
A Violeta Sánchez no se le olvida el 31 de enero del 2000. Ese día fue detenida en Xochimilco, acusada por privación ilegal de la libertad. En ese entonces tenía ocho meses de embarazo y fue condenada a 15 años de prisión. Como hablaba náhuatl y no español, no pudo defenderse.
Tuvieron que pasar casi siete años para obtener su libertad. Fue ella misma la que prácticamente se defendió.
“A los seis años dentro de la cárcel, me percaté que tenía derecho a un expediente y poder saber por qué estoy ahí y cuántos años tengo que cumplir. Solicité mi expediente y me autorizaron para que lo fuera a recoger. Lo leí como seis veces. Pensé ‘¿en qué momento dije esta palabra?’ Pensé que eso no era justo. Nunca tuve ni una audiencia, nunca tuve un traductor ni abogado de oficio”, explica.
Una vez enterada de cómo podía salir de la cárcel, pidió su preliberación y ésta le fue concedida casi un año después.
Violeta ofrece una entrevista a Crónica. Cuenta lo que pasó en el penal femenil de Tepepan: maltratos, amenazas, depresión. Pero aún en sus peores momentos, un motor la empujó a aprender español y demostrar su inocencia: sus hijos.
Ahora, Violeta es traductora y ha logrado que más de 60 personas indígenas obtengan su libertad debido a que entendieron en su idioma la acusación y pudieron defenderse. Ella fue la intérprete de cuatro hermanos poblanos detenidos también en el 2000 por homicidio y robo.
Luego de 17 años, se comprobó que los hombres eran inocentes y obtuvieron su libertad apenas este año.
Violeta trabaja ahora para la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec), dependencia del Gobierno de la Ciudad de México, y forma parte de un equipo de 122 traductores que ayudan a personas privadas de su libertad o a personas que están en apuros.
La mujer asegura que cuando llegó a prisión, nadie le ofreció un intérprete. No sabía, ni siquiera, por qué delito estaba en la cárcel ni cuánto tiempo iba a permanecer ahí.
El 7 de marzo del 2007 le dijeron que iba a salir de prisión. Las autoridades penitenciarias ya le habían avisado de la decisión. Esa noche ya estaba lista para irse.
Cuando amaneció y llegó la hora de partir, no la llamaron. Ella formaba parte de un grupo musical dentro de Tepepan y tuvo que conformarse con cantar Las Golondrinas al grupo de mujeres que sí abandonaba la cárcel.
La libertad se le concedió hasta el 16 de agosto del 2007. Una vez afuera, las autoridades penitenciarias le pidieron su apoyo para revisar 120 casos de indígenas que fueron encarcelados. Tras ello 83 personas obtuvieron su libertad.
Violeta fue la responsable de traducir a los hermanos Chilchoa Zacagua, acusados en el 2000 de asesinar a un hombre que se resistió a un robo.
Armando, José, Oswaldo y Óscar tuvieron que pasar 17 años en el Reclusorio Oriente. Hablar náhuatl fue una desventaja en la resolución de su caso, ya que no tuvieron la posibilidad de tener un intérprete.
Yazmín Chilchoa, hermana de quienes fueron acusados, accede a contar la historia a Crónica. Señala que el caso fue enviado a decenas de abogados y todos pidieron dinero como adelanto. Sólo un defensor fue sincero y dijo que no podía llevar el caso.
No sólo eso. También fueron víctimas de coyotes, conocidos así por gestionar amparos sin ser abogados con cédulas profesionales, lo que también atrasó que un juez concediera la libertad a los hermanos.
“Por checar un expediente nos cobraban 5 mil pesos, 10 mil pesos para que al final nos dijeran que no se podía”, precisa.
Armando González Flores, abogado del caso, explica que los presos tuvieron un expediente limpio dentro del reclusorio, lo que ayudó a que pudieran salir de la cárcel.
Violeta llegó en el 2016 para ayudarlos a salir. Aunque ya hablaban más español, fue necesario un intérprete para que pudieran explicar algunos argumentos en náhuatl.
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