Opinión

La elección en Canadá

La elección en Canadá

La elección en Canadá

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En poco menos de un mes, el 21 de octubre de este año, los canadienses acudirán a las urnas para elegir un nuevo Parlamento que, a su vez, elegirá al nuevo Primer Ministro. Como están las cosas, lo más probable es que Justin Trudeau ganará por un apretado margen de votos populares, pero con relativa facilidad, un nuevo periodo de cuatro años como premier de su país.

Las encuestas colocan a Trudeau y su Partido Liberal en un empate técnico en la banda de los 34 puntos con los conservadores, pero el rival de Trudeau tiene un perfil tan bajo que incluso la prensa se refiere a Andrew Scheer como “el adversario de Trudeau”. Gracias al sistema electoral canadiense, así como al hecho que el partido Conservador se dividió para dar vida al Partido Popular, encabezado por Michel Barnier, las oportunidades de éxito de la derecha son pocas.

Comparada con el caos y el conflicto que caracteriza a la política en Estados Unidos, Gran Bretaña, Argentina o México, la elección canadiense es predecible, aburrida y casi podría uno decir que de trámite. Aunque esa calma aparente se vio trastocada la semana que recién terminó cuando circuló una fotografía de Trudeau, de principios de la década pasada, en que aparecía disfrazado de árabe con un pesado maquillaje en el rostro y manos, que fue rápidamente usada por sus adversarios para atacarlo.

Trudeau reconoció el error, pidió que lo disculparan y trató de continuar con la campaña. No queda claro si será posible, pero el sistema político canadiense tiene ventajas que otros sistemas no tienen. La más notable, es la confianza que los ciudadanos tienen en sus instituciones, por lo que cabe la posibilidad de que el incidente no pase a mayores y Trudeau se enfile a una victoria.

Algo importante, que evita la polarización que se observa en otros países, es que—a diferencia de lo que ocurre en EU, por ejemplo—una familia canadiense no debe ir a la quiebra para pagar los medicamentos por enfermedades como la diabetes. A diferencia de lo que ocurre en Gran Bretaña donde, en el marco del brexit, la mentira y la desconfianza se han adueñado del discurso político, en Canadá los políticos cuidan sus palabras y no usan a los extranjeros como chivos expiatorios. A diferencia de Argentina, los políticos canadienses han entendido la importancia de la disciplina fiscal como la base de un crecimiento de largo plazo. Gracias a esos factores, no hay en el horizonte político canadiense una amenaza de populismo al estilo Trump.

Canadá ha sabido resolver problemas derivados de su pasado como colonia británica. Lejos de negar la realidad de la violencia que acompañó a esa dominación, ha desarrollado una narrativa integradora, que reconoce sus propios errores y los derechos de los pueblos originarios y en la que se alienta la inmigración de personas de distintas partes del mundo que, a pesar del mal clima, florecen en su país adoptivo.

A pesar de todos estos positivos, es importante recordar que hace diez años nadie hubiera podido pensar que Gran Bretaña estaría sumida en el caos en el que se encuentra hoy. La política es un ámbito que siempre está en constante cambio y en el que nadie puede apostar a que las cosas permanecerán estables. Más bien al contrario.

Sería importante que en México reconociéramos rápidamente nuestros flancos débiles, los de otros países, aprendiéramos de nuestros errores y de los errores de otros y le apostáramos ya y en serio a construir un país más justo, menos discriminador y más eficaz para distribuir los beneficios del crecimiento.

manuelggranados@gmail.com