Opinión

Ideologías en las trincheras

Ideologías en las trincheras

Ideologías en las trincheras

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hay pocos asuntos que susciten tanta excitación dialéctica como la crisis en Venezuela. Todo el mundo tiene algo que decir aunque apenas tenga idea de cuál es realmente la situación social en el país y de cuál es el contexto político completo de lo que está ocurriendo. No importa demasiado conocer todas las claves del conflicto para lanzar una opinión personal al respecto.

Es lo mismo que ocurre con el histórico y aparentemente irresoluble conflicto entre Palestina e Israel; incluso mucha gente se atreve a lanzar veredictos sobre la guerra en Siria sin conocer todas las claves del tablero geopolítico en la región, que, dicho sea de paso, es de una complejidad extrema.

Pero quizás Venezuela sea el arma arrojadiza política más versátil de todas. Durante la campaña electoral mexicana vimos cómo la derecha trataba de azuzar el miedo en los votantes asegurando que AMLO nos convertiría en Venezuela. En España, la derecha también ha acusado al Podemos de Pablo Iglesias de querer convertir al país en Venezuela. Es el cóctel molotov dialéctico perfecto para incendiar cualquier debate político.

Ésta es una realidad que ha quedado más que patente después de que el líder opositor Juan Guaidó desconociera al régimen del dictador Nicolás Maduro y se autoproclamara presidente interino de Venezuela, un movimiento que recibió el respaldo de buena parte de la comunidad occidental.

Siguiendo con España, el líder de Izquierda Unida (integrada por el momento en Podemos), Alberto Garzón, no dudó en tildar la declaración de Guaidó de “golpe de Estado”, una postura que replicó buena parte de la izquierda española menos moderada, mientras la derecha aprovechaba la situación para redoblar sus ataques al régimen chavista.

Pero, ¿cómo es posible que alguien siga defendiendo a Nicolás Maduro y a su narcocleptocracia de pseudo izquierda? ¿Cómo una persona progresista, que se supone que lucha por el bienestar de la gente contra los abusos del poder y del capital, llega a defender a un régimen que, literalmente, está matando de hambre a su gente como quizás no se veía desde Pol Pot?

La explicación está en las trincheras. La principal razón por la que la izquierda española más militante está atacando a Guaidó y defendiendo a Maduro es que la derecha española ha apoyado sin fisuras a la oposición. Es una posición fundamentalmente reactiva.

Los argumentos de algunos sectores para defender a Maduro se suelen resumir en que la culpa de todo la tiene Estados Unidos. Esto pese a que es quien lleva años sosteniendo la economía venezolana casi en su totalidad, puesto que Washington compra el 80 por ciento del crudo que exporta el régimen, y crudo es lo único que exporta Venezuela.

Por otra parte, los defensores del régimen suelen usar la excusa de que la oposición es de ultraderecha, una falsedad fácilmente desmontable con un poco de información; no sólo el antichavismo se agrupa desde varios puntos del espectro ideológico, sino que hay al menos dos partidos opositores (Voluntad Popular y Acción Democrática) registrados en la Internacional Socialista.

Llegados a este punto, la ideología pierde completamente su sentido. ¿De qué sirve definirse como de izquierda si luego vas a defender a regímenes brutales sólo porque quien los lidera es supuestamente de izquierda? Es posible que ser de izquierda no esté necesariamente reñido con apoyar a una dictadura, pero sí debería ser incompatible con justificar a ladrones que masacran a su pueblo.

También sería ingenuo pensar que las derechas apoyan a la oposición venezolana porque les preocupa genuinamente el sufrimiento del pueblo venezolano. La motivación principal de este apoyo es única y exclusivamente el interés por sacar a un gobierno de supuesta izquierda para instaurar un gobierno preferiblemente neoliberal. Y si éste fuera una dictadura no sería problema, desde luego.

La ideología queda despojada de su razón de ser y se convierte en una triste herramienta para lograr objetivos personales, económicos o de partido. Así, resulta evidente que a casi nadie le importa realmente el sufrimiento de los venezolanos. Ni de los tres millones que han huido del país desde 2016 ni de los que no tienen siquiera la posibilidad de salir de Venezuela. Qué bajo estamos cayendo.

marcelsanroma@gmail.com