Cultura

La poesía es como la física cuántica de la literatura: Fernando la Torre

Las palabras son las herramientas que los escritores usan para esculpir, forjar, tratar al mineral. Somos eternos si nos volvemos texto, señala el escritor peruano

Las palabras son las herramientas que los escritores usan para esculpir, forjar, tratar al mineral. Somos eternos si nos volvemos texto, señala el escritor peruano

La poesía es como la física cuántica de la literatura: Fernando la Torre

La poesía es como la física cuántica de la literatura: Fernando la Torre

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Fernando la Torre es un escritor peruano nacido en Tumbes en 1987 y quien dejó todo para hacer una carrera de poeta en el país de los versos: Chile. Autodidacta y caminante de desiertos y montañas, La Torre publica su primer poemario, Treinta años en el desierto, con la editorial chilena Katábasis. Sobre este paisaje saleroso charlamos con él.

— Treinta años en el desierto es un poemario nocturno, desolado, en medio de las sombras y el alcohol. ¿Por qué tiene estas tonalidades y ese eje temático?

— Gracias por el interés en mi primer poemario. Siento que es el desahogo de treinta años de frustración literaria. Claramente tomé de referentes a César Vallejo, Scorza (que creo allá en México muy bien lo deben conocer), Neruda, Huidobro y textos bíblicos que leí durante mi adolescencia. Incluso intenté ingresar a la Iglesia. En ese tiempo me era difícil plasmar mis ideas, vivía en constante incertidumbre sobre mis pulsiones para crear. Ahora, el eje del poemario son todas las experiencias que vivimos, los matices y sobre todo el agudo sentir del alma por lo sublime. Trato de hacer lo que Thomas Wolfe dice: “toda obra seria de ficción es autobiográfica”. Agradezco el apoyo como editora a de María Ángeles Barrera, quien creyó en mí desde el inicio.

— Hablas en el poemario de la muerte, pero es una muerte mineral, en medio de la sal, que podría ocurrir en el mar o en el desierto, como si fuera el mismo espacio, ¿cómo explicas esto?

— Las palabras son las herramientas que los escritores usan para esculpir, forjar, tratar al mineral. Somos eternos si nos volvemos texto. Pero “del polvo venimos y al polvo nos remitimos”, el milagro biológico del atavismo. En cuanto al mar y los desiertos: estoy seguro que todos los desiertos llevan al mar o todos los mares escupen desiertos, quién sabe y son una extensión el uno del otro; lo único que sé es que ambos se tienen sed y se lamen con sus lenguas de sal las orillas. Intento plasmar lo que veo y siento.

— Dices que “sólo con poesía se corta el tiempo”, ¿cómo transcurre el tiempo en tu poesía?

— Para mí la poesía es como la física cuántica de la literatura. Y según las teorías de cómo se hacen agujeros negros, suelen explicar que son el producto del colapso de dos estrellas de determinada fase creando eventualidad en el tiempo. En pocas palabras: detienen el tiempo, parten el espacio. De igual modo a través de mi poesía fragmento el tiempo, puedo sentir la fragancia del ayer o evocar el recuerdo del mañana hoy en este verso. ¿Pero cómo? Colapsando en el alma con un tropel de emociones.

— En tu libro hablas de la figura femenina y del erotismo que viene o que va hacia esa figura femenina, ¿cómo entiendes el erotismo en el año 2019?

— Cada vez que escribo un poema erótico, mi anhelo es versar lo que admiro, dibujarlo a textos, trazarlo tal cual lo siento, lo recuerdo hasta proclamarlo a modo Spinoza: imaginando, razonando y sobre todo intuirlo. Intento explicar lo que siento con todas las herramientas que nos dan distintos temas de conocimientos. Como la poesía romántica que descubrí en las matemáticas con la proporción Áurea. Y también disfruto y me inspiro en los clásicos. Fue intenso cada poema para esa persona, para ella.