
A las culturas prehispánicas de Occidente, es decir, de estados como Jalisco, Michoacán, Colima y Guanajuato les debemos la existencia de deidades como Mixcóatl, dios de la caza, y Xipe Tótec, dios de la fertilidad; además esa zona del país hoy ofrece a los mexicanos ser contemporáneos de los huicholes. Así lo señala en entrevista el arqueólogo Otto Schöndube (Jalisco, 1936) quien desde hace más de cinco décadas ha dedicado su vida al estudio del pasado de México.
Crónica presenta una entrevista con el investigador que ayudó a trasladar las piezas mexicas cuando se inauguró el Museo Nacional de Antropología, en 1964, y quien fuera amigo de los grandes arqueólogos ya fallecidos: Román Piña Chan, Wigberto Jiménez Moreno, Ángel García Cook e Ignacio Bernal.
— ¿Cómo conoció al arqueólogo Piña Chan?
— A Piña Chan lo conocí como alumno y en cuanto vi su nombre creí que tendría un maestro chino, pero después me di cuenta que era de origen campechano, entonces me dio clases sobre arqueología mesoamericana. Después entré a trabajar con él porque fue uno de los primeros curadores del Museo Nacional de Antropología en su nueva casa, en Chapultepec. Con él salí de trabajo a la región yucateca sobre todo en la zona de Chichén Itzá, me tocó trabajar cuando exploraron el Cenote Sagrado de Chichén.
Sus otros grandes maestros, recuerda Otto Schöndube, fue el prehistoriador José Luis Lorenzo, con quien trabajó la región de Tehuacán-Puebla.
“Entre otras labores, exploramos una cueva en el estado de Hidalgo con otro compañero recién fallecido: Ángel García Cook, quien hizo una clasificación de las puntas de proyectil. Otro gran maestro fue Wigberto Jiménez Moreno, él era una persona de León y tenía una visión bastante especial del Occidente de México”, indica.
— Ha trabajado en todo el país…
— Era la época en que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) estaba muy centralizado en la Ciudad de México, empecé a trabajar en el Museo Nacional que estaba en la calle de Moneda, en donde hoy está el Museo Nacional de las Culturas. Cuando estaba ahí se empezó a hablar de construir el nuevo museo de antropología.
“Entonces, aún siendo estudiante me tocó el privilegio de que el director de la nueva institución, Ignacio Bernal —con quien tuve amistad y él tuvo confianza conmigo—, me encargó el movimiento de las piezas del museo viejo al museo nuevo de Chapultepec”, responde.
— ¿Por qué decidió enfocarse en el estudio de Occidente?
— Nací en la ciudad de Guadalajara en el año del 1936, pero me crié en un pueblito que ya no es tan pueblito: Tamazula de San Francisco, ahora le llaman Tamazula de Gordiano, que es la sede de un ingenio azucarero donde trabajó mi padre. Ahí nació mi amor por la región y lo que me enseñaron mis maestros Lorenzo y Pedro Armillas: relacionar lo arqueológico con el entorno, no sólo en un sitio sino lo que un sitio produce y qué relación tiene con otras regiones.
“Llegó un momento en que no sabía qué estudiar, entonces elegí ingeniería pero ahí inició mi interés por la arqueología”, señala.
— ¿Por qué las investigaciones de Occidente no se difunden?
— Es un mal entendimiento de lo que hace un antropólogo. La mayoría de la gente liga las cosas arqueológicas a los grandes monumentos que lógicamente se dieron donde existió un imperio fuerte como con los mexicas o las ciudades mayas o zapotecas.
“En Occidente tuvimos a culturas de tipo ranchero, es decir, estábamos contentos con nuestro nivel de vida y la variedad del paisaje nos daba lo suficiente para vivir adecuadamente. No existieron grandes señoríos, mas que muy tardíamente el purépecha; cada uno en su lugar iba haciendo su vida”, responde.
A las culturas de Occidente, indica el arqueólogo que colaboró en la revista Artes de México en el número 126 —dedicada al chile como fruto ancestral—, les debemos mucho de la mitología mesoamericana.
— ¿Mixcóatl fue un guerrero de Occidente?
— Sí, estaba en lo que llamo la frontera del occidente con el resto de Mesoamérica. Mixcóatl es en realidad el padre de Quetzalcóatl, es el dios de los cazadores, es el grupo del norte que empezó a entrar al centro de México. Todas estas deidades están ligadas a la mentalidad tardía del México prehispánico. En Occidente, antes de eso, tenemos las cosas que describió Felipe Weigand de los guachimontones.
“Igual que ahora somos un país muy diverso, hay cosas que nos unen; eso pasaba también en la época prehispánica, tenías esos aspectos comunes en religión, en forma de pensar que en determinadas áreas se manifestaba de una forma más fuerte o débil”, precisa.
— ¿Qué otras influencias de Occidente sobre Mesoamérica hay?
— Las representaciones de Xipe Tótec; el mismo Sahagún dice que es una deidad propia del occidente de México, una deidad ligada al renacer de las plantas y de la misma gente.
“Además, los guachimontones fueron contemporáneos con Teotihuacán y hoy, gracias a Occidente, somos contemporáneos con los huicholes y entendemos algo de su forma de pensar, pero no es que unos sean mejores que otros, sólo son adaptaciones que fructificaron mejor dentro del pensamiento de la época”, agrega.
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