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EU y sus aliados señalan a China como el enemigo del siglo XXI

Alerta. La OTAN sitúa, por primera vez, a la superpotencia que lidera el ambicioso Xi Jinping como la mayor amenaza. Trump se marcha de la Cumbre de Londres con la misión de haber impuesto la doctrina antichina de su antiguo ideólogo, Steve Bannon

Alerta. La OTAN sitúa, por primera vez, a la superpotencia que lidera el ambicioso Xi Jinping como la mayor amenaza. Trump se marcha de la Cumbre de Londres con la misión de haber impuesto la doctrina antichina de su antiguo ideólogo, Steve Bannon

EU y sus aliados señalan a China como el enemigo del siglo XXI

EU y sus aliados señalan a China como el enemigo del siglo XXI

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El 4 de abril de 1949, Estados Unidos, Canadá y sus aliados de Europa occidental firmaron una alianza militar —la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN)—, para hacer frente a la amenaza comunista de la URSS y sus aliados de Europa oriental. Seis meses después, el 1 de octubre de 1949, Mao Zedong fundaba la República Popular China, sobre las ruinas de una nación destruida por la guerra y con décadas de atraso económico.

Setenta años después, con la URSS ya enterrada, la OTAN mira con preocupación la consolidación de China como superpotencia militar y tecnológica, de la mano de su presidente más ambicioso y expansionista: Xi Jinping.

Si hace dos meses Xi presidió desde un balcón de la Ciudad Prohibida el mayor desfile de la historia del Ejército chino, para festejar el 70 aniversario de la fundación del régimen comunista, ayer le tocó el turno a la OTAN de celebrar su aniversario, pero en vez de alegría lo que hubo en la Cumbre celebrada en Londres fue inquietud. De hecho, la amenaza china logró lo imposible: que Donald Trump dejase de llamar tacaños a sus socios europeos, a los que exige que eleven sus cuotas si quieren seguir protegidos por el paraguas militar estadunidense; y también logró que el francés Emmanuel Macron dejase de decir que la OTAN se encuentra en “muerte cerebral” por culpa de los chantajes del mandatario republicano.

Ayer, por primera vez en 70 años, la declaración final de la cumbre anual de la OTAN recogía la palabra China en el capítulo de retos: “Reconocemos que la creciente influencia de China y sus políticas internacionales presentan desafíos que debemos abordar juntos, como una Alianza”.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, abundó sobre esta amenaza: “La OTAN se centró primero en la Unión Soviética y luego en Rusia. Es la primera vez que se analizan los desafíos del auge de China. La mera idea de que los 29 (países asociados) lo aborden es un paso importante en la dirección correcta. El auge económico chino crea oportunidades, millones de personas han salido de la pobreza. Pero China invierte también de forma importante en otras capacidades. Hace unas semanas probó un misil balístico que puede llegar a Europa y a Norteamérica; misiles que habrían violado el tratado de control balístico”.

Aunque el jefe de la Alianza ­Atlántica subrayó que el organismo que preside no es ofensivo, sino defensivo — “no es nuestra intención llevar la OTAN al mar de China”, dijo al inicio de la cumbre—, la inclusión de China en la declaración final deja entrever la necesidad de que Pekín firme acuerdos internacionales de reducción de misiles (como los firmados en su día por EU y la URSS) y deja en el aire una pregunta al presidente Xi que genera creciente ansiedad: ¿China es un rival o es un socio?

Tiananmen no se olvida. La pregunta que plantea implícitamente la OTAN tendría una respuesta automática para cualquier joven hongkonés, que diría algo parecido a esto: “De socio nada, es el enemigo. Llevamos medio año gritando en la calle que la democracia en la excolonia está en peligro de muerte y que Pekín está al acecho. Tiananmen no se olvida”.

La publicación la semana pasada de los Papeles de China, una investigación liderada por periódicos de prestigio internacional que destapó la existencia de campos de adoctrinamiento y persecución de la minoría musulmana uigur, confirmó los peores temores sobre la práctica represora del régimen contra cualquier tipo de disidencia, por mucha imagen moderna que quiera vender al mundo.

Ayer, la Cámara de los Representantes votó un paquete de sanciones contra China, en castigo por la represión a los uigures. El hecho de que todos los congresistas republicanos, excepto uno, se unieran a la iniciativa demócrata, meterá presión al Senado y al presidente Trump para que ratifique este nuevo castigo a China.

Si la reciente declaración de apoyo del Congreso de EU a los activistas de Hong Kong ya enfureció a Pekín, las sanciones por la represión uigur podrían acabar empujando a Xi a considerar que Washington no sólo quiere una guerra comercial con China, sino que busca una nueva era de Guerra Fría, cuyo primer capítulo ya habría comenzado, cuando Trump consideró al gigante tecnológico Huawei una amenaza a la seguridad nacional.

Y mientras Steve Bannon, el conspiracionista que susurraba al oído de Trump que China planea no sólo arrebatar la hegemonía a EU en este siglo XXI, sino la derrota de la civilización judeocristiana, celebraba ayer su victoria póstuma en Londres (a dos años de ser expulsado de la Casa Blanca), el mundo debería preocuparse de cómo responderá Xi a esa inquietud de la OTAN: ¿China es el enemigo a batir, o estamos exagerando?

fransink@outlook.com