Opinión

Justicia y sismo permanente

Justicia y sismo permanente

Justicia y sismo permanente

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Soñé que de nuevo era 19 de septiembre de 2017; que no alcanzábamos a salir; que el tercer piso se colapsaba sobre el segundo y que la nueva sección, la que está hecha con acero, se desplomaba completa y nos bloqueaba la salida auxiliar, la de las escaleras chicas.

Me veo de nuevo queriendo correr por el pasillo hacia ellas pero no tengo fuerza en las piernas, apretadas por un archivero de metal negro de 2 metros de altura repleto de papeles inservibles que me cayó encima. Bañado en sudor y en polvo gris, escucho los gemidos y gritos de terror de mis compañeros y compañeras a los que no veo porque entre ellos y yo cayó una loza entera que se muestra indecisa como queriendo arremeter contra ellos. Huele a papel quemado y a gas fugándose cerca de mí. Veo que lloro sangre. Pienso en mis hijos.

De alguna milagrosa manera logro salir hacia 20 de noviembre y al voltear atrás dimensiono la entidad superlativa de la catástrofe. Veo la ciudad entera derruida, en llamas, paralizada, en shock, muda.

Así sueño frecuentemente desde hace justo un año. El temblor del 19-S es una cicatriz psíquica terrible en el alma de todos los que habitamos esta extraordinaria, indispensable, maravillosa metrópoli. Seguido escuchamos la alerta sísmica pero “afortunadamente” es sólo estrés postraumático.

Para todos, discurrir por este día será duro, ojete, cabrón; pero más aún para quienes perdieron seres queridos o su patrimonio entero o las dos cosas. No será fácil para nadie este primer aniversario, pero para ellos será un sufrimiento renovado, enardecido, oprobioso, espeso. Hay que llorar con ellos y abrazarlos y decirles y demostrarles que no están solos, porque no lo están.

Abrazo con especial afecto y reconocimiento a mi colega Alejandro Jurado y a su familia entera, que ese infausto día de hace un año perdieron a Pao, presa de la más irresponsable planeación y la más terrible corrupción allá en el Rébsamen. Lo acompaño en su lucha permanente e incansable por alcanzar justicia para su hija y para todos los niños y niñas que perdimos en esa fecha. Ha peleado admirablemente por Pao con dientes y uñas pero jamás ha perdido la compostura; ha sido digno y respetuoso en sus exigencias a la autoridad y además lo ha hecho pacíficamente. La justicia tarda, querido Alex, pero siempre llega. Siempre. Lo verás.

La enhiesta Ciudad de México, como siempre, ha resurgido. Lo seguirá haciendo una y otra y otra y otra vez, porque, la verdad, los chilangos en serio que son indestructibles y su espíritu, indomable. Lo demostramos hace un año en los hechos y en el corazón, con generosidad oportuna y suficiente y con humanidad y empatía.

Salimos de esa y saldremos de muchas más, porque a la hora buena, a la hora de los chingadazos de verdad, somos una sola familia, una sola colonia, una sola comunidad. Ésa es la clave de nuestra supervivencia en las crisis: sentido de cuerpo, solidaridad social y, naturalmente, fe, esperanza y caridad. Abracemos hoy a la Ciudad; en verdad debemos hacerlo y ella, sempiterna, lo va a necesitar.