Opinión

La inagotable presencia de Estrada

La inagotable presencia de Estrada

La inagotable presencia de Estrada

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Convocados por el inagotable (que tomo prestado del título) entusiasmo por el conocimiento de Alberto Enríquez Perea, historiador y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, un grupo variopinto de autores participamos en la edición del libro “La inagotable presencia de Genaro Estrada”, cuyo título deja claro desde el principio el objetivo de subrayar la vigencia de la obra y pensamiento de este destacadísimo mexicano que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, publicado recientemente por la Secretaría de Relaciones Exteriores. Esta revisión histórica de Estrada nos actualiza al personaje al traerlo una vez más, al análisis y el debate del siglo XXI, el de un mundo globalizado e interdependiente, en el que curiosamente numerosas tendencias novedosas tal vez no lo sean tanto y, por ello conviene, como siempre, leer y releer la historia.

Pensemos, por ejemplo, en la pandemia que azota al sistema internacional, vinculada al nuevo coronavirus, y de la cual nos hemos ocupado en varias colaboraciones anteriores, que es tan contemporánea como para dejar en claro que no existían, ni existen -por el momento- los medicamentos ni las vacunas para erradicarla, pero es tan añeja en sus efectos y métodos de propagación y contención como el fenómeno de la tristemente célebre “gripe española” de hace cien años. Este fenómeno, aunque claramente no es el único, enlaza en tiempo real dos fenómenos de la globalización, similares y al mismo tiempo diferentes, ocurridos con una centuria entre medio, en contextos históricos específicos. Una primera conclusión a vuelo de pájaro es que como reza la sabiduría popular, nadie experimenta en cabeza ajena, y aquí estamos repitiendo errores y aciertos del pasado. Algo similar puede decir que sucede con otros fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales del mundo global actual y de nuestro país, en donde probablemente lo nuevo no sea tan nuevo y lo que se creía superado siga vigente. El profesor Enríquez lo pone justo frente a nuestros ojos, al referirse a Estrada, cuando dice que “en la segunda década que corre de este siglo XXI, investigadores universitarios, escritores, internacionalistas y diplomáticos coinciden en que fue un hombre de una inquietud intelectual fuera de serie.”

Probablemente para los estudiosos de las relaciones internacionales y la diplomacia mexicana sea muy evidente, pero la lectura de los textos de Estrada no deja de ser obligada tanto por el valor que tiene para la política exterior de México, la doctrina que lleva su nombre, como por revisitar los detalles de su trayectoria como diplomático, su admiración por la República española y los asuntos latinoamericanos. Y sin embargo, su obra no se agota en ello. Como los hombres del renacimiento, su conocimiento se extendió a otras áreas del quehacer humano como el periodismo, la poesía y la literatura. Puede que sean menos conocidas sus crónicas sobre los combates entre tropas federales y zapatistas en el estado de Morelos, en plena lucha revolucionaria, que realizó para El Diario bajo el seudónimo de Zapatador. Algo similar ocurre con su trayectoria literaria a pesar de por mérito propio consolidó un lugar propio. Como lo anotara Alfonso Reyes en una carta dirigida a Emmanuel Carballo de 1958: “… Genaro era hombre de letras consumado, atento a los últimos libros y a las últimas ideas que llegaban de todas partes.” Serge Zaitzeff, quien participa en el libro, destaca que en apenas diez años “de 1916 a 1926 Estrada logra ocupar un lugar destacado en el ámbito intelectual mexicano con su clásica antología Poetas nuevos de México. Antología con notas biográficas, críticas y bibliográficas, texto de innegable modernidad. Y al mismo tiempo se da a conocer como excelente traductor de Jules Renard (así como de Marcel Schwob y Aloysius Bertrand) y como erudito sobre todo en publicaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores”, de la cual, por cierto, fue titular de 1930 a 1932.

De manera que este libro, en palabras de su coordinador, “ayudará aún más a comprender, entender y a profundizar” el estudio de Genaro Estrada, “este gran mexicano de talla continental.”