
El papa Francisco envió sus condolencias por la muerte del comandante Fidel Castro, a quien conoció en Cuba. Es el tercer Pontífice que visita la isla tras Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012. En los tres casos, la diplomacia vaticana realizó importantes esfuerzos en favor de los derechos humanos, la libertad religiosa y por un mejor entendimiento con los Estados Unidos.
Francisco, con la ayuda diplomática de Canadá, logró el restablecimiento de relaciones diplomáticas, tema que hoy está en total incertidumbre con la elección a la presidencia de Donald Trump.
Estados Unidos rompió con Cuba en 1961. La inestabilidad creció hasta llegar a la Guerra Fría con la crisis de los misiles que la URSS pretendía instalar en la Isla en 1962. El conflicto amenazaba la paz mundial y Juan XXIII escribió en 1963 su Encíclica “Pace in Terris” como un llamado al orden internacional.
La Iglesia misma enfrentó problemas con Cuba por haber criticado las leyes agrarias y urbanas de la Revolución en 1959, y por la incompatibilidad ideológica, agudizada cuando sacerdotes españoles con ideas franquistas se opusieron a las izquierdas y fueron expulsados o encarcelados. La nacionalización de escuelas católicas agravó el conflicto. La respuesta de la Revolución fue el ateísmo de Estado y la prohibición a cualquier creyente de acceder a cargos públicos en el gobierno comunista.
En 1986 Apareció el libro: “Fidel Castro y la Religión, conversaciones con Frei Betto”, donde se lee: “Las clases privilegiadas quisieron utilizar la Iglesia contra la Revolución” y explicó el sentido de sus palabras: “Nuestra experiencia demuestra que cuando los cristianos, apoyándose en su fe, son capaces de responder a las necesidades del pueblo y de la historia, sus mismas creencias los impulsan a la militancia revolucionaria. Nuestra experiencia nos demuestra que se puede ser creyente y a la vez revolucionario consecuente, y que no hay contradicción insalvable entre ambas cosas”.
Los tres papas que han visitado Cuba se pronunciaron por el fin al bloqueo de los Estados Unidos, lo que trajo simpatías entre creyentes y no creyentes. La respuesta de Castro fue que el Jueves Santo fuera declarado feriado, las religiosas de Madre Teresa de Calcuta fueron invitadas a trabajar en Cuba y luego las de Santa Brígida. Castro también otorgó privilegios la Iglesia Ortodoxa Griega y a la Ortodoxa Rusa, que habían prosperado cuando Cuba y la URSS tenían mayores contactos.
El Papa Francisco, con mayor sensibilidad hacia los problemas americanos, y las conferencias episcopales de Estados Unidos y Cuba que durante varios años hicieron esfuerzos para reconciliar a los dos países, finalmente triunfaron, y en octubre de 2012, el Santo Padre recibió en el Vaticano a ambas Delegaciones episcopales.
Luego el Papa envió cartas a Obama y a Castro, quienes finalmente hablaron por teléfono durante una hora el 16 de diciembre de 2015, y ese paso se dio porque había antecedentes de buena voluntad Obama le dio la mano a Castro en el funeral de Nelson Mandela en 2013, y cuando Cuba ofreció su aeropuerto como para ayudar a Haití, luego del terremoto.
En el libro mencionado, el Comandante decía: “… tenemos un enemigo que ha usado la religión como ideología contra nuestra Revolución… podemos autocriticarnos tanto nosotros como las iglesias en Cuba, fundamentalmente la Iglesia Católica, de no haber trabajado en la dirección de crear esas condiciones para que desaparezcan los vestigios, la sombra de lo que en el pasado nos obligó a este rigor en la selección de los militantes del Partido.”
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