
El coitus interruptus que sufrió hace dos semanas la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) ha sido un regalo de Navidad anticipado para sus rivales, en la carrera por erigirse en la nueva maravilla aeroportuaria del siglo XXI. Se trata de los aeropuertos en construcción que se levantan en Pekín, Estambul y Dubái. Ha sido también un alivio para rivales más cercanos, como el aeropuerto de Miami, que seguirá siendo la puerta de entrada a Latinoamérica, o los de Panamá y Bogotá, que aspiran a convertirse en el gran hub (interconector) de América Latina.
Ajenos en el exterior a la polémica sobre si fue válida la consulta del Presidente entrante mexicano, donde hubo gente que votó hasta en cinco ocasiones, o si el Presidente saliente prevaricó al empeñarse en una obra faraónica de dudosa transparencia, la realidad es que, donde antes se construían cuatro macroaeropuertos, que competían por convertirse en la próxima maravilla de la ingeniería, ahora sólo lo harán tres, todos ellos trabajando para transportar, en un horizonte máximo de 15 años, a entre 100 y más de 200 millones de pasajeros al año.
Conscientes también de que estas futuras ciudades aeroportuarias serán la postal de bienvenida a turistas y empresarios, los proyectos llevan la firma de las estrellas contemporáneas de la arquitectura. El de la capital china fue diseñado por la fallecida Zaha Hadid; el turco es de la firma Grimshaw; Leslie Jones está detrás del de Emiratos Árabes; mientras que el fallido nuevo aeropuerto mexicano lleva la firma de Norman Foster, cuyo consuelo es que está llamado a convertirse en el arquitecto con la mayor obra inacabada de la historia, si es que dentro de seis años un nuevo gobernante no la reinicia o deja que se oxide para siempre.
El objetivo del segundo aeropuerto pequinés es transportar hasta 110 millones de pasajeros al año, doce millones más que el actual aeropuerto, que ya se ha convertido en el segundo más transitado del mundo —98 millones de pasajeros— y está al borde del colapso, pese a que dobló su tamaño para los Juegos Olímpicos de 2008. El futuro segundo aeropuerto de la capital china simboliza la ambición del gigante asiático de arrebatar a Estados Unidos el primer puesto de las mayores economías del mundo y también el primer puesto del aeropuerto más grande del mundo, honor que ostenta en la actualidad el Aeropuerto de Atlanta, con 108 millones de pasajeros (por si a alguien le interesa, el NAIM habría tenido capacidad para transportar a 125 millones de pasajeros).
A finales de octubre, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, inauguró parcialmente el nuevo aeropuerto, con capacidad inicial para mover a 90 millones de pasajeros, mientras continúan las obras de construcción hasta que en 2028 entren en funcionamiento sus seis pistas de aterrizaje independientes.
Tampoco durará mucho la hegemonía turca, ya que, para 2035 está previsto que entre en funcionamiento el mayor aeropuerto del mundo y no podía ser en otro lugar sino en la hiperbólica Dubái, en Emiratos Árabes Unidos.
El futuro Aeropuerto Al Maktoum (nombre del jeque emiratí que creó en el desierto la metrópolis del siglo XXI) triplicará la inversión prevista para el cancelado NAIM, que iba a ser de 10 mil 800 millones de dólares. Los dubaitíes invertirán hasta alcanzar los 37 mil 100 millones de dólares para convertirse en el primer aeropuerto con capacidad para mover a 220 millones de pasajeros al año, casi 80 veces el tamaño de la población de ese pequeño emirato árabe.
Nadie debería extrañarse por estas inversiones multimillonarias. Georgia, uno de los estados más pujantes de EU en las dos últimas décadas, debe su milagro al aeropuerto de Atlanta, la primera empresa del estado, con 68 mil empleos directos y más de 150 mil indirectos.
Saquen sus propias conclusiones.
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