
Keith Jarrett es una de las grandes figuras del jazz de la segunda mitad del siglo XX, pero también de la música de concierto, por lo que en él vemos un músico de dos mundos: el clásico-barroco y el jazz, pero esencialmente un pianista que no se repetía: era una máquina de generar ideas, señala el también pianista costarricense, Pablo Campos Salazar, quien ha sido premiado en el New Generation Jazz Festival 2019.
Sin embargo, habar de Keith es acercarse a un músico cuya estatura creativa estaba fuera de lo común. Basta repasar sus 97 discos editados, entre ellos, el célebre Köln Concert (1975), para saber cómo él creó una leyenda en torno al piano, cuyo oído absoluto le hizo crear recitales sobrehumanos, casi divinos.
Nacido en Allentown, Pensilvania, señaló en una entrevista al The New York Times que se retira de la música, de las presentaciones a causa de los dos derrames cerebrales que le han dejado secuelas y fatiga crónica, no obstante que contó que tuvo dos años de rehabilitación.
Keih tocó con los más importantes músicos de jazz como Miles Davies, o los dos integrantes de su sensacional trio: Gary Peacock y Jack DeJohnette. Además fue un gran concertista de las obras de Bach, Beethoven, Mozart, Arvo Part … y esta luminosa carrera cierra el 30 de octubre cuando salga su disco doble de piano Budapest Concert, grabado en 2016, en la sala Bela Bartok.
Agregó que a pesar de ser lamentable, la enfermedad de Jarrett es algo que en algún momento se vio venir: desde hace mucho empezó a padecer fatiga crónica, causada por mantenerse en el piano todo el día con una mala postura, propia de su estilo para tocar. “Eso le tenía que pasar factura a sus músculos, a su voz, al agotamiento mental. Si tocar relajado es cansado, imagínate levantándote, haciendo recovecos por todos lados, era una manera muy particular”, mencionó.
En conversación con Crónica, Campos explicó que Jarrett es el gran referente de los “standards” de jazz, canciones o melodías populares que no pasan de moda, que por lo general provienen de musicales de Broadway, y que los músicos principiantes trabajan pero conforme avanza su carrera dejan a un lado para hacer creaciones propias.
“En los 70’s 80’s y 90’s la gente dejó de tocar standards de jazz, y en general los músicos comenzaron a hacer sus propias canciones porque tenían tecnología, llegó el rock y un montón de fusiones que se empezaron a dar; pero Keith se dedicó plenamente a tocar standards y llevarlos al nivel más alto”, apuntó Campos, por lo que escuchar los arreglos de Jarrett resulta imprescindible tanto para los músicos de jazz, como para cualquiera que disfrute de dichas piezas hoy en día.
“Él partía de improvisar, no se le podía escuchar nada repetitivo nunca. Agarraba un tema sencillo y hacia versiones inimaginables, que no se escuchaban. Grabó un tema 5 veces, en 5 discos diferentes, y todas son completamente distintas, con el mismo trío”, ahondó.
Destacó que The Köln Concert es uno de los discos más importantes de este artista y para la historia del piano en el jazz. “Sería un pecado si no te lo menciono. En ese concierto, Jarrett hizo improvisación basada no solamente en el jazz, sino que agregó una forma de un preludio de Fuga, por ejemplo. Estaba improvisando, pero no necesariamente en el mismo lenguaje, sino sobre una forma barroca, mezclando un poquito ambos mundos”, añadió.
Para Pablo Campos como para muchos, Keith Jarrett fue un músico de dos mundos: el clásico-barroco y el jazz. Y aunque sí hizo una división clara entre ambos, en el sentido del estudio y la personalidad que tenía cada uno, se trata de un pianista conocido por unificar y ser protagonista en más de un género musical.
“Es un músico muy respetable, que hizo una carrera a lo largo de muchos años. Fue una de las figuras principales de la vanguardia del jazz de la segunda mitad del siglo XX y primeros años del siglo XXI”, consideró por su parte, el Premio Crónica, Horacio Franco, quien, en tanto que flautista especializado en música barroca, compartió su perspectiva sobre Jarrett.
Afirmó que se trata de un músico con muy buena técnica, quien tocó la flauta, el órgano, y el clavecín. Opinó que las contribuciones que hizo en la música barroca a partir de su manera de tocar jazz son muy válidas, interesantes, y tienen que verse con mucho respeto. Sin embargo, recordó que no era un especialista en música barroca.
“Los muy consumados pianistas de jazz conocen el barroco porque los músicos improvisaban cadencia, ornamentos dentro de la música, y era una parte muy importante. Tienes una melodía escrita y sobre ella puedes improvisar alguna variación, agregando notas”, elaboró Franco.
Observó que pianistas como Johann Sebastián Bach escribieron un tema e improvisaron una fuga, y que la generación espontánea de un tema musical, una secuencia de acordes, o de ornamentación de una melodía en el barroco era cosa de todos los días.
Franco apuntó que esta característica se perdió en el siglo XIX, pero fue retomada en el Jazz porque tiene corrientes de música popular y los músicos tradicionales siempre han improvisado. Jarrett es un pianista con una visión de la música muy personal y una manera de tocar muy suya. “Me parece fascinante como artista, si se retira es su derecho”, concluyó.
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