
El 25 de diciembre de 2015, Matsuri Takahashi decidió que había rebasado su límite. Que no podía más. Escribió una nota que decía “¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?” y se arrojó por la ventana de su recámara. La joven se había graduado hacía poco en la Universidad de Tokio y llevaba siete meses trabajando en el gigante publicitario japonés Dentsu.
Parecía el inicio de una carrera prometedora, pero el karoshi se la comió. Este término designa, en japonés, lo que se conoce como muerte por exceso de trabajo. Matsuri fue víctima de ello. La familia denunció que la empresa obligaba a la muchacha a anotarse mucho menos horas de las que realmente trabajaba. En los registros siempre figuraba que había trabajado 6 minutos menos que el límite legal. Llegó a trabajar 20 horas al día.
“Son las cuatro de la mañana. Mi cuerpo tiembla. No puedo con esto… voy a morir. Estoy tan cansada”… escribió la chica en Twitter pocas semanas antes de suicidarse. Eran las mismas semanas en que Dentsu recibía la décima inspección en diez años por irregularidades denunciadas en el régimen abusivo de horas extra que aplicaba a sus trabajadores. Las consecuencias nunca habían pasado de regañinas y recomendaciones.
Sólo después del suicidio de la joven la situación real de la empresa salió a la luz. El gobierno nipón inició investigaciones contra los directivos del gigante publicitario, y el 29 de diciembre del año pasado, el director de Dentsu, Tadashi Ishii, anunció que dimitía “para asumir toda la responsabilidad” del caso.
De hecho, el propio gobierno japonés reconoció cifras escandalosas: En 2015, hubo oficialmente 2 mil 310 muertes al año por karoshi, un fenómeno que las autoridades reconocen y estudian desde 1987. Sin embargo, el Consejo Nacional en Defensa de las Victimas de Karoshi denunció que la cifra real puede alcanzar los 10 mil casos al año.
Además, en octubre pasado el ejecutivo nipón presentó un informe en el que, según encuestas realizadas, el 22.7 por ciento de las empresas del país reconocían tener a trabajadores haciendo más del límite de 80 horas extraordinarias al mes.
“Espero que esta medida actúe como catalizador para cambiar la costumbre de hacer jornadas laborales demasiado largas”, declaraba Abe a la agencia estatal Kyodo. Sin embargo, los datos no son nada esperanzadores. El fracaso de estas campañas lo demuestran datos de la empresa Mitsubishi UFJ Trust & Banking, que en 2007 empezó a permitir a sus empleados acogerse a un horario especial para marcharse a casa tres horas antes y conciliar mejor la vida laboral y personal.
Si la presión legal es abrumadora, la solución es, una de dos, o trabajar en la oficina con las luces apagadas, o simplemente, llevarse el trabajo a casa. Esto se llama furoshiki, que se extiende cuando se implementan “días sin horas extras”.
El 24 de febrero arrancaron los Viernes Premium: El último viernes de cada mes, se anima a los trabajadores a salir de trabajar a las 3 de la tarde, y para tratar de asegurarse el éxito, el gobierno se aprovecha de una de las costumbres más arraigadas en el país: beber al salir de trabajar.
Las tabernas tradicionales japonesas, llamadas izakaya abrirán esos días justamente a esa misma hora
La cadena Sapporo Lion Beer Hall ofrecerá además descuentos del 50 por ciento en sus bebidas a partir de las tres de la tarde.
También algunas plazas organizan eventos y descuentos, y empresas turísticas han empezado a ofrecer paquetes turísticos con salidas los viernes en la tarde. Sin embargo, se trata de una iniciativa voluntaria, y algunas empresas, como el mastodonte automovilístico Toyota, ya han anunciado que no piensan aligerar la carga laboral de sus empleados.
Aún así, el gobierno tiene la esperanza de que la campaña tenga éxito y así matar dos pájaros de un tiro. Primero, dinamitar la presión social y segundo, estimular el consumo, que no le vendría mal a un país que vive en una permanente crisis económica desde los años noventas.
A pesar de que la salvaje presión cultural del país y la burla a la legalidad hacen que esa cifra sea en realidad mucho mayor, no podemos olvidar que el país que encabeza la tabla es ni más ni menos que México. Ese mismo año, el país acumuló una media de 2,246 horas, mientras que Alemania cerraba la tabla con una media de 1,371 horas anuales por trabajador.
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