Opinión

Hipocresía divina: abusos sexuales de sacerdotes

Wendy Garrido Granada
Wendy Garrido Granada Wendy Garrido Granada (La Crónica de Hoy)

No hay perdón de Dios ante los abusos sexuales que sacerdotes han cometido contra niños, niñas y adolescentes. Recientemente la Corte Suprema de Pensilvania publicó un documento de 1356 páginas de horror, estremecimiento e indignación. Más de 300 sacerdotes abusaron de más de mil víctimas infantiles durante las últimas siete décadas sólo en ese estado de la Unión Americana.

El Papa Francisco ha estado muy preocupado por los niños que son adoptados por parejas homosexuales, cuando no hay casos documentados de abusos y mucho menos escándalos como sí existen en la Iglesia Católica. También se ha manifestado contra la legalización del aborto, sin importar que antes de los tres meses sean sólo células y que las mujeres más pobres sean las que más mueren por abortos clandestinos e insalubres.

Durante la discusión por la ley de interrupción voluntaria del embarazo en Argentina, el Papa calificó al aborto como moda y lo comparó con “lo mismo que hacían los nazis para cuidar la raza, pero con guantes blancos”. El aborto es uno de los procedimientos más antiguos que millones de mujeres alrededor del mundo han practicado. Y si algo se puede comparar al genocidio nazi es la conquista espiritual, económica y política en la que participó la Iglesia Católica junto con España en Latinoamérica donde fueron asesinados 90 millones de indígenas. O la Santa Inquisición que mató a millones de personas para “suprimir la herejía”.

Bergoglio ha dedicado discursos más largos a criticar la diversificación de las familias, porque él y la Iglesia Católica sólo considera que la familia, “imagen de Dios, hombre y mujer, es una sola”. O a juzgar a las parejas que han decidido no tener hijos y criticar que prefieren tener alguna mascota, ellos —dice— son los culpables de la caída de la natalidad.

Es esa figura del Papa, ahora representada por Francisco, la que juzga a las mujeres, cuando la institución es propiamente patriarcal y las mujeres no tienen cabida, ni voz ni voto; y su representación sólo es como santa o prostituta. Juzga a los homosexuales cuando supuestamente son asexuales y juzga a las familias cuando tiene prohibido tener una.

Lo que sí le concierne a la Iglesia Católica y al Papa Francisco es hacerse responsable por sus sacerdotes pederastas y depravados sexuales. Pierden toda autoridad moral y credibilidad al opinar y enunciarse sobre temas que realmente no dominan y desconocen.

Altos funcionarios de la iglesia de Pensilvania y en el Vaticano conocían y encubrieron los abusos, según la investigación del fiscal general del estado, Josh Shapiro. La Iglesia se tardó en responder y lo hizo con un escueto y cajonero comunicado. El Papa respondió con una carta una semana después, llamándolos de una forma exacta “criminales”.

A la Iglesia Católica le urge un exorcismo. Tiene en su interior demonios. Debe comenzar una reconfiguración, la más importante es cuestionarse sus propios dogmas que demuestran que “el patriarcado religioso recurre a las agresiones sexuales para demostrar su poder omnímodo en las religiones… Masculinidad sagrada y violencia, pederastia religiosa y patriarcado son binomios que suelen caminar juntos y causan más destrozos que un huracán”, como bien escribe Juan José Tamayo, académico e investigador de Teología y Ciencias de las Religiones en el periódico español El País.

Es hora de que la Iglesia comience a concentrarse profundamente en prevenir los casos de abuso sexuales y pederastia. Y en castigar a los criminales no con el perdón divino, sino con el terrenal y civil.

Dejar que los niños se acerquen a los sacerdotes hasta que éstos realmente se hayan comprometido con acabar con los abusos sexuales.

@wendygarridog

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