Opinión

La educación: responsabilidad de todos

(La Crónica de Hoy)

Reza un dicho africano que “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Nada más cierto. ¿Qué nos ha hecho pensar que basta con un maestro para hacerlo? Cuando de educación se trata, todos debiéramos tener una participación activa y responsable: padres de familia, gobierno, escuela, sociedad, empresarios, medios de comunicación, centros de investigación, etc. Lo que dejemos de hacer, inevitablemente tendrá efectos negativos en todos los ámbitos de nuestra vida social, tal como cotidianamente lo vivimos. Un trágico evento lo tuvimos el pasado 10 de enero, nuestra sociedad vivió con consternación una noticia desgarradora, cuando un niño de apenas 11 años llevó a cabo un ataque con armas de fuego al interior de una escuela en Torreón, Coahuila. La realidad nos alcanzó y ese día se mostró de la peor manera.

No podemos pensar en una educación sin la participación de todos, cuando un miembro de la “tribu” no asume su responsabilidad y no toma en sus manos de manera consciente las acciones que le corresponden, alguien más lo hará, hoy la “tribu” es muy grande; mi pretensión en esta columna de opinión es que reflexionemos sobre lo que eso significa. ¿Todos entendemos lo mismo sobre cada uno de los tres elementos que componen esta sabía frase africana: niño, educación y tribu? Los hechos me hacen pensar que no.

Probablemente de los tres, el concepto más fácil de definir es el de “niño”, están por todas partes y todos tenemos cercanía con alguno de ellos. Sin embargo, el concepto se vuelve problemático cuando lo situamos dentro de la amplia concepción del entorno educativo, y, no me refiero solamente al papel que juegan como sujetos activos o pasivos en el proceso enseñanza-aprendizaje dentro de los diferentes paradigmas que componen la teoría educativa. Voy un poco más allá de eso, ya que, en la práctica, los niños tienen diferentes significados para los abuelos, los padres de familia, los amigos, el maestro, la escuela, el político en turno, la ideología política, económica o social en turno, la comunidad empresarial, incluso la cultura, las tradiciones, el momento histórico, etc. Es aquí donde algunas concepciones chocan entre sí, en ellas es posible observar cómo un niño que se convierte en el centro de la acción educativa para conformar una persona humana integral, o bien, en un medio para alcanzar otras finalidades, y dentro de esos extremos están sus ramificaciones y cualquier cantidad de matices y tonalidades, que pasan desde un trillado discurso oficial muchas veces vacío, hasta la diversidad de realidades que nos conforman como nación.

Es necesario retomar la figura central del niño en el proceso educativo, como persona única e irrepetible, recuperar su dignidad, la cual exige – sí – todos sus derechos pero también sus obligaciones, atendiendo a sus responsabilidades, asumiendo compromiso con su propia educación, fomentando el ejercicio de su libertad responsable mediante la aceptación consciente de las consecuencias de sus acciones. Sí, aún desde muy pequeños y sí, desde la familia; eso no les restará niñez, los hará más en su “ser niños”.

Tampoco existe una única acepción para el término “educación”, desdibujado con líneas poco claras, pareciera que también cambia con la vertiginosidad de los tiempos y lo efímero de las cosas; es relativo a las personas, los contextos, los contenidos, la tradición y la profundidad a la que llega, entre otros. La educación primera ocurre en casa, es en la familia donde se deberían formar los rasgos de la persona humana y dotarla de una generosa mochila cultural para iniciar su vida académica en las escuelas. Sin embargo, de manera triste, en ambos rubros se observa una pobreza que daña de manera profunda el proceso educativo desde su inicio. La escuela y con ella su equipo docente, a quienes se les han delegado toda clase de responsabilidades, en otros tiempos, de la familia, además, están sujetos a la crítica, desconfianza y desaprobación permanente por parte de la sociedad. La normatividad desmesurada ha convertido las oficinas de los directores escolares en departamentos legales, con una extenuante carga burocrática para brindar respuesta a quejas con diferentes alcances legales; la mayoría de ellas sólo sostenidas en apreciaciones subjetivas por parte de los denunciantes y apoyadas por algunos funcionarios de diferentes dependencias, poco honestos, que ven una oportunidad de conseguir algún benefició personal, especialmente si se trata de escuelas particulares, o que requieren sendos expedientes para cubrir sus espaldas, pero sin un interés real en la niñez. Los directores deberían estar canalizando todo su esfuerzo a la práctica educativa, no a llenar sus archivos de bitácoras, actas, formatos, que le sirvan de protección ante el constante acoso.

El conflicto inicia porque escuelas, padres de familia y autoridades no ven a la educación con un enfoque similar. Las regulaciones que protegen a nuestra niñez, que pretenden construir una sociedad más equitativa a través del respeto a los derechos humanos tienen un gran y profundo espíritu, más aún dentro del plano educativo, pero nos falta mucho que aprender como sociedad para lograr una adecuada y equilibrada aplicación de las mismas. Es importante reconstruir la confianza que ha desaparecido de las relaciones humanas en nuestra sociedad, las comunidades escolares no pueden funcionar confrontadas, requieren trabajar hacia el mismo objetivo; las escuelas y los docentes no están contra los niños, las prácticas que llevan a cabo para fijar límites, mantener el orden y desarrollar hábitos de estudio, esfuerzo y disciplina son en beneficio de los propios alumnos, son educación; cuando la escuela y los padres de familia tienen diferentes enfoques en eso términos se tiene un desgaste permanente, por ejemplo, mantener la puntualidad, el aseo personal de los alumnos, el cumplimiento con uniformes, etcétera; contribuye a construir ambientes escolares ordenados y disciplinados, sin los cuales la educación y la sana convivencia escolar resultan deficientes, pero conseguirlo es una tarea casi sisifiana, sin el apoyo de la familia. Lo que para la escuela son precisiones, llamados de atención, reportes, etc.; para las autoridades y de manera cada vez más generalizada para los padres de familia son agresiones personales.

Es evidente que por lo menos, escuelas, padres de familia y autoridades no están entendiendo lo mismo por “educación”, y en ese entorno, tampoco asume cada uno la responsabilidad que le toca. La escuela hoy es responsable de la instrucción académica, de la formación de personas, de la formación de ciudadanos, de la formación de hábitos salud a través del deporte y hábitos alimenticios, de la educación afectiva y emocional, de construir espacios seguros libres de violencia (aislados de lo que ocurre afuera de su puerta), todo ello, además en un entorno de sobre regulación y burocracia excesiva. La contradicción es una gran enemiga de la educación, si desde la apreciación personal en casa, se contradice todos los días a la escuela, directivos o maestros, no llegaremos a buen puerto en el importante y trascendente cometido que tenemos todos como educadores. No se trata de que todos pensemos igual, pero si, de buscar un verdadero acuerdo que genere confianza entre los involucrados.

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¿Y la tribu? La tribu, se ha convertido en un ente extremadamente complejo y multicultural que traspasa fronteras, la tribu actual es el mundo, pero no sólo el mundo físico que ya de por sí es diverso y complejo, también un mundo virtual, en donde el único límite es la imaginación, podemos encontrar desde sólo falsas, hasta intencionalmente torcidas interpretaciones de la realidad, que inciden en la educación de nuestros niños e incluso, adultos con poco criterio que las toman como ciertas para la toma de decisiones (Hay inocentes “terraplanistas”, pero también, movimientos antivacunas, no tan inocentes, que pueden incidir en la salud e incluso en la pérdida de la vida de personas que los siguen, recientemente murió un niño de 18 meses en Estados Unidos por desnutrición, debido a una dieta vegana asumida por sus padres desde la moda; lo anterior sólo por ejemplificar situaciones que ocurren con adultos influenciados por el mundo virtual, imaginemos la influencia de ese mundo sobre los niños). El aprendizaje ya no ocurre de los sabios ancianos, guías de la tribu, hacia las nuevas generaciones, viene de todas partes, tampoco del grupo humano cercano como la familia o comunidad con el que se comparten valores, cultura y tradiciones, las figuras de autoridad e inspiradoras en otros momentos, ahora han desaparecido, ya no son importantes para ellos.

Nuestros hijos y alumnos se están educando a través de personas desconocidas (reales y virtuales), quienes ingresan a través de los dispositivos electrónicos, las redes sociales y video juegos, hasta sus propias habitaciones, allí se educan, construyen sentido de pertenencia y personalidad con influencias ajenas y desconocidas, infortunadamente muchas de ellas no son lo que desearíamos, otras además de indeseables se tornan gravemente peligrosas, lo vemos en los retos que inducen a actos violentos contra otras personas, contra animales o contra sí mismos. Entre tantos peligros, la parte positiva, si lo queremos ver así, es que también a su modo, obtienen información y aprenden.

La educación es un concepto complejo y problemático que requiere la atención de todos los actores sociales, gubernamentales y empresariales. Requiere acuerdos reales que lleven a un gran pacto sobre lo que entendemos por educación, cuya finalidad se centre en los niños asumiendo su dignidad de personas, lo cual incluye sus derechos, pero también sus responsabilidades. Está claro que un acuerdo así debe provenir de quienes hacen la educación: los padres de familia como primeros educadores y las escuelas, su segunda casa. Esperar que llegue por la vía de nuestros gobernantes, que sólo están atentos a la siguiente jugada en el tablero político, es demasiado pedir. Construyamos desde el hogar una cultura de paz y confianza que permita tener una “tribu” sólida, con personas inspiradoras, valores, recuperando nuestra riqueza cultural y tradiciones, e involucre a todos, para hacer frente y minimizar los efectos negativos de quienes se han infiltrado en ella.

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