
A los 13 años de edad, Mari Carmen Serra Puche supo que se dedicaría a estudiar el pasado prehispánico del país gracias a que una de sus maestras de tercero de secundaria le presentó a Laurette Séjourné (1911-2003), pionera en la exploración de Teotihuacán. Hoy, Serra Puche es una de las arqueólogas más destacadas del país que durante 20 años se ha dedicado a la preservación del sitio Xochitecatl-Cacaxtla, ubicado en Tlaxcala.
“Entré a estudiar antropología en 1967 y en aquel momento se inauguró el Museo Nacional de Antropología, entonces la carrera se impartió ahí en el museo, éramos mitad mujeres y mitad hombres, además en mi casa nunca me dijeron por qué iba a estudiar arqueología, lo único que no les convencía era que la carrera no estuviese en la Universidad Nacional Autónoma de México”, narra Serra Puche.
La actual investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM recuerda que cuando tenía 13 años tuvo una maestra de nombre Oliva que la acercó a la arqueología.
“Ella era muy amiga de Laurette Séjourné, una arqueóloga que se casó con Arnaldo Orfila, quien en ese momento era el director del Fondo de Cultura Económica. Séjourné excavó Teotihuacán, entonces tuve la fortuna que en tercero de secundaria, a través de mi maestra, la conociera y le ayudara a trabajar la cerámica. Ese momento me marcó mucho”, recuerda.
Ya en la carrera, Serra Puche tomó clases con maestras y maestros excelentes. “De maestras me acuerdo de Beatriz Braniff, Noemí Castillo, Beatriz Barba de Piña Chan, Lorena Mirambell… ellas junto con otros maestros nos formaron, eran exigentes, sobre todo en el trabajo de campo”.
La arqueóloga ingresó al poco tiempo al Museo Nacional de Antropología (MNA) a un departamento de máquinas electrónicas para clasificar las bodegas, pero su máxima ilusión era entrar a la UNAM, sueño que cumplió cuando estaba embarazada de su primera hija.
“En la UNAM debía de tener un proyecto propio, antes había hecho prácticas en el Metro recuperando tepalcates, trabajé en Xochicalco y Tlatilco, pero enfrentarme a mi primer proyecto sola en campo con 60 peones me daba miedo, pero lo logré: trabajé el sitio Terremote Tlaltenco, ubicado entre Tulyehualco y Tláhuac, Ciudad de México. Con ese proyecto hice mi doctorado y después tuve a mi segundo hijo”, cuenta.
Serra Puche fue directora del Instituto de Investigaciones Antropológicas a los 32 años de edad, después fue directora del recinto cultural más importante del país: el Museo Nacional de Antropología, y posteriormente le fue asignado por Presidencia el estudio del sitio Xochitécatl-Cacaxtla.
“La pirámide está dedicada al volcán de la Malinche, que es una mujer. En una de las escaleras de la pirámide se encontraron muchos entierros femeninos que seguramente eran mujeres sacrificadas con puras ofrendas de figurillas, entre ellas, hay una mujer que va en un trono, lleva su cetro y escudo”, comenta.
Actualmente la arqueóloga iniciará un nuevo proyecto: un recorrido virtual por esa Pirámide y en general, por toda la zona de Xochiténcatl. En tanto, espera recursos para continuar la excavación del lugar tlaxcalteca que ha estudiado por más de 20 años.
“En México hay un problema que es independiente a si eres hombre o mujer: no hay dónde trabajar; o trabajas en el INAH o trabajas en la UNAM o en institutos de San Luis Potosí o Veracruz. La arqueología no es una disciplina con la que pudieses poner una empresa, tienes que depender del INAH y tus proyectos siempre son costosos porque tienes peones, aparatos específicos, laboratorios y debes hacer fechamientos”, señala.
—¿Qué debemos de aprender de las culturas antiguas de Tlaxcala?, se le pregunta.
—El amor a la naturaleza, pero más que aprender creo que las tradiciones deben mantenerse, el patrimonio cultural de México tiene que seguir preservándose, cosa que no lo estamos haciendo, seguimos teniendo 68 lenguas indígenas…
“El pasado está presente para donde voltees, si vas al campo sus casas siguen siendo iguales que las prehispánicas, aún usamos el metate, el molcajete, seguimos comiendo gusanos y chapulines. Hay que quitarnos la idea, sobre todo entre los jóvenes, de que si hablas una lengua indígena eres menos o que si comes tortilla eres menos”, responde.
La investigadora de la UNAM recuerda que hace poco dio una plática a arquitectos jóvenes, a quienes les preguntó ¿quiénes conocen el segundo piso del Museo Nacional de Antropología?
“Es una realidad que muchos no suben y eso me costó muchísimo cuando fui directora: hacer que la gente subiera que es donde está el presente. El proyecto del museo fue que estuviera el pasado y el presente unidos. A ver si con el Tren Maya no destruimos muchas cosas, ojalá que no”, expresa.
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