Rubén Ortiz Torres (CDMX 1964), artista que reside desde los noventas en Estados Unidos, obtiene con Customatismo, 2019-20, su primer exposición retrospectiva en México curada por Mariana Botey para el MUAC y donde se revisan 30 años de producción.

Gorras de béisbol intervenidas que abordan tópicos raciales e históricos, fotografías que documentan parques, restaurantes o celebraciones que mezclan referencias prehispánicas, anglosajonas, chicanas o mexicanas; podadoras, carritos de mercado o patrullas fronterizas customizadas como autos Low Rider y que se auto-desarman y giran sus partes, versiones chicanas del arte abstracto, etc., demuestran los tres procesos de hibridación cultural constantes en la obra de Ortiz Torres: Apropiación de una cultura a otra, Adaptación de estos “robos” respecto a necesidades personales o colectivas y la Parodia como mecanismo de “resistencia cultural y creación de nueva subjetividad” (Cuauhtémoc Medina, expo Alien Toyz, 1998).

En Power Tools, 1999, Ortiz Torres adapta como un lujoso Low Rider a una ruidosa y contaminante sopladora de hojas de jardinero, y la compara con otra sopladora silenciosa y sin emisiones creada por Gody Sánchez, migrante que resolvió la prohibición de estos aparatos en LA. Esto evoca a David A. Greene, para quién Rubén en sus fotos al cruzar acción y documento trascienden la pura crítica para más bien hacer cultura (Art & its Double, 1993).

Muchos artistas mexicanos de la generación de Rubén han apropiado arte del primer mundo, además de adaptarlo a sus necesidades y/o parodiar críticamente, creando así una economía global de los discursos del arte, y donde Ortiz Torres funge como aglutinador, ya que si bien Néstor García Canclini en su libro Culturas Híbridas…1990, con conceptos como Poderes Oblicuos, Desterritorialización, Reterritorialización, Descoleccionar, etc., sienta una teoría sobre la hibridación, es justo Rubén Ortiz Torres quien desde el arte impulsa a la hibridación como una estrategia de acción cultural.

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