
Cuando Lila Avilés era niña, mientras sus papás salían a trabajar, se refugiaba en juego que poco a poco la llevó a involucrarse con las artes, “fue un terreno que se me hizo fácil”, dijo a Crónica, en entrevista. “No fui buena para las ciencias, entendía mejor el mundo onírico”, agregó.
Comenzó haciendo comerciales, luego estudió danza, más tarde teatro, luego hizo escenografías para las obras, “luego fui asistente de dirección mucho tiempo hasta que empecé a hacerlo yo sola, también hice ópera, pero en el fondo esperaba llegar a hacer cine hasta que lo logré”, dijo.
Su debut en el cine se dará formalmente en el Festival Internacional de Cine de Toronto (edición 43) con su ópera prima La camarista, que competirá en la categoría Discovery, que es la sección del festival en la que participan filmes de cineastas emergentes de todas partes del mundo y que es considerado el programa más destacado, entre ellos filmes que vienen de estrenarse en Berlín o Cannes. En Toronto coincidirá con Alfonso Cuarón, que presentará Roma.
El filme cuenta la historia de Eve (Gabriela Cartol), una camarista de un lujoso hotel situado en una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México. Día tras día tiene que invertir largas horas para ganarse la vida tendiendo camas, limpiando baños, recogiendo cuartos. Ella es madre soltera y no tiene a nadie que le ayude a mantener a su hija, así que su existencia se ha tornado monótona, rutinaria y hasta aburrida.
Pasa el día viendo objetos olvidados y pertenencias que duran unos cuantos días para desaparecer cuando el hospedado se va. Además, la mujer vive deprimida. Se siente sola, incomprendida y cree que su existencia a nadie le importa. Ella es invisible para los huéspedes del hotel, para sus superiores, para sus compañeras e incluso para su hija. La camarista retrata a un ser que no descubre su propia identidad, hasta que encuentra un objeto que la hace convertirse en otra persona, haciendo su vida más divertida y dulce.
Pero antes de que esta historia llegara al cine tuvo una revisión en el teatro, en la cual Lila Avilés hizo visible su obsesión por el trabajo de la fotógrafa Sophie Calle, que compiló en la serie El Hotel, de 1989, “ella trabajaba como camarista en un hotel de Venecia, y le gustaba espiar a los huéspedes a partir de los objetos que dejaban en la habitación. Eso me pareció muy interesante”, dijo.
“Ella tomaba las fotografías de todos esos objetos olvidados y las habitaciones vacías y era como un retrato de sus pasiones, de sus personalidades y de su conducta; ese conjunto de fotografías me impresionó mucho, era como un acto de voyerismo en el que uno se imaginaba las vidas de quienes partieron de tal o cual habitación”, agregó.
Para el trabajo creativo de la película ella vivió su propia experiencia. Estudió a las camaristas de un hotel, las siguió en su día a día y de las historias que le contaron salió el guion: “Como estuve mucho tiempo con muchas camaristas me enamoré de una en particular, que fue mi inspiración para el personaje. En aquel momento ya tenía miles de anécdotas que me llevarían a hacer una película infinita”, expresó.
“Retomé la esencia de muchas camaristas, pero de ella en particular me pareció muy bonita su humanidad y su fuerza. A la hora de buscar a la actriz que diera vida al personaje, yo buscaba esa misma humanidad para que hubiera una conexión”, agregó para explicar cómo llegó a su protagonista, Gabriela Cartol.
“Esta camarista me abrió su corazón. Me parecía además que hacía su trabajo de una forma muy bella y en la limpieza encontraba su propia meditación más allá de que fuera un trabajo extenuante, ahí también encontraba algo de belleza”, complementó.
Curiosamente, la camarista de la que se inspiró le recordaba mucho a su propia mamá: “Ella nunca lo va a saber. Ella era obsesiva compulsiva de la limpieza, si ella la ve no la entenderá pero quien la conoce sabrá que hay mucho de ella. Vengo de una familia de matriarcado, de una mamá que ha luchado mucho, muy limpia, muy ordenada y cuadrada. No lo entendí hasta que ya estaba en medio del rodaje”, explicó.
Antes de conversar con Lila Avilés, Crónica tuvo la oportunidad de ver un par de escenas. En ellas aparece la camarista, seguida por la mirada voyerista del fotógrafo Carlos Rossini, con el cual ella trabaja. Acomoda las camas, observa los objetos de los huéspedes y ella también es observada por un limpiavidrios que la atosiga, mientras ella cierra las cortinas. También vimos como conoce a otra camarista, la que lleva trabajando por un tiempo en el piso 26, que se muestra amistosa. Todo parece ocurrir de forma natural pero en realidad también se aprecia a los personajes como seres que están detrás de otro mundo:
“Los camaristas son trabajadores que son fantasmas, que tienen que andar por la vida sin ser tan vistos, pero ellos sí son capaces de ver todo. Esa parte me parece muy bonita de lo que hacen. En el proceso creativo yo sentí eso porque yo me iba al hotel a aprender de ellas siendo así un fantasma”, explicó la cineasta.
Finalmente, la cineasta enfatizó que con este filme espera rendirle un homenaje más a una ocupación como la de camarista. “Para mí esta película es una oda a la clase trabajadora. En mí país, en México, se trabaja mucho. Mientras estábamos filmando este hecho lo tenía muy presente, a la clase trabajadora que está más allá de la violencia y lo que vivimos en el día a día, porque trabaja para sacar adelante a su familia, aunque los sueldos no son equitativos, es un mundo de gente que es muy resiliente, que se parte el lomo para alimentar a sus hijos y que tienen unas ganas de aprender, estudiar y salir adelante que a mí me inspira mucho”, concluyó.
Después de presentarse en Toronto el filme visitará otros festivales internacionales importantes como San Sebastián y Londres, debutará en México en el Festival Internacional de Cine de Morelia, en la competencia principal y después llegará a las salas comerciales mexicanas.
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