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Juan José es el primer reclutado para el programa Sembrando Vida

—¿Sabes sembrar? —No, pero se aprende; prefiero trabajar en México que estar enjaulado en Estados Unidos, responde a Crónica el hondureño de oficio mecánico

—¿Sabes sembrar? —No, pero se aprende; prefiero trabajar en México que estar enjaulado en Estados Unidos, responde a Crónica el hondureño de oficio mecánico

Juan José es el primer reclutado para el programa Sembrando Vida

Juan José es el primer reclutado para el programa Sembrando Vida

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

A Juan José Medina, mecánico industrial de 31 años, un grupo delincuencial le dio 24 horas para salir de su colonia: Villanueva, en San Pedro Sula. Aquí, en México, se convirtió en uno de los primeros centroamericanos reclutados para el programa federal Sembrando Vida.

—¿Y sabes sembrar?

—No, pero se aprende. Ni que fuera tan difícil. Las manos deben estar acostumbradas a la tierra…

—Seguro quieres llegar a Estados Unidos –se le comenta.

—No, ¿para estar enjaulado?... Mejor aquí: de sembrador, además estoy más cerca de mi familia, es más fácil que mi madre venga a visitarme a la frontera mexicana. Allá en Estados Unidos, ¿cuándo llegaría? Nunca…

Juan José llegó en uno de los tres autobuses dispuestos para los migrantes recién inscritos, pero abandonó el protocolo ante la tardía llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador y los pooles oficiales. Se alejó de la carpa para comer un poco. “Ya me estaba desmayando, suerte que nos dieron una tortita antes de salir”, decía de bocado en bocado.

Ahí, bajo los árboles de mango en derredor del vivero, contó su historia a Crónica.

“Mi mamá es costurera, y de las buenas. Hace cualquier tipo de ropa, hasta vestidos de novia, esos cabrones vieron que le comenzó a ir bien, y llegaron a pedir pisto al negocio”.

—¿Quiénes?

—Los maras de la colonia. Supuestamente iban a llegar una vez al mes: primero vino uno el 14 de abril, pero luego llegó otro el día 22 y uno más el día 29. Ella no me quería decir, pero la veía triste, preocupada, hasta que le pregunté: ¿qué pasa má?... Le insistí tanto que tuvo que soltarlo: andan fregando los pisteros.

A medianos de mayo, volvió uno de los bandoleros…

“No me pude contener y le di sus trompadas —cuenta el catracho—. A los pocos días me entregaron un mensaje en la casa: que tenía 24 horas para irme, si no lo hacía, se vengarían con mi gente”.

Él decidió migrar hacia México, y su familia también debió huir a otra zona de San Pedro.

—¿Cuánto pedían los maras?

—Cuatro mil lempiras al mes, que vienen siendo como 3 mil 500 pesos mexicanos. Pero tres veces al mes, ¿quién iba a resistir?

—¿Y la autoridad?

—Allá no existe. Ustedes en México se quejan mucho de su autoridad, pero no es nada comparado con lo que vivimos en Honduras, donde a cualquiera que presenta una denuncia lo llevan al monte y lo matan.

Salió de su tierra el 19 de mayo, y logró cruzar a nuestro país hace apenas dos semanas, por la frontera de Ciudad Hidalgo.

“Ya están en trámite mis papeles, quiero un permiso para circular por México, no me gusta ser ilegal. A ver si sembrando árboles hay más oportunidad de regularizar mi situación”.

Fue incorporado al programa hace tres días, y mientras se pone en marcha la siembra en el vivero militar —cercano a Puerto Chiapas—, realiza labor comunitaria en Ciudad Hidalgo.

“Unos ayudamos a protección civil, otros se van al centro de salud, y a veces nos ponen a barrer la calle y juntar la basura. Me gusta México porque está más limpio que mi país, allá tiramos la basura donde sea, y nuestras calles parecen chiqueros, pero aquí es distinto: cuando barremos, no juntamos tanto”.

Ha trabajado en estas labores de 8 de la mañana a 2 de la tarde; a las 3 debe presentarse en una carpintería, donde le pagan 100 pesos por una jornada hasta las nueve de la noche. “El trabajito me lo consiguió un peluquero del Suchiate”, relata.

Optó ya por alquilar, junto a otros amigos, un pequeño cuarto por mil 200 pesos al mes.

“Nos dijeron que van a montar campamentos en el vivero, para venir a trabajar aquí. Y a quienes tienen hijos, les prometieron que los inscribirán a la escuela para el próximo ciclo escolar. Se ve luz en el camino, algo bueno en la vida. Claro que uno extraña su patria, pero la violencia y la extorsión son como una plaga que nos obliga a salir”.