
“Desde la crisis financiera mundial de 2008-2009, el mayor temor de los mercados financieros ha sido no saber detectar la siguiente crisis. Se ha comparado el colapso del banco de inversión Lechman con la crisis de la deuda europea en 2012, la crisis del gas shale en Estados Unidos en 2015 y la crisis económica de Argentina en 2019. Ninguno de estos eventos, por muy graves que fueran para los inversionistas y las empresas implicadas, se convirtió en una crisis mundial, y esperamos que suceda lo mismo con el Grupo Evergrande chino, es improbable que se convierta en un problema sistémico”.
Existe una cuestión más delicada desde el punto de vista político: se trata de los préstamos que Evergrande ha recibido de contratistas y de todas aquellas personas que han pagado por un apartamento —que la empresa prometió construir en un plazo de solo dos o tres años. Teniendo en cuenta estos factores, estimamos que el desenlace más probable será una reestructuración de la deuda.
Un rescate total por parte del Gobierno chino entraría en conflicto con la nueva filosofía de prosperidad común, ya que Evergrande fue creada en 1996, y los fundadores siguen controlando más de tres cuartas partes de la empresa. Sin embargo, un colapso fuera de control provocaría una gran onda de choque en el mercado inmobiliario y podría afectar gravemente a los contratistas de Evergrande.
Según las últimas estadísticas del Gobierno chino, la construcción sigue representando alrededor del 30% del empleo total y, por tanto, es demasiado importante para ser ignorada. Julius Baer recomienda que una reestructuración de la deuda con amplia protección para los compradores y contratistas nacionales (a expensas de los inversionistas internacionales) minimizaría el riesgo económico y las consecuencias negativas para el Gobierno. Los bonos internacionales de Evergrande ya cotizan a 30 centavos por dólar o menos, un indicio de que el mercado comparte nuestro punto de vista.
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