
El movimiento insurgente que encabezó el cura Miguel Hidalgo en la población de Dolores, Guanajuato, el 16 de septiembre de 1810, no sólo fue un hecho histórico que marcó el inicio de nuestro proceso independentista, sino también es el parteaguas de una serie de acontecimientos que dieron vida e identidad a los distintas provincias y territorios, por los que transitaron los caudillos insurgentes, en búsqueda de simpatías militares y armas para consumar la causa.
Para el estado de Guerrero y su población, septiembre significa un mes de conmemoración histórica, por un parte, debido a la celebración de las fiestas patrias y del inicio de nuestra lucha armada de independencia, pero principalmente, por haber sido cuna de la ingeniería constitucional mexicana y un Estado que arropó a las fuerzas insurgentes en un momento álgido y de grandes riesgos para los líderes de este movimiento.
La ciudad de Chilpancingo, elevada a este rango por José María Morelos y Pavón meses después de la creación de la provincia de Tecpan en junio de 1813, permitió que las fuerzas disgregadas por el territorio nacional pudieran reunirse en un primer intento por coordinar la lucha armada y lograr aventajar a las fuerzas realistas comandadas por el virrey Félix María Calleja, al tiempo de instituir un documento de carácter constitucional en el que encontraran plasmadas las bases de nuestra organización nacional, así como las principales demandas de la sociedad.
Luego de una ardua labor de conciliación política entre las principales fuerzas insurgentes, Morelos logró reunirse con los diputados electos al Congreso Constituyente en Chilpancingo para comenzar con la redacción de una ley fundamental. Para ello, el general vallisoletano, con su gran visión de estadista, expidió el Reglamento del Constituyente el 11 de septiembre de 1813 —el primero de su tipo para el derecho parlamentario mexicano—, contemplando su forma de instalación, funcionamiento y atribuciones.
Tres días después, el 14 de septiembre de aquel año, se pronuncia el discurso de apertura del Congreso y en donde el Siervo de la Nación presentó sus 23 puntos para la Constitución, mejor conocidos como los Sentimientos de la Nación, proclamando: la independencia, la religión católica como única, la soberanía como un poder dimanado inmediatamente del pueblo, la forma de gobierno y organización política del movimiento insurgente, la proscripción de la esclavitud, entre otros de sus principales postulados.
Hoy en día, en vísperas de la conmemoración de sus 203 años, los Sentimientos de la Nación dan cuenta de un documento histórico que ha dejado huella imborrable en la identidad de los mexicanos, y que, en esencia, no deja de perpetuarse como parte de nuestros principios fundamentales que se encuentran contenidos en la Constitución de 1917 y que en febrero cumplirá un siglo de vida.
Esta semana, los mexicanos conmemoramos un año más de historia, independencia, símbolos patrios y constitución; elementos que fungen como una piedra angular de nuestro calendario cívico y que nos permiten rememorar la heroica gesta de mujeres y hombres que fueron acogidos por el hoy estado de Guerrero para concluir con varios siglos de sumisión y dependencia a la Corona española. El gobernador Héctor Astudillo Flores, consciente de ello, se ha sumado a este esfuerzo y ha promovido diversos actos en Chilpancingo con la finalidad de evocar a nuestro pasado y contribuir a un plausible fortalecimiento de nuestra identidad y bases nacionales.
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