Opinión

La caja negra del sistema político

La caja negra del sistema político

La caja negra del sistema político

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Teóricamente las fuerzas armadas están subordinadas al poder civil. Eso, en los hechos es, al menos, dudoso pues gozan de un trato de privilegio y de un estatuto de excepcionalidad difícil de explicar en el marco de una sociedad abierta y democrática.

Esas ventajas las adquirió el cuerpo militar durante la llamada Era de los Caudillos cuando los generales-presidentes crearon al actual ejército. Una imagen ilustrativa la ofrece la película La sombra del caudillo de gran calidad artística y valor histórico.

La modernización permitió el ascenso a la presidencia de civiles, pero el poder militar no ha sido tocado por los políticos civiles.

Un pacto no escrito establece que el ejército permanece ajeno a la política y se somete a la autoridad presidencial, siempre y cuando las autoridades civiles respeten el fuero de las fuerzas armadas. ¿Qué es ese fuero? Es la condición de autonomía que disfrutan los militares, condición que dispone que el poder civil no se inmiscuya en los asuntos castrenses.

Las fuerzas armadas han sido la caja negra del sistema político mexicano. Nadie se ha atrevido a abrir esa caja. Nadie evalúa al aparato militar, nadie informa sobre su funcionamiento y nadie se atreve a desafiarlo. La razón es obvia. Los militares actúan como un poder meta-legal, al que todos los políticos temen.

Las fuerzas armadas son entrenadas para la guerra, pero no hemos tenido guerras con otro país; las únicas guerras efectivas en que han intervenido han sido contra la población civil. Entre 1940 y 1968 aplastaron a balazos huelgas, marchas y protestas de obreros, campesinos y estudiantes. En 1968 consumaron la matanza de Tlatelolco y en los años 70 actuaron con salvajismo brutal en la Guerra Sucia.

En ninguna de estas intervenciones abusivas y criminales hubo acción judicial contra soldados u oficiales. Tampoco hubo disculpas. Los gobiernos dieron al ejército total impunidad. Por otro lado, la SEDENA no cambió su conducta política con el advenimiento de la democracia, entre sus filas subsisten las actitudes y conductas del viejo PRI y juzgan con desprecio a las fuerzas civiles democráticas.

Es verdad que SEDENA y Marina han tenido intervenciones notables en favor de la población civil, sobre todo al enfrentar desastres naturales, pero no existen indicios de que la formación ideológica, la ética y las actitudes de los militares mexicanos hayan cambiado.

Decir que representan a la honestidad de México es un exceso. Una sola muestra es el reciente reportaje del País (05-07-20) en el que se denuncia el manejo fraudulento mediante una empresa fantasma de 240.5 millones de pesos entre los años 2013 y 2016 por parte del ejército. Se trata de una muestra, un caso singular, que no obstante sugiere que la ética interna de la corporación militar es distinta a la ética que exhiben hacia afuera.

Los políticos no se meten con ellos, pero ellos sí se meten con los políticos. Se sabe que cuentan con un poderoso sistema de inteligencia que informa, día con día, a los jefes militares de la conducta pública y privada de todos los actores civiles de la vida pública.

Una oportunidad excepcional, única, de cambiar este estado de cosas se presentó con el triunfo espectacular de Andrés Manuel López Obrador en 2018 que muchos interpretamos como un triunfo de la izquierda. Pero, para asombro de muchos de nosotros, el presidente no transformó la estructura corporativa de la organización militar ni redujo su influencia y decidió, por el contrario, darles un protagonismo mayor, sin antecedentes en nuestra historia.

El presidente perdió de vista que fue Benito Juárez quien encabezó la lucha contra el fuero militar e incurrió en grave error al sancionar con la ley la participación del ejército en tareas de seguridad pública. ¿Qué no ha dicho él que ya no habrá masacres? ¿Y caso no es evidente que con alarmante frecuencia las acciones militares terminan en masacres?

Gilberto Guevara Niebla