
(Fragmento)
“Más que un hombre fue un acontecimiento”.
Fernando Vela sobre Ortega y Gasset
“Los retazos de la vida son tan complejos como la imagen de la galaxia”.
Italo Calvino
“Somos la suma de todos los que nos precedieron, de todo lo que fue antes que nosotros, de todo lo que hemos visto. Somos toda persona o cosa cuya existencia nos ha influido y a la que hemos influido. Somos todo lo que ocurre cuando ya no existimos, y todo lo que no habría sido si no hubiéramos existido”.
Teilhard de Chardin
Dice el escritor británico W. Somerset Maugham en su bellísima novela El filo de la navaja:
Pues es el caso de que hombres y mujeres no son solamente ellos mismos, sino que, además, tienen algo de la comarca en que nacieron, de la casa urbana o de la rústica alquería donde aprendieron a andar, de los juegos con que de niños disfrutaron, de las consejas que les fueron narradas, de la comida que los alimentó, de los colegios en que estudiaron, de los deportes que practicaron, de las poesías que leyeron y del Dios en que creyeron. Todas estas cosas juntas hicieron de ellos lo que son, y no es posible llegar a trabar íntimo conocimiento con ellos por referencias o de oídas, pues eso sólo lo logra quien las ha vivido. Únicamente puede conocerlas quien así es.1
Rilke lo sintetizó diciendo que “la verdadera patria es la infancia” y Ortega y Gasset patentó el “yo soy yo y mi circunstancia”. Omar Torrijos no hizo otra cosa en su vida que darles la razón a los tres.
A su muerte, ocurrida el 31 de julio de 1981, la revista panameña Lotería publicó una edición extraordinaria de 907 páginas, en dos volúmenes, sobre su vida y obra, con la participación de sus amigos y colaboradores más próximos y la recopilación de reacciones internacionales. Se trata de una publicación fundamental para conocer y valorar al gobernante más importante y decisivo de la historia panameña y a uno de los personajes más sobresalientes de la política latinoamericana del siglo xx, pero hay algo que me llama la atención: en ese extenso y exhaustivo trabajo apenas se hacen menciones esporádicas y anecdóticas a su infancia y juventud, y muy pocas también a sus orígenes.
Las últimas 60 páginas del segundo tomo reproducen una tabla cronológica de toda su biografía, en donde su infancia, juventud y familia quedan resumidas a estos cuatro episodios en apenas 10 líneas: su nacimiento el 13 de febrero de 1929 en Santiago de Veraguas; su ingreso al primer grado en la escuela Dominio del Canadá, en 1936; el inicio de sus estudios secundarios en 1942, y la beca para sus estudios militares en la Escuela Militar de El Salvador Capitán General Eduardo Barrios, en 1947.
Es verdad que Omar Torrijos nació a la vida política el 11 de octubre de 1968 con el golpe militar contra el presidente constitucional Arnulfo Arias, pero es fácil comprobar que, desde entonces y en toda su gestión gubernamental, no hizo más que interpretar, enfrentar y resolver los problemas políticos y sociales que mamó desde la cuna. Su personalidad —coherente, obsesiva, tenaz, astuta en las formas, revolucionaria en las fórmulas y en los resultados, comprometida hasta su muerte en la liberación e independencia de su patria, pero entendida como liberación e independencia de cada uno de los ciudadanos de su patria, sobre todo de los más reprimidos y oprimidos desde siempre— no se puede comprender sin el conocimiento de las circunstancias familiares y sociales en que se desarrolló su infancia.
Se sabe muy poco de sus primeros años, apenas tres o cuatro anécdotas poco importantes, pero, a cambio, sabemos bastante de sus circunstancias familiares, culturales, económicas, sociales y políticas, que formarían y serían determinantes en toda su acción de gobierno.
Su hermano mayor Moisés (Monchi), periodista profesional y diplomático accidental, hombre culto y bondadoso, ejerció también como memorialista de la familia y fue él quien me contó todos los datos, rasgos y detalles importantes de padres y hermanos, pero sobre todo de Omar, al que albergó, orientó y apadrinó en los años complicados e indefinidos de la adolescencia. Monchi es la fuente principal de este capítulo.
Por él supe también de los antecedentes españoles de su familia paterna, que conectan directamente con el general español José María Torrijos, uno de los personajes más sobresalientes del primer cuarto del siglo xix, abanderado y mártir de las causas liberales contra el absolutismo del rey Fernando VII.
Nunca vi desarrollado este parentesco en todo cuanto he leído sobre Omar Torrijos, pero doy por supuesto que su padre, el profesor José María Torrijos, que llevaba el nombre y la sangre del prócer español, habrá repetido su historia una y cien veces a sus hijos, equiparando las virtudes cívicas y militares de su tío abuelo con las de su admirado libertador Simón Bolívar, que siempre les ponía como ejemplo.
Vale la pena evocar a aquel primer Torrijos por lo que pudo tener de premonitorio para su descendiente panameño, su sobrino biznieto. También para reconocer los raros vericuetos genealógicos —y genéticos, claro— que llevaron su apellido y su personalidad desde Madrid a Santiago de Veraguas. Sus vidas fueron cortas, intensas, heroicas y, en algunos aspectos, paralelas.
El primer José María Torrijos nació en la calle Preciados de Madrid el 20 de marzo de 1791. A los 10 años fue admitido entre los pajes del rey y a los 16 recibió el despacho de capitán. A los 17 se incorporó a la guerra de la Independencia contra los franceses, que terminó con el grado de brigadier por su valor y patriotismo.
Sus profundas ideas liberales le llevaron a la cárcel en 1817 y seis años después al exilio en Francia e Inglaterra, donde se dedicó a traducir obras para editores sudamericanos y a conspirar contra el absolutismo del rey Fernando VII, al que calificaba de “falaz, inconsecuente, vario, hipócrita, desconfiado y rencoroso”.2
1 Somerset, William, 2009.
2 Sáenz de Viniegra, L., 1860.
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