
Estamos mucho más cerca de la literatura de lo que pensamos, pero como vivimos con tanta prisa la tenemos abandonada, señaló la escritora Beatriz Rivas. “Necesitamos hacer pausas, acercarnos a las letras, a la literatura y a nosotros mismos, nos urge. Seríamos mejores seres humanos”.
A propósito de su novela Lo que no he dicho (Alfaguara, 2020), la autora destacó que la literatura puede ser tomada como un divertimento o un refugio, pero siempre será un encuentro con uno mismo. “Los buenos libros nos hablan de tú, entran por las entrañas para, después, llegar al cerebro”.
“La literatura es una forma de encontrarse con uno mismo, de verse al espejo, conocer al otro y ser más tolerante; plantea todas las preguntas, pero también tiene todas las respuestas. Ojalá que, durante esta pandemia, mucha gente se haya refugiado en la literatura porque ésta es también una forma de apapacharnos, de hacernos preguntas clave y encontrar consuelo”.
Por ello, los libros son una buena compañía para atravesar un duelo, afirmó. “Este libro me ayudó a atravesar duelos y se está publicando en un momento tristemente perfecto para él. Hace un año no sabía que iba a venir esta pandemia ni que lo iba a entregar durante la misma, pero cuando lo escribí me sentí apapachada por mis letras y mis personajes”.
“El suicidio de mi amigo Armando Vega Gil me dejó devastada y a ella se sumó la muerte de mi editor Ramón Córdoba, así como otras pérdidas. La literatura me ayudó a pasar el duelo y terminando de escribirlo, a un año, siento que ‘lo superé’ gracias a la escritura. La escritura cura, ayuda a reconciliarse con uno, con su pasado y con sus muertos”.
Cuando una persona se enfrenta a la muerte de algún ser querido no hay explicación ni consuelo suficiente, hay quien no creen en ningún dios ni en la vida más allá, lo cual hace que uno se pueda sentir muy solo ante la inmensidad de la pérdida y puede comenzar a generar culpas, añadió.
“Las culpas son una pérdida de tiempo, pero son inevitables, aunque poco a poco uno va asumiendo que no es su responsabilidad la muerte de nadie. Es cierto, normalmente las culpas suelen estar vacías, pero hace falta mucho tiempo para darse cuenta porque las culpas paralizan, te llenan de miedo, te impiden seguir avanzando y es bien difícil deshacerse de ellas”.
Uno quisiera echar el tiempo para atrás, pero no se puede, añadió. “Más que asumir culpas, se puede pensar en qué sí fue nuestra responsabilidad y que no, así como en lo bueno que nos dejó el haber compartido con la persona, por ejemplo el tiempo que pasé con Armando, en el cual me hizo muy feliz y yo a él. Fue una amistad intensa”.
“Lo maravilloso de escribir nuestras memorias es que, al irlas poniendo sobre papel, te vas reconciliando, vas poniendo las cosas en su lugar, viendo cuáles son las verdaderas prioridades y decidiendo qué es lo que en verdad importa, las personas”.
En ese sentido, destacó que es importante expresar nuestro cariño con palabras porque, aunque nunca “terminaríamos de decirle a alguien todo lo que tenemos que decirle porque siempre hay algo más, tampoco es tan difícil decirle a alguien ‘te quiero’”.
“Los seres humanos somos muy fáciles de complacer cuando de amor se trata, un apapacho, un detalle, una mirada tierna, un cariño, con eso nos conformamos. El chiste es que el otro sepa lo que sentimos por él o ella y no sólo con hechos, sino con palabras”.
En tiempo real Lo que no he dicho dura entre 10 y 15 minutos, ya que inicia y termina con la misma escena: Irene, la protagonista, dentro de un cuarto en la colonia Roma durante un terremoto. “Lo demás son recuerdos que le llegan, muchos de ellos inventados o inventados a medias porque es así como funciona la memoria”.
“Puse a esta mujer en una situación límite porque cuando nos encontramos de frente con el vacío por un divorcio, muerte o accidente, todos quisiéramos no estar, pero no los podemos evadir y nos dan la oportunidad de ver qué es lo que realmente importa y qué es lo que queremos. Es como poner en espera la vida, lo mismo que pasa ahora con la pandemia, por la cual siento que mucha gente va a cambiar su manera de vivir”.
Respecto al terremoto, agregó que este movimiento telúrico representa “la sacudida” emocional y racional que se suceden al encontrarnos en una situación límite. “Cuando uno vive una vida cotidiana sin que pase nada, llegamos a ser autómatas, incluso en el momento de diversión por lo que un golpe de afuera, por ejemplo, el terremoto, lo que hace es que se mueva todo por adentro. El terremoto es un movimiento telúrico, metafórico y literario que remueve tanto que te hace reconfigurarte”.
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