Cultura

La pobreza extrema también conlleva a perder la identidad

Los doce mexicanos más pobres… busca visibilizar a los olvidados de los olvidados: Salvador Frausto. Son 12 reportajes en los municipios más pobres

Mujer indígena mexicana
Mujer indígena mexicana Mujer indígena mexicana (La Crónica de Hoy)

El libro Los doce mexicanos más pobres. El lado B de la lista de millonarios —editorial Planeta, 248pp— relata cómo la miseria extrema canceló la posibilidad a estos connacionales para lograr su obra personal: además de situarlos sin los elementos y servicios básicos para la subsistencia cotidiana, ya no tienen vida laboral y dejaron de ser campesinos, algunos, para convertirse en seres errantes en busca de trabajo en su municipio.

“Ya no son ellos, han perdido su personalidad, identidad y tradiciones. Por ejemplo, Antonio López, quien vive en Juan Cancúc, Chiapas, tiene sus parcelas y antes sembraba café, un poco de chile y maíz, pero hoy eso se acabó. Su pobreza extrema lo llevó a la mayor frustración: ya no puede ser cafetalero y, por tanto, sus ilusiones y esperanzas de trabajar, de ser él mismo, se cortaron de tajo”, dice Salvador Frausto, coordinador del volumen y autor de uno de los reportajes. 

Esa desesperanza de no poder cambiar un sistema de vida y la resignación que conlleva, es el sustento de este libro que narra las historias de 12 hombres y mujeres que viven en los 12 municipios más pobres del país. Y en cada uno de estos reportajes se describe la realidad de cada uno, como la de Juan Manuel Díaz, de Huimanguiillo, Tabasco, quien no tiene recursos para dar una vida decorosa a sus hijos; también está el caso de  Angelina Méndez, de San Simón Zihuatlán, Oaxaca. Ella hierve el agua y la toma para calmar los dolores que le produce el hambre.

Otras historias son la Claudia Catzín, de Tahdziú, Yucatán, cuyos partos los hizo sola, alejada de los servicios de salud o sin apoyo de una partera, porque no tenía el dinero para pagarle, pero  dentro de estos relatos está la esperanza, diminuta. Es la de Marisol Rivera, una adolescente de 16 años, de Nocupétaro., Michoacán. Estudia el bachillerato y no le importan recorrer cinco horas de su escuela a casa, porque entre sus carencias, está la alegría que produce aún la identidad no perdida de sus tradiciones, el enraizamiento al campo y la solidaridad familiar. “A ver cuál es su futuro”, dice Salvador Frausto.

El libro contiene otros siete relatos sobre Ramiro Rivas, inmigrante; de Esperanza Bolaños, de San Miguel Eloxochitlán, Puebla; de Rosendo Mayahua, de Mixtla Altamirano, Veracruz; de Agustina Joaquín, de la delegación Tláhuac, en la Ciudad de México;  de Isidra Pérez, de Calakmul, Campeche; de Crisanto Hernández, de Xochiatipan, Hidalgo; y de Pablo Anacleto, de Cochoapa el Grande, Guerrero.

Estos trabajos, agrega Salvador Frausto, fueron realizados a lo largo de un año por 35 personas, entre reporteros, fotógrafos y camarógrafos para tener una documentación integral. “Para decidir las historias investigamos en los datos oficiales del INEGI y Coneval y encontrar los municipios y personas más pobres.

“Conocíamos los datos por la prensa, pero no habíamos vivido cómo es la pobreza extrema. Cuando llegas a uno de estos rincones del país y conoces a su gente, te das cuenta que su tema es sobre tiempos pasados que eran mejores. “Cuándo teníamos cafetales, “cuando vendíamos los sobreros a dos pesos y nos alcanzaba para todo”…. Ahora ya no. Esa posibilidad fue cancelada cuando entraron al tobogán vertiginoso que es la pobreza extrema”.

Salvador Frausto explica que “se supone que hay programas gubernamentales para abatir la pobreza como el Prospera o la Cruzada Nacional Contra el Hambre, pero en esas regiones muchas de las personas con mayores índices de miseria no están en éstos y los  comedores de la cruzada están cerrados”.

Al mismo tiempo, añade, “hay desinterés de los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal  para resolver la pobreza, con programas que reactiven las tierras, la compra a precio justo de sombreros u otros productos.

Por lo anterior, agrega Salvador Frauso, el libro busca visibilizar la pobreza extrema,  la más profunda, a los olvidados de los olvidados de manera digna. “Pone su nombre, apellido y rostro a cada uno de estos mexicanos que son ese lado que no queremos ver”.

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