
Ernst Tugendhat (Brno, República Checa, 1930) es uno de los autores más influyentes del pensamento filosófico actual, porque no se ha limitado a profundizar en la tradición alemana de la filosofía sino que ha diversificado sus intereses, creando un diálogo entre diversas presuposiciones metodológicas. Después de sus estudios de filología clásica (Stanford, 1945-1949) y de filosofía (Freiburg, 1949-1956; Münster, 1956-1958), fue profesor ayudante de Karl Ulmer en Tübingen. Ha sido profesor de filosofía en Heidelberg (1966-1975), colaborador en el instituto Max-Plack de Starnberg (1975-1980) y profesor en la Universidad de Santiago de Chile. Su formación filosófica europea la terminó con una tesis doctoral sobre Aristóteles, y tiene en marcha un trabajo de habilitación docente sobre Husserl y Heidegger. Ha publicado Lecciones de filosofía analítica del lenguaje, Autoconciencia y autodeterminación, Problemas de la ética, Lecciones de ética y Diálogos con Leticia.
Sobre su libro El libro de Manuel y Camila. Diálogos sobre ética, donde Tugendhat incursiona en la divulgación filosófica, se realizó la siguiente entrevista. “El libro no ofrece —dice Tugendhat—, en modo alguno, recetas. La moral no es un tema del que se puedan ofrecer reglas de uso de fácil aplicación. Presenta reflexiones sobre los aspectos centrales de la moral, como el aspecto mutuo o la autonomía. Temas que son lugares comunes dentro del discurso filósofico, pero que no están tan claros para los actores de la moralidad, es decir el ciudadano mismo”.
—La mayoría de sus libros son sólo para especialistas, ¿por qué ahora escribió uno que no tiene nada ver con la academia?
—Mi principal motivación surgió de la insatisfacción con el proyecto de Matthew Lipman para introducir la docencia de la filosofía en la educación básica, y que se encuentra en su libro La filosofía no va a la escuela, el cual, a mi parecer, deja las cuestiones demasiado abiertas. De ahí que había que aclarar las cosas, y aunque he profundizado en gran parte de los problemas morales a los que se enfrentan los adolescentes, pude hallar otras dificultades, como la de los derechos humanos.
—¿Cómo se desarrolla en el ser humano el comportamiento ético?
—La moral, seguramente, no es innata. Es algo que se aprende y que hay que justificar, y ésta se justifica recíprocamente.
—¿Es necesaria su justificación en una sociedad moderna como la que vivimos hoy?
—Creo que hay que justificarla porque la moral restringe nuestra libertad. Para explicar la necesidad de justificar la moral basta con pensar en la situación de un niño que pregunta a sus padres por qué tiene que hacer tal o cuál cosa o por qué reaccionan los padres tan negativamente ante un tipo de acción del niño.
—¿Considera posible intentar esas justificaciones para la moral cuando se han perdido sus referentes trascendentales?
—Desde luego. El ejemplo del diálogo entre padres e hijos nos permite observar cómo es posible hoy la justificación. Ante la pregunta del niño, los padres pueden, en primer lugar, hacer referencia a algún fenómeno religioso, a lo que el niño puede contestar preguntando por qué hay que creer en Dios. De este modo continuarían las preguntas hasta llegar a la necesidad de una justificación recíproca. Los padres se sienten mal si no puedes justificar antes tus hijos determinado comportamiento o determinada prohibición. Esto ya demuestra que, en general, se cree en la necesidad de una justificación.
—¿Cree que dicha justificación no es una violación a nuestra libertad? ¿Considera que es un egoísmo colectivo?
—Sí, creo que la base de la moral es el egoísmo. Me parece un prejuicio pensar que la moral es un asunto de desinterés. Yo distingo entre el “altruismo espontáneo” y el “altruismo normativo”. El primero es algo innato, unos lo tienen más que otros, pero todos tenemos esta tendencia, así como tendencias contrarias, violentas. Sin embargo, este primer altruismo no puede ser motivo de moral, ya que no tiene ninguna instancia de normatividad, de deber. El altruismo en sentido de desinterés existe sólo en lo que llamo el altruismo espontáneo, es decir, si una persona se sacrifica por otra. Pero también puede hacerlo por un sentido moral, porque cree que es correcto nada más hacerlo. En este segundo caso no creo que se pueda afirmar que hacer una cosa es importante sólo por el hecho de que es moral hacerlo. Esto no tiene sentido.
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