
José Alvarado Santos (1911-1974) fue un autor del siglo XX que hoy está en el olvido a pesar de que innovó la escritura de crónicas y continuó con la tradición decimonónica de publicar estampas citadinas tal como lo hicieron Manuel Payno o Guillermo Prieto con sus cuadros de costumbres. Es por ello que el editor Margarito Cuéllar recopiló en el libro José Alvarado. Antología, las crónicas y ensayos que Alvarado escribió durante los 45 años que ejerció el periodismo.
“José Alvarado fue de los periodistas que tuvieron una formación amplia, perteneció a una generación en que los periodistas sabían de filosofía, historia y de la parte educativa. Fue un personaje muy inquieto porque en 1911, a sus 15 años, editó un periódico como estudiante de preparatoria y después lo sedujo la llegada de José Vasconcelos y su campaña a la presidencia en 1929”, comenta el compilador.
Este acontecimiento, añade, coincidió con el término de sus estudios en Monterrey y su migración a la Ciudad de México en donde confluyeron dos cosas: el inicio de sus estudios universitarios y su afiliación a la causa de Vasconcelos.
“Él estaba muy prendido con los ideales de la Revolución, pero sentía que situaciones como el planteamiento del ámbito educativo no hacía crecer al país, idea que empezó a reflejar en sus artículos políticos, literarios, cuentos breves y ensayos” destaca el también periodista.
La antología que publica Ediciones Cal y Arena se divide en ocho apartados: “Vivir un día”, “Retratos hablados”, “Territorios”, “Miscelánea I”, “Miscelánea II”, “La región más transparente”, “Aula abierta” y “La salvación y la ira”.
“Alvarado tuvo varias preocupaciones a lo largo de su trabajo como periodista, una de ellas fue humanizar ciertos aspectos de los personajes subterráneos del país, se consideraba antes que nada un peatón, no es lo mismo describir a los personajes cuando estás ahí entre ellos a que si vas en un carro. Sus crónicas como sus relatos, que no están incluidos en este libro, están muy vinculadas a lo popular”, indica.
Cuéllar también destaca la innovación que el periodista mexicano hizo en el género crónica: escribir textos cortos, de máximo tres cuartillas.
“Sus retratos hablados siempre son textos de dos o tres cuartillas a lo mucho, salvo los artículos de carácter político, histórico y filosófico que sí son más extensos, todo el demás trabajo periodístico tiene una brevedad asombrosa”, señala.
Eso es importante, añade Cuéllar, porque en el siglo XX se acostumbraba a escribir largo. “Había oradores, se conservaba eso, se escribía como si se hablara pero Alvarado tuvo un giro lingüístico muy preciso y sus artículos no pasan de dos cuartillas, eso es meritorio en una época en la que no había internet ni redes”.
El compilador y prologuista detalla que este autor oriundo de Nuevo León abarcó muchos temas, escribió de ciencia, cine, del México de día y de noche, y de ciudades extranjeras en las que fue enviado como corresponsal y en donde cubrió lo mismo una olimpiada deportiva que una actividad artística, política o la vida de un barrio olvidado.
—¿Siempre mantuvo una visión crítica en su trabajo como corresponsal?
—Algunos de sus artículos son atemporales, por ejemplo, la problemática en Medio Oriente que plasmó en sus crónicas por Estambul o Damasco no ha variado mucho, él se fijó no sólo en la parte decorativa de una ciudad, tampoco escribió una visión de turista sino de un escritor que se apoyó de su olfato y demás sentidos para ver lo que no se ve.
“Cuando llegaba a una ciudad no se quedaba en la superficie, sus crónicas no son de muchos datos, son de colorido con el que refleja una situación. Son estampas muy vivas que hizo cuando viajó a Bruselas, Moscú, Buenos Aires, Rio de Janeiro y en el propio México porque tiene una gran cantidad de textos en donde volteó la mirada a Monterrey, a Morelia y al origen del Metro en la Ciudad de México, por ejemplo”, responde.
—¿Considera que Alvarado buscó revivir los cuadros de costumbres del siglo XIX?
—Sí, continuó la tradición de los periodistas Manuel Payno, Ángel del Campo Valle, Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, e incluso la escritura de denuncia que en su momento escribieron los hermanos Flores Magón, no desde un punto de vista partidista ni político, sino periodístico. Eso lo hermana con la tradición decimonónica.
Alvarado publicó sus textos en periódicos como El Día, Excélsior, El Nacional y revistas como Siempre!, Barandal, Taller, Letras de México y Tierra Nueva. También es autor de Memorias de un espejo, El personaje, El retrato muerto y Cuentos. También fue rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León a principios de los años 60 del siglo pasado.
—Comenta que este autor compartió la prisión con Alí Chumacero...
—No hay mucho de eso pero Alvarado debió de haberlo publicado en algún medio. Alvarado se enroló en la defensa de la autonomía universitaria y estando en Guadalajara los detuvieron a ambos, pasaron un par de noches en la cárcel.
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