Opinión

Increíblemente, Rajoy puede volver a ganar

Marcel Sanromà, el artista que pinta con código
Marcel Sanromà, el artista que pinta con código Marcel Sanromà, el artista que pinta con código (La Crónica de Hoy)

El presidente español, Mariano Rajoy, usó de forma torticera el artículo 155 de la Constitución española el pasado noviembre para convocar elecciones en Cataluña (en catalán, Catalunya) para el pasado 21 de diciembre. El resultado le salió mal. Rematadamente mal. Pese a que los unionistas neoliberales de Ciudadanos lograron ganar los comicios gracias a su radical posición anti independentista, las dos grandes candidaturas secesionistas, Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña) y Esquerra Republicana (Izquierda Republicana) lograban retener la mayoría absoluta en el Parlamento de Barcelona junto a los cuatro diputados que logró salvar la fuerza independentista y anticapitalista de las Candidaturas de Unidad Popular (CUP).

Por si esto fuera poco, su partido, el derechista tradicionalista Partido Popular (PP) se pegó un severo batacazo y bajó hasta los 3 escaños, quedando como última fuerza del hemiciclo catalán, por debajo de los anticapitalistas. La lectura, tanto en Catalunya como en Madrid, fue, lógicamente, que Rajoy había salido con muy mal pie de su propio plan. Que, por una vez, había decidido arriesgar algo, un poco, y había perdido. Las tensiones se elevaron en su partido y las grandes empresas españolas decidieron que era hora de reforzar su apuesta por Ciudadanos, como alternativa derechista moderna y presuntamente libre de la corrupción que asfixia al PP.

Los  primeros meses del año se dibujaban especialmente delicados para el gobierno español, con el fiasco de las elecciones catalanas encima de la mesa, con el aliento de Ciudadanos y el club del Ibex 35 (la bolsa de Madrid) en la nuca y con los presupuestos del año en vía muerta. También con una Europa que empieza a evidenciar la debilidad de la separación de poderes en España al negarse a extraditar, o tan siquiera a estudiar peticiones de extradición para los políticos catalanes exiliados en territorio europeo, como Carles Puigdemont (Bélgica), Anna Gabriel, exlíder de las CUP (Suiza) o Clara Ponsatí, exconsejera de Educación (Escocia).

Pero no hay que subestimar a Mariano Rajoy, un superviviente nato que ha hecho del arte de no hacer nada su gran virtud política. Estudiaba uno en clase de filosofía que no realizar ninguna acción también es una acción, y Rajoy se ha convertido en un verdadero maestro de actuar sin actuar; de sentarse en una terraza y dejar pasar los problemas frente a él mientras lee su periódico favorito, el deportivo Marca.

El Partido Nacionalista Vasco (PNV), aliado necesario de Rajoy para aprobar los presupuestos, mantiene una dura postura, en clara simpatía con la reivindicación independentista catalana sobre la represión policial del referéndum unilateral del 1 de octubre pasado y sobre el encarcelamiento de políticos y líderes sociales secesionistas. Sin embargo, Rajoy ha logrado darle la vuelta a la tortilla una vez más, advirtiendo que, si el PNV no le aprueba los presupuestos, no subirá las pensiones para los trabajadores jubilados. Una jugada maestra de mezquindad política.

Pero, la gran victoria de Rajoy está en Catalunya. Lo que era una derrota sin paliativos se está transformando en un éxito rotundo, pues el resultado electoral, con las dos principales fuerzas soberanistas fraccionadas en dos listas distintas, ha evidenciado la negligencia de sus líderes para ponerse de acuerdo para formar gobierno.

El independentismo catalán está ahora mismo completamente fracturado, y de la vieja alianza de Junts pel Sí (Juntos por el Sí) sólo queda una columna de humo. Debajo, el fuego de la incapacidad de los líderes políticos secesionistas para superar sus diferencias y priorizar el futuro de Catalunya; el que sea, pero un futuro.

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Existe un frente que defiende mantener la tensión con Madrid a toda costa; el frente que propuso investir a Puigdemont a sabiendas de que era imposible lograrlo, el mismo frente que propuso al preso Jordi Sànchez como presidente, a sabiendas de que un juez prevaricador no le dejará salir de prisión para ser investido presidente.

Y existe otro frente que defiende que al fiasco de la declaración unilateral no puede seguirle más tensión, y que hay que investir a un candidato que no tenga un juicio pendiente, y que esto permita volver al redil sin abandonar la causa a largo plazo. Corazón contra cerebro.

Y mientras la vergüenza ajena se expande entre la población catalana, nadie recuerda que el PP catalán continúa gobernando Catalunya gracias al artículo 155 pese a tener apenas tres diputados. Tan grave es la crisis en el independentismo catalán que Rajoy ni siquiera está necesitando levantar el periódico hasta taparse los ojos para sobrevivir al problema.

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