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La ludopatía, una adicción en la que se pierde quien quiere ganar

Enfermedad * El adicto se caracteriza por haber tenido una niñez problemática, es aislado y usa el juego como una forma de evasión, explica la investigadora Martha Catalina Pérez González, quien apunta que las señales de alerta se disparan cuando empiezan los problemas económicos y con la familia

Mujeres jugando en máquinas tragamonedas
Mujeres jugando en máquinas tragamonedas Mujeres jugando en máquinas tragamonedas (La Crónica de Hoy)

Coquetear para recibir más propinas y enganchar a los clientes para que siguieran jugando y desarrollaran una fidelidad al casino, fue la consigna que recibió Alan Cruz cuando ingresó a trabajar; lo que él desconocía es que esa indicación alienta a una enfermedad conocida como ludopatía.

Un ludópata es aquel que no puede resistirse a las apuestas, al juego de azar, que necesita esa adrenalina cuando está en curso una justa deportiva o la emoción de sentir que el siguiente número del bingo puede ser el que necesita para ganar el pozo o la línea; éste también puede dejar todo en el juego, afectando la calidad de vida de sus familiares, amigos y la propia, como toda adicción descontrolada, según explicó Martha Catalina Pérez González, directora del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

Alan Cruz, en entrevista para La Crónica de Hoy Jalisco, cuenta que duró dos años trabajando en el casino, para poder ingresar pasó por una serie de pruebas complejas e investigaciones socioeconómicas para darle la confianza de ingresar, primero como mesero para después dar el brinco a repartidor de cartas del bingo, donde el dinero corre y un porcentaje queda para él como propina, “entre los compañeros se sabe que ganas más entregando el boleto ganador que un plato de comida”, asegura.

Y esa recompensa se ve incrementada cuando coqueteas con quienes asisten a jugar al casino, relata que era una práctica común “echar una miradas, decirles: guapas, reinas”, entre otros piropos, e igualmente con otros hombres, aunque la preferencia sexual de Alan no lo hacía compatible.

“La intención era tratar a todos los clientes bienvenidos, hombres o mujeres, que se sintieran en casa, que sintieran (si lo buscaban) que tenían oportunidad de conquistarnos, que se sintieran irresistibles, que se sintieran queridos, conocidos, que si eran frecuentes y ya los ubicabas decirles que extrañabas su presencia”, relató Alan.

Al preguntarle si sentía acoso por parte de los clientes, confiesa que “absolutamente, y en especial las compañeras que me acompañaban en el área de piso, todos salíamos a trabajar con alguna invitación a salir o de plano sintiendo miradas obscenas y aguantando insinuaciones con una sonrisa para no molestarlos, cuando ya era mucho poníamos en advertencia al gerente de piso”.

Confiesa además que algunos compañeros y compañeras sí tomaban la palabra de los clientes y salían con ellos, pero ya era por gusto personal.

Martha Catalina explica que la ludopatía se acentúa cuando hay condiciones para que la persona se sienta cómoda, no es una adicción que genere señalamiento, pues asistir a casinos o realizar apuestas se perciben entre los ciudadanos como una actividad lúdica, quienes presentan un serio nivel ludópata comprometen su tiempo, recursos y dañan la calidad de vida tanto de su persona como de su círculo familiar y social. 

“La persona no se da cuenta de que empieza a tener esta conducta adictiva, las llamadas de alerta es que empiezan a tener problemas económicos, problemas con la familia, con la pareja, porque destinan bastante tiempo a este tipo de conductas, pero uno lo ve como si no tuviera ningún problema, que no le afecta, lamentablemente se detecta cuando ya se avanzó mucho tiempo, ella tiene una conducta crónica” explica la investigadora de la UdeG.

“Vemos que hay de fondo una niñez en la que se tuvo un problema familiar, problemas para la convivencia, aislados, que es precisamente como una persona enfrenta sus problemas y es una forma de evasión, de evitar los problemas y de alguna manera esa adrenalina que se busca, en algún momento, pasa de ser algo gratificante de vez en cuando a ser una necesidad de estar ganando”, ahonda Martha Catalina.

Explica además que la conducta de los ludópatas es ahora conocida como parte de las “adicciones comportamentales” dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales en su versión quinta, refirió la académica; en estos casos la familia es la parte más importante para comenzar con el proceso de recuperación.

Se deben de cambiar los hábitos en casa, prestarle mayor interés y atención a la persona ludópata, mantener su tiempo ocupado en otras actividades, pero observando que éstas no vayan a causar otra adicción, recomienda la directora del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica.

En el caso de las personas de la tercera edad, la ludopatía se acentúa, pues tienen tiempo de sobra en el día y conjugado con una falta de atención de los familiares puede ser peligroso, pues encuentran en los casinos la aceptación y atención que en casa no tienen, tal es el caso de la señora Carmen Delgadillo, quien es maestra jubilada y al dejar los salones escolares ingresó de lleno a los salones de apuestas.

“Todo empezó con una invitación a desayunar al bufete de un casino, una amiga compañera maestra también jubilada me invitó. Estando ahí me explicó cómo funcionaba el bingo, las maquinitas, ¡todo, todo! Hasta el bufete, los horarios y todo”, narra la señora Carmen.

“Primero fueron dos horas, poquito, comiendo y en las maquinitas, me gané como 80 pesos apostando de a 10 centavos según la máquina, me los quedé en una tarjeta, pero luego no fueron dos horas, llegaron a ser hasta 14 metida ahí, mi hija iba por mí, en la noche; comenzó a ser un problema, pero al principio todos lo veían como algo bueno para mí, que ocupara mi tiempo, que me mantuviera entretenida, ¡error!”, confiesa.

En un día llegó a perder más de 10 mil pesos, de sus ahorros de vida para la vejez, aunque cuenta que ahí conoció a alguien que perdió más de 100 mil pesos, en ese momento se comparó con él y sintió el alivio de que no fue ella la que perdió esa suma; por lo que se puso como meta recuperarlos.

“Cuando ganaba le dejaba propina al mesero, les compraba los boletos a todos los de la mesa, compartíamos felicidad, pero ahora que ya no voy y a la distancia lo veo, nomas compartíamos adicción”, rememora la señora Carmen Delgadillo.

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