Opinión

La felicidad después de los terremotos

María Elena Álvarez de Vicencio
María Elena Álvarez de Vicencio María Elena Álvarez de Vicencio (La Crónica de Hoy)

Los terremotos de las pasadas semanas, además de movernos a la solidaridad y a revisar las medidas de seguridad que debemos tener siempre presentes  para proteger nuestra vida y la de los seres queridos, mueven a reflexiones más profundas.

Ante la pérdida de un ser querido repasamos nuestra relación con el que partió y pensamos: ¿por qué no disfruté más de su presencia?, ¿porqué no dedicamos más tiempo a conversar, a compartir sentimiento y deseos?, ¿por qué dominaban más los temas del trabajo diario, de lo que teníamos pendiente, de lo que no se pudo hacer, de lo que urge atender?, ¿por qué no pasear o decir lo que sentimos? —No se tiene tiempo, primero el deber— ¿Por qué no dedicarnos más a lo que nos hace felices? Todo esto lo pensamos cuando ya no hay tiempo, la muerte ya nos lo quitó.

El terremoto también privó a muchos de sus bienes materiales, de los muebles y de sus objetos llenos de recuerdos, los que con gran esfuerzo se fueron adquiriendo. La casa se destruyó con lo que contenía y se llevó el tiempo y el esfuerzo que se empleó en adquirirlos. ¡Cuántas privaciones para lograrlo!: No tomar vacaciones; no salir de paseo; no invitar a cenar a los amigos; se hizo todo para alcanzar la felicidad que daría una casa cómoda y propia y al final, escombros y desolación.

Muchos se peguntan ¿qué es la felicidad? La idea de felicidad se utiliza para vender productos, desde un celular hasta una bebida. Algunos piensan que tener una casa confortable les dará la felicidad; otros creen que el comer lo que les gusta se las dará. Los papás consideran que su felicidad está en ver crecer a sus hijos con salud y buena educación.  En algunos países los ciudadanos que ya tienen todas las comodidades consideran que la felicidad se las da el que haya seguridad; el que no exista corrupción ni violencia;  el que los políticos se pongan de acuerdo. Algunos también opinan que la felicidad se encuentra ayudando a los que menos tienen y siendo caritativos y generosos con ellos. Otros más consideran que la felicidad se alcanza en el encuentro con Dios, en la meditación y el fortalecimiento de la vida espiritual.

La conclusión podría ser que no hay una sola cosa, acción o actitud, que por sí sola pueda dar  la felicidad plena y que para alcanzarla se requiere un equilibrio que atienda todos los aspectos de la vida personal: afectivo, económico, social, cultural y político. El dinero por sí solo no da la felicidad, pero ayuda al bienestar; una cómoda casa, los amigos, la salud también ayudan, pero ni todo eso junto da la plena felicidad.

En 2011, la ONU declaró el 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad y desde entonces publica una escala mundial de bienestar, obtenida de 156 países. El resultado ha sido que ninguno de los países coincide en los motivos que  provocan la felicidad. Para unos es el alto nivel de vida, para otros es el relacionarse con la gente y sentirse cómodo y seguro; para otros es ayudar a los demás. También se ha llegado a la conclusión de que nadie puede ser feliz siempre y a todas horas y que lo posible  es  tenerla el mayor tiempo. Para lograrlo se recomienda no ser egoísta, tener tranquilidad de conciencia, disfrutar más lo positivo y ayudar a lograr una sociedad más feliz. Todos podemos ayudar y ayudarnos a atenuar el dolor causado por los pasados terremotos.

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