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La mentira de Bolton que cambió el curso de la historia

John Bolton era, hasta ayer, el último superviviente de una casta de políticos belicistas neoconservadores, los halcones, nacidos al calor de la victoria de Estados Unidos sobre Rusia en la “Guerra Fría”.

La mentira de Bolton que cambió  el curso de la historia

La mentira de Bolton que cambió el curso de la historia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

John Bolton era, hasta ayer, el último superviviente de una casta de políticos belicistas neoconservadores, los halcones, nacidos al calor de la victoria de Estados Unidos sobre Rusia en la “Guerra Fría”.

Bolton ya demostró en 1994 su alergia al multilateralismo y su vocación de imponer las armas a la diplomacia cuando declaró que “no pasaría nada si desaparecieran diez pisos del edificio de la ONU” en Nueva York. Al presidente George W. Bush debió de parecerle chistoso el comentario y en 2005 lo nombró embajador de EU ante Naciones Unidas, quizá como “premio” por ayudarle a derrocar al dictador iraquí que desafió a su padre en Kuwait: Sadam Husein.

Ocurrió en 2003, cuando Bolton, entonces subsecretario de Estado, convenció al presidente Bush de la necesidad de invadir Irak, con una de las mentiras que cambió de forma sangrienta el curso de la historia: “Sadam Husein esconde armas nucleares en Irak”. Esa mentira no sólo empujó a Irak a una sangrienta guerra sectaria, sino que engendró el grupo terrorista más salvaje de la era moderna: el Estado Islámico, formado por el deseo de venganza de los antiguos soldados de Sadam.

Bolton acabó reconociendo la mentira, pero lejos de pesarle la conciencia declaró que “de todos modos valió la pena cargarse a Sadam Husein”, como tampoco le importaría cargarse a Nicolás Maduro, uno de los líderes de la “troika del mal”, como él mismo llama a Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Este cinismo patriotero llamó la atención de Donald Trump (aunque —dato relevante— se resistió a tenerlo de asesor de Seguridad Nacional porque al presidente de EU no le gustan los hombres con pelos en la cara). Lo que puede que nunca sepamos es si corrió a Bolton porque no le gustó la foto del presidente con Kim Jong-un o porque ya no sentirá en su oreja los pelos del bigote de Bolton. Con Trump todo es posible.