Opinión

Jimmy Garoppolo, de la incredulidad al Super Bowl

Jimmy Garoppolo, de la  incredulidad al Super Bowl

Jimmy Garoppolo, de la incredulidad al Super Bowl

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Desde que inició la temporada 2019 no pocos de los comentaristas mexicanos tanto de prensa como de televisión se la pasaron subestimando, por no decir ninguneando, la labor de Jimmy Garoppolo, quarterback de los 49ers de San Francisco. Siempre le ponían un ‘pero’, siempre buscando un error, siempre queriendo compararlo con los elites y sobre todo con Tom Brady, de quien fue su suplente en Nueva Inglaterra durante las campaña de 2014, 2015, 2016 y parte de 2017 cuando fue canjeado hacia el final de la misma a San Francisco.

Jamás le dieron mérito a su labor, y cuando llegaba una intercepción era satanizado y degradado a un mariscal del montón.

En otras ocasiones mucho se le cuestionó el enorme contrato que le dio la directiva del equipo encabezada por el director ejecutivo Jed York y el gerente general Johnny Lynch.

Sus críticos más acérrimos tachaban casi de blasfemia haberle entregado esos 137.5 millones de dólares por cinco años cuando apenas y tenía 7 juegos iniciados en la NFL (dos con los Patriotas y 5 con los 49ers), aunque nadie puede negar que esos cinco juegos finales del 2017 cuando debutó en la bahía dejó boquiabiertos a los más exigentes. De hecho, no cualquier franquicia abre la chequera así nada más por casualidad. Algo ya le veían y no en vano era proyectado por el mismo Bill Belichick para ser el sucesor de Brady, intención que a la postre y bajo una trama aún oscura y desconocida, le hizo salir lo más lejos posible de la zona de Boston: De la punta superior de la costa Este hasta la punta baja de costa Oeste a un equipo de la Conferencia Rival, es decir, al punto diametralmente opuesto, como sugiriendo que si algún día se lo topaban sería en la instancia máxima o por lo menos una vez cada cuatro años (que es cuando se deben enfrentar una división contra otra de la Conferencia rival).

Sin embargo, esa es otra historia que en su momento ya se ha tratado. Lo que llamaba la atención era la manera en que se trataba de maximizar los errores de Garoppolo y empequeñecer sus aciertos.

Durante la pretemporada de 2019 tuvo un scrimmage contra Denver en que fue interceptado cinco ocasiones y muchos señalaban que la magia se le había acabado. En el colmo de la destrucción analítica y ante un inicio de año lento, no faltó quien lo tachara de jugador inflado y peor aún señalaban que su campaña anterior ya como titular (2018) no había hecho nada sobresaliente. Al parecer esos detractores habían olvidado que Garoppolo sólo participó en tres juegos antes de romperse el ligamento cruzado de la rodilla izquierda que lo alejó de toda la temporada.

De la misma manera, esos mismos que nunca le han visto con buenos ojos, ignoran que no es lo mismo ejecutar un plan de juego relativamente básico (y digo relativamente porque el nivel de estrategia de la NFL no tiene nada de sencillo) a uno de los más sofisticados de la Liga como el esquema ofensivo de Kyle Shanahan (los otros son los de Sean McVay en Los Angeles, Sean Payton en Nueva Orleans o Andy Reid en Kansas City).

Garoppolo se ha hecho con el correr de los juegos, no olvidemos que esta fue realmente su primera temporada completa como titular, y para quienes sólo emiten un juicio mediante reportes estadísticos más no de observar el desempeño de un jugador semana a semana, ignoran el proceso de evolución por el que ha pasado y como se ha ido desarrollando.

Y es que en la actualidad la moda y por su puesto más sencillo es juzgar a través de los números, sin embargo para zanjar de rápido este tema baste decir que ni Dan Marino con sus 48 pases de TD en 1984, ni Peyton Manning con sus 55 TD en 2013 pudieron ser campeones del Super Bowl en ese año. Un dato revelador de que los números no lo son todo es que Troy Aikman, de los Vaqueros, jamás tuvo más de 23 pases de TD en una temporada y fue tres veces campeón del Super Bowl.

El argumento barato de esos analistas es que los 49ers llegaron tan lejos debido a su gran ataque terrestre, restando mérito al quarterback. No obstante, la pregunta es ¿entonces por qué los dos años anteriores que Shanahan ya fungía como entrenador no pudieron ganar más de seis juegos si su esquema es sólo correr el balón?

Por si lo olvidan, en 2017, antes de Garoppolo el equipo estaba con 1 ganado y 10 derrotas. Con Jimmy terminaron 6-10. En 2018, en 13 juegos sin él, apenas ganaron tres y perdieron 10 encuentros.

Dicho lo anterior, es completamente erróneo asegurar que Garoppolo es sólo un quarterback de sistema, porque de ser así, entonces los otros tres que han estado ahí (CJ Beathard, Nick Mullens y Brian Hoyer) deberían haberlo hecho funcionar también.

El gran error es querer comparar a Jimmy Garoppolo con sus antecesores ganadores de Super Bowl en San Francisco, Joe Montana y Steve Young, o incluso con Brady por haber estado detrás de él más de tres años.

Garoppolo es él, no la copia de nadie más y eso debe entenderse. El tipo respondió cuando se le exigió en la campaña, tan sólo recordemos cómo lo hizo ante los Acereros, Santos y Carneros. Fue él y no el ataque terrestre.

Como siempre lo hemos manifestado en este espacio, la memoria de los analistas de NFL en México es corta y seguramente ya no recuerdan que cuando Ben Roethlisberger inició en la liga, los Acereros eran un equipo que se apoyaba en su ataque por tierra, disminuyendo la carga para el pasador. De hecho, así ganó su primer Super Bowl (el XL a Seattle en 2006) en apenas su segundo año. En aquella temporada del 2005 sólo lanzó 17 pases de TD. Con el pasar de los años Roethlisberger se desarrolló hasta convertirse en un pasador de elite, al grado de que el equipo logró su sexto título con los pases de Ben.

Así que sigamos el desarrollo de Garoppolo y veamos cómo evoluciona, porque una cosa es segura, su ascensión hasta el Super Bowl LIV no es fortuita, es el jugador que se encarga de ejecutar el sistema que en este momento está innovando en la Liga. Después de todo, a sus 28 años junto a Shanahan (40), quién se atrevería a negar que se trate quizá de la próxima dupla sensación de quarterback y coach en la NFL.