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Gran Bretaña, ante las elecciones más mediocres de su historia moderna

Comicios. Los británicos deciden hoy si dan todo el poder al populista Boris Johnson, que promete brexit para el 31 de enero, o si le niegan la mayoría absoluta, desviando votos al laborista Jeremy Corbyn, que promete un segundo referéndum. Los dos son tan patéticos que los ex primeros ministros Tony Blair y John Major han pedido a sus compatriotas que no voten a los candidatos de sus propios partidos

Comicios. Los británicos deciden hoy si dan todo el poder al populista Boris Johnson, que promete brexit para el 31 de enero, o si le niegan la mayoría absoluta, desviando votos al laborista Jeremy Corbyn, que promete un segundo referéndum. Los dos son tan patéticos que los ex primeros ministros Tony Blair y John Major han pedido a sus compatriotas que no voten a los candidatos de sus propios partidos

Gran Bretaña, ante las elecciones más mediocres de su historia moderna

Gran Bretaña, ante las elecciones más mediocres de su historia moderna

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El brexit, convertido desde que se aprobó por la mínima, hace tres años y medio, en un agujero negro que engulle lo que queda de flema británica —ese carácter calmado e impasible del que hacen gala sus ciudadanos— tiene hoy un nuevo episodio dramático: elecciones generales en el Reino Unido, convertidas en una especie de segundo referéndum sobre si el país quiere salirse de Europa, y en caso afirmativo, cómo y quién debería negociar y firmar los papeles del divorcio.

La prueba más evidente de que los británicos han perdido no sólo la flema sino el sentido común es que ahora son mayoría (leve, pero mayoría) los que no quieren el brexit, como anuncian las encuestas; pero, esas mismas encuestas anuncian la victoria segura del populista Boris Johnson, el mismo que contribuyó con sus mentiras a que ganara el brexit en el referéndum del 23 de junio de 2019 y que ahora promete culminar este 31 de enero, aunque sea por las malas y arrastre al país al caos, al aislamiento y al colapso de su sistema público de salud, por falta de personal médico procedente de otros países.

Otro dato desconcertante: el nivel de rechazo de los británicos hacia el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es tan grande, como la profunda admiración que siente Johnson hacia el republicano; y sin embargo, la “piñata” británica del presidente de EU está a un paso de ser ratificado en las urnas para que lidere la tercera economía de Europa y culmine su promesa de romper con sus socios comerciales europeos y formar una alianza estratégica con Washington. Se daría así la paradoja de que los británicos (en realidad los ingleses y los unionistas norirlandeses, los escoceses desde luego no) se disponen a elegir a un político dispuesto a unir el destino de la (diminuta) isla a su (gigantesca) excolonia.

“¿Parlamento colgado?” Después de casi toda la campaña electoral con las encuestas anunciando una cómoda mayoría absoluta para el premier en funciones, Boris Johnson, pese al bochornoso espectáculo que dio cuando ordenó el cierre del Parlamento para que no vetaran su brexit duro, las últimas cifras arrojan un tímido incremento del apoyo al laborista Jeremy Corbyn, no tanto por méritos propios, sino por el miedo a que el ambicioso líder tory acumule demasiado poder y ponga en peligro el juego democrático, como ocurre con Trump y su enfrentamiento con el Congreso de EU, con la prensa y con los jueces que frenan su autoritarismo.

La encuesta de la firma YouGov publicada ayer por el diario conservador The Times otorga a los tories el 43% de apoyo, seguido de los laboristas con el 34%, una diferencia de nueve puntos frente a otras encuestas recientes que les concedían una brecha de 13 puntos.

Traducido en escaños, la horquilla más alta concede a Johnson 367 asientos en la Cámara de los Comunes, suficientes para la mayoría absoluta (326); sin embargo, la horquilla más baja le otorga unos insuficientes 311 escaños, por lo que tendría que pactar con otros partidos para formar gobierno (lo que ellos llaman Parlamento colgado).

En cualquier caso, la mejora en las encuestas de los laboristas no es para que salten de alegría. Obtendrían 231 escaños, lejos del descalabro que se anunciaba hace apenas una semana, pero lejos también de los 262 obtenidos en las elecciones de 2017. Gran parte de la culpa del fracaso anunciado de Corbyn, pese a que llegó a ser favorito en tiempos de la malograda primera ministra Theresa May, se debe precisamente a su ambigüedad ante cómo afrontaría la cuestión del brexit: un día no lo apoya; otro día sí, pero pactado; otro día no sabe; y ahora promete a regañadientes un segundo referéndum.

Al menos Johnson ha sido fiel a su apuesta por el brexit, al igual que lo han sido los Liberales Demócratas y su rechazo sin paliativos a salirse de la Unión Europea, y con ellos surge otra paradoja: una mayoría de británicos apoya ahora la permanencia en Europa, pero no están dispuestos a dar el Gobierno a los que piensan igual. En la encuesta del The Times, los LibDem obtienen un pobre 12%.

Los otros partidos que rechazan el brexit apenas llegan al 3%. Es el caso de los Verdes y el Partido Nacionalista Escocés (SNP), que espera arrasar hoy en Escocia y ganar fuerza para pedir un segundo referéndum de independencia, el que estaría dispuesto a permitir Corbyn, pero Johnson ya ha advertido que no.

“Elecciones penosas”. Ante este panorama, la analista con base en Londres, Jenni Rusell, publicó ayer un artículo para The New York Times con un titular que no oculta su malestar y su desolación: “Britain’s Miserable Election”.

Ante la disyuntiva de a quién votar, describe a los dos principales contendientes como “dos mediocres y vanidosos charlatanes”, especialmente Johnson, al que acusa, además, de “fanfarrón y mentiroso”.

Pero lo peor ni siquiera es lo que opina la analista inglesa, sino lo que subraya en su columna de otros: “Corbyn y Johnson causan tanta alarma, que, en una intervención sin precedentes, dos exprimeros ministros, el laborista Tony Blair y el conservador John Major, han rogado a los simpatizantes de sus partidos que no voten a sus respectivos candidatos”. Y concluye con una lapidaria frase: “La política británica nunca ha visto nada igual”.

fransink@outlook.com