Opinión

Familia, sociedad y coronavirus

Familia, sociedad y coronavirus

Familia, sociedad y coronavirus

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Ante la epidemia del coronavirus el gobierno ha recomendado mantenerse en casa. De hecho, las guarderías, las secciones maternales, las primarias, secundarias, preparatorias y universidades están cerradas. Muchas empresas han decidido mandar a sus empleados a trabajar en su domicilio (Home Office).

Para ayudar a comprender la nueva situación, algunos medios de comunicación han entrevistado a sicólogos porque, ciertamente, convivir durante tantos días en un mismo espacio produce angustia y fricciones. Algunos de esos sicólogos han recomendado que cada cual mantenga su rutina. Los padres, quienes han de llevar la voz cantante, deben recordarles a sus hijos: “éstas no son vacaciones”, hay que mantener la rutina; levantarse a la misma hora; tomar clases en línea; el padre, tendrá que ponerse a laborar en la computadora; la madre dedicarse a los quehaceres domésticos; todos hacer ejercicio por lo menos una hora. Mantener la mayor independencia personal posible. En suma, conservar los hábitos para preservar la salud mental.

Innegablemente, lo que dicen esos especialistas es una aportación; pero ese enfoque sólo se refiere a la familia nuclear compuesta por los padres y los hijos. Para complementar el argumento recordemos que el concepto “familia” en nuestro país tiene una connotación más amplia. En muchos hogares viven los abuelos, tíos, primos, sobrinos, cuñadas, esposas de los hijos y no sé cuántas personas más. O, si no, muchas veces viven en la casa de junto que tienen puertas o patios comunes.

En vista de las condiciones imperantes, en la tradición mexicana, los que toman el mando de la familia son los abuelos, nuestros mayores o, como se dice ahora “las personas de la tercera edad”. Bueno, pues ellos son los que han tomado o deben tomar en esta emergencia las riendas de la familia por varios motivos, entre otros porque la cuarentena va a durar un buen tiempo y en nuestras costumbres hay una figura que inspira respeto y confianza entre todos.

Baste recordar los sismos de 1985 (19 y 20 de septiembre) cuando se dice “despertó la sociedad civil.” Eso es cierto, pero más rápidamente que la sociedad civil se movilizó la familia en grande (a la mexicana). Ese fue mi caso (como el de muchos otros capitalinos): primero nos cercioramos de cómo estaba mi bisabuela, Catalina Alcántara viuda de Santillán. En su domicilio me encontré a parientes de Jiquilpan, Michoacán (el pueblo de donde somos) que no veía desde hacía tiempo. Somos un familión (una red), igual que muchos círculos familiares de nuestro país.

Luego, efectivamente, en vista de la inacción del gobierno, la gente se unió para tratar de rescatar a quienes habían quedado atrapados entre los escombros o para, tristemente, recuperar los restos de quienes habían perdido la vida en los derrumbes. Recuerdo que decenas de cadáveres fueron depositados en el viejo parque de beisbol del Seguro Social, ubicado entre Avenida Cuauhtémoc y Viaducto, para que sus familiares los identificaran.

En cambio, en el terremoto del 19 de septiembre de 2017, quienes tomaron la iniciativa fueron los jóvenes. Así lo constaté (y di testimonio de ellos en La Crónica, 22/09/2017) en el Tecnológico de Monterrey (CCM). Apenas a las 11:00 a.m. se había realizado un simulacro; pero cuando sentimos el sacudón fue una cosa distinta: sobrevino la confusión, pero rápidamente los estudiantes tomaron la iniciativa y organizaron cuadrillas para enfrentar la emergencia. Una juventud echada para adelante, mostrando una faz esperanzadora.

Con este telón de fondo podemos decir que en este tema del coronavirus y su impacto en la familia y en la sociedad hay que tomar en cuenta que no sólo se trata de enfrentar la angustia y las fricciones que se producen por el confinamiento forzado, sino también el miedo a ser contagiados y la incertidumbre económica. Muchas familias viven al día: “En México, 56.7% de la población que labora en condiciones de informalidad genera 22.5% del Producto Interno Bruto (PIB), y el resto que se emplea en el sector formal genera 77.5% del PIB, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI).” (Forbes, 18/12/2019). Pero si las personas están guardadas en sus casas, no salen tan frecuentemente a comprar en las zonas donde están los ambulantes.

Los efectos económicos de esta pandemia van a ser devastadores, sobre todo para la gente que depende de los ingresos que logra allegarse en una jornada de trabajo. Además, a ciencia cierta, no se sabe cuánto tiempo durará la emergencia.

Por último, quiero resaltar que en el combate a este flagelo, la “sana distancia” y el guarecerse en casa son algunas de las tantas medidas que se debieron haber tomado con anticipación. Corea del Sur, por ejemplo, comenzó a repartir kits de detección masivamente, hizo un rastreo de los infectados y los contactos que habían tenido; esto es, antes de que el paciente presentara los síntomas detectó al infectado a tiempo y su entorno, así evitó que la enfermedad se desbordara. El resultado es que la curva de incidencia en ese país se ha reducido al mínimo.

Nada de eso ha hecho el gobierno de México. Es una irresponsabilidad.

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