Opinión

La figuración psicótica

Eduardo Egea, el hacker que descifró los secretos de la mente
Eduardo Egea, el hacker que descifró los secretos de la mente Eduardo Egea, el hacker que descifró los secretos de la mente (La Crónica de Hoy)

In Pyscho. Hasta 1 de julio. Estudio Marte 221º. Jaime Torres Bodet 221, Santa María la Ribera. Citas en Facebook.

Curada por Edgar Silva (CDMX 1981), esta exposición ilustra el concepto de este artista sobre la Figuración Psicótica, donde la figura humana adquiere sus más extremas distorsiones físicas y psicológicas a partir de Goya, Kubin, Ensor, J.C. Orozco, Cuevas, etc., y su confluencia con el cine del Body Horror y dibujantes populares como Basil Wolverton o el Horror Cósmico de H.P. Lovecraft. Esta muestra de pintura y dibujo es antecedida por series como Chromosome Damage, de Daniel Guzmán, y exhibiciones en el MAM, CDMX, como Monstruosismos y Los Espías del Cosmos.

El eje de esta curaduría recae en Melecio Galván (1945-1982) con dibujos de entre los setentas y ochentas que intuyen a su serie Militarismo y Represión y Jorge Castellanos (1982-2016), creador del Turbocubismo, cuyo Cubismo Corporal es anticipado por los dibujos a línea de Iván Villaseñor de finales de los años noventas. Edgar Silva subvierte la herencia del Expresionismo Abstracto con figuras sobre papel de gran formato; Apolo Cacho sitúa en diálogo cuerpo, narrativa y cómic, Lucía Vidales, I.Kurov (Iván Chávez) y Emilio Lameiras exploran representación corporal y gesto pictórico. Christian Camacho realiza una sutil y minimalista interacción entre lenguaje, forma y literatura de horror. Al realizar un dibujo al día, Daniel Aguilar Ruvalcaba en su serie Crocota articula cotidianidad, creatividad y cuerpo; Vangelis Persefone propone una Forclusión Performática en vivo y Philip Nevin Bordes derrumba el cliché del “artista loco”.

Artistas no participantes como Zalathiel Vargas, Carlos Pérez Bucio, Patricia Soriano, Cisco Jiménez, Germán Venegas, Héctor Vargas, Hélio Montiel, José Luis Sánchez Rull, Manuel Mathar, Horacio Quiroz, etc., se antojan para extender esta modesta curaduría a un museo y combatir así a tanta pintura decorativa comercial de galería y feria que ha convertido a la objetualidad del arte tradicional en sinónimo de estupidez, oportunismo, simulación y corrección política.

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