospechas.

La última vez que se les vio a todos con vida fue en las cámaras de seguridad de los aeropuertos de Boston y Newark aquella mañana del 11 de septiembre de 2001.

La fatalidad y la cadena de errores y negligencias de sus superiores quiso que el hombre que más luchó por evitar la amenaza terrorista de Bin Laden contra Estados Unidos, el exagente O´Neill, muriera tras el colapso de las Torres Gemelas, y con él otras casi tres mil personas.