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Familias que pasaron de trabajar cuero a diseñar computadoras automotrices

El Bajío es la pequeña China mexicana: crecimiento económico acelerado, parques industriales que se multiplican y nuevos horizantes para los jóvenes... Crónica analiza este caso (desafortunadamente de excepción) del territorio nacional

Parque industrial
Parque industrial Parque industrial (La Crónica de Hoy)

Cuando México, al final del siglo pasado, abandonó el proteccionismo, ingresó al libre mercado y firmó el TLCAN, aparecieron promesas que incluían bonanza económica, multiplicación de ingresos y nuevas fuentes de empleo para la población… Al menos una parte de la población, de conformidad con los datos de pobreza de instancias como INEGI y Coneval, no vieron la materialización de todo esto. Sin embargo, un rincón del país vive hoy ese futuro prometido. Crónica va al Bajío, a esaepequeño bastión de territorio que vive a ritmos de crecimiento chino y donde los abuelos que eran agricultores (prósperos ciertamente, pero sujetos a los altibajos del sector) vieron a sus nietos quedarse a vivir en el terruño, convertidos en algunos casos en técnicos de la industria aeroespacial o en algo inexistente hace tres décadas: emprendedores con vocación al mercado internacional. 

 Lo que ven ahora no puede explicarse sin dos siglos de historia, señala el Secretario de Desarrollo Económico Sustentable guanajuatense, Guillermo Romero Pacheco, a quien Crónica consulta por qué aquí el libre comercio funcionó.

En El Bajío se asentaron las ideas liberales que en el siglo XIX conducirían a la Guerra de Independencia. Es una tierra, agrega Romero, dotada de vocaciones de vanguardia desde entonces: más de dos siglos desarrollándose y pasando esta mentalidad de generación en generación.

 Según cifras oficiales, son 21 mil millones de dólares anuales los que Guanajuato pone en juego dentro del duro mercado internacional, 75 por ciento está en el sector automotriz y el otro 25 por ciento lo conforma el mercado del cuero, calzado, alimentos y artesanías, es decir, productos tradicionales de la región. Modernidad y tradición.

 Los hijos o nietos de campesinos que se quedarán en el Bajío ahora no buscan un futuro en la industria del textil, joyera o en la marroquinería (trabajo en pieles), empleos característicos por años.

 Por ejemplo, José Arroyo, de 23 años, es hijo de marroquineros que es ingeniero en sistemas automotrices, fue becado con el programa de capacitación sin fronteras, que lo llevó a hacer sus prácticas profesionales en Alemania. Al regresar al Bajío, se enroló en la planta de la empresa alemana radicada en el Bajío…

“Eso me cambió la vida ya que me dio la oportunidad de mostrar mis actitudes en la industria automotriz, conocer nuevas culturas, desempeñarme en un ámbito totalmente profesional, el orgullo de mis padres” señaló Arroyo.

 En el Bajío es relativamente común ir por camino, las prácticas en industrias automotrices o aeronáuticas en países como Alemania, EU o Japón están disponibles, y después el muchacho se enrola en las industrias instaladas en Celaya, Irapuato o León. Las banderas de esos países son las que suelen aparecer hondeando, al lado de las mexicanas, en los parques industriales.

 En cuanto a impacto en la población, el funcionario estatal menciona a Crónica un dato que suele utilizar: “Tenemos minería, cuero, calzado y, más reciente, sector automotriz, generando casi 250 mil empleos en lo que va del año; esto significa que de los 3 millones que anunció el presidente Peña Nieto, Guanajuato puso más del 8 por ciento”.

 A unos 30 minutos de Irapuato, en el enclave carretero que une el centro del país con el norte, lo primero que llama la atención del parque industrial local es la amplitud de sus avenidas y el mantenimiento. Una serie de palmeras corona los camellones centrales y quienes diseñaron y administran el lugar se dieron tiempo de pensar en cómo conservar parte de la vegetación original.

En estos centros industriales conviven megaplantas como la Ford, pero también hay naves de 25 por 25 metros que, además, la empresa renta para llegar a instalarse a un lugar prearmado que cuenta con los servicios básicos que puede requerir una manufactura.

Los anuncios espectaculares sobre la carretera anuncian la renta de estos espacios. Éste es el “paquete completo de negocios” Bajío: instalación y mano de obra especializada surgida del propio entorno. El inicio de la producción no tarda así meses como sucede en otros estados. Aquí es prácticamente de manera inmediata, indican a Crónica los funcionarios consultados en recorridos que se han realizado en las últimas semanas.

En Guanajuato son 23 parques industriales (están en edificación 3 más). Castro del Río, en Irapuato, es clave para las autopartes. Las japonesas Tocoya y Fujikura; Alemanas como Volkswagen y americana como Oshkosh, allí se instalaron.

Andrés es habitante de Irapuato, aún no puede creer que llegaran estas empresas a su ciudad. No trabaja en ninguna de ellas, pero lo que estos centros industriales desencadenan es evidente para él: “Están llegando muchas cadenas, muchas franquicias, se está disparando el mercado inmobiliario, la demanda de servicios de entretenimiento, se ve que está circulando más dinero…”.

Lo que Andrés describe hoy son las promesas que hace unas décadas se hicieron sobre la apertura comercial. Muchos en el país aún están en espera de su cumplimiento. Algo sucedió en el Bajío que las promesas parecen haberse cumplido.

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