
Ocultarse en la arena y en el fango de aguas poco profundas permitió a la Cacerolita de mar (Limulus polyphemus) alimentarse, reproducirse y sobrevivir a la extinción desde hace 350 millones de años. Existen fósiles de organismos exactamente iguales con antigüedad 100 millones de años anterior a la época en que aparecieron los dinosaurios. Sin embargo, las poblaciones actuales de ese fósil viviente disminuyen con gran velocidad en uno de sus dos últimos refugios: la Península de Yucatán.
La bióloga Carmen Rosas Correa, Maestra en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural, de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur-Conacyt), unidad Chetumal, realiza conteos de poblaciones, registra la distribución e imparte pláticas de divulgación por toda la Península para dar a conocer a esta especie animal que ha conservado su forma desde la era Paleozoica.
Su principal amenaza es el desarrollo hotelero en las costas y la captura sistemática por parte de pescadores que la usan como carnada para capturar pulpo en Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
La falta de información es la principal causa de la depredación de adultos pues hay muchos pescadores que no saben que este animal, que tiene diez ojos repartidos en su cuerpo y es capaz de regenerar sus extremidades, está protegido desde el año 2010 por una Norma Oficial Mexicana y esto ha provocado que algunos de estos trabajadores sean capturados y encarcelados por extracción ilegal.
A su vez, las construcciones en la playa son causa de la destrucción de muchos huevos de esta especie porque en los meses de mayo y junio las hembras salen a la playa y, al igual que las tortugas, rascan para hacer nidos, depositan los huevos y regresan al mar.
Según la NOM-059- SEMARNAT-2010, NOM-059-2010, la Cacerolita de Mar está considerada como especie rara, amenazada y en peligro de extinción.
“Se han hecho varios estudios con varias temporadas en diferentes zonas y sí hemos encontrado que las poblaciones han ido disminuyendo. Un ejemplo es lo que ocurrió en la Isla de Holbox. Quintana Roo: hace diez años había un muelle de madera donde la Cacerolita se encontraban en grandes cantidades, en épocas reproductivas, pero hoy el muelle de madera se sustituyó por uno de concreto y de esta especie ya no hay nada. Lo mismo sucedió en otras playas de la isla donde construyeron grandes hoteles. Sí, hay una disminución drástica”, explica en entrevista con Crónica la maestra Carmen Rosas.
Actualmente, la bióloga de Ecosur forma parte de un equipo, junto con los investigadores Héctor Ortíz León, del Instituto Tecnológico de Chetumal, Quintana Roo, y Juan José Sandoval, del Instituto Tecnológico de Tizimín, Yucatán, llamado “Cacerolita de mar en la costa nororiental de la Península de Yucatán: impacto de la actividad antropogénica sobre su población y capacidad bioindicadora ambiental”. Ese proyecto cuenta con apoyos para el periodo 2014-2016, por parte de la Dirección General de Educación Superior Tecnológica (actual Tecnológico Nacional de México), de la Secretaría de Educación Pública.
A nivel mundial solamente existen cuatro especies de la clase Merostomata y algunos las identifican como crustáceos pero no lo son. Limulus polyphemus ya sólo se encuentra en la Península de Yucatán y en la costa del Atlántico de Estados Unidos, desde Maryland hasta la Florida. Las otras tres especies han sobrevivido en la región Indo-Pacifica: Bahía de Bengala, Sumatra, Borneo, Golfo de Tailandia, Mares de China, Filipinas, Taiwán, y sur de Japón.
“El término de ‘fósil viviente’ nos mete un poco en polémica científica porque algunos afirman que ese concepto no existe y que, en realidad, se trata de una especie ‘Pancrónica, que quiere decir que ha conservado sus rasgos ancestrales por más de 350 o 400 millones de años. Sin embargo, la gente ha comprendido mejor el término de ‘fósil viviente’ para entender su valor”, indica la científica oriunda de la Ciudad de México, pero que se mudó al sureste del país con sus padres, donde estudió Biología Acuática en el Tecnológico de Chetumal, antes de ingresar a la maestría en Ciencias en Ecosur.
La especie es muy interesante para la ciencia desde muchos puntos de vista, uno de ellos es su uso en el campo biomédico: en Estados Unidos es cosechada para la extracción de la hemolinfa con una coloración azul, la cual contiene una enzima que es utilizada para detectar contaminantes en dispositivos médicos, en la elaboración de vacunas, para detectar la meningitis bacteriana y espinal entre otros.
“En el aspecto ecológico como cualquier ser vivo, es un elemento importante en las cadenas tróficas porque tortugas de mar, cocodrilos, mapaches y una especie de ave migratoria se alimenta específicamente de sus huevecillos. A su vez la dieta de la cacerolita de mar son algas, pequeños crustáceos, mejillones, peces, entre otros”, indica la bióloga mexicana.
“Hay una frase que dice que no se ama lo que no se conoce. Entonces, lo que aquí tenemos que hacer es difundir que esta es una especie en peligro de extinción. La gente necesita conocerla y debemos crear estrategias para sensibilizar a la población de su valor porque todavía hay gente a la que le da miedo y hay que trabajar mucho con todos los pobladores u pescadores, para que sepan que la Cacerolita es inofensiva y, al contrario, es benéfica para el entorno”, concluyó Carmen Rosas.
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