Opinión

Las razones de Herrera

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En entrevista con el diario español El País, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, señala algunas de las razones por las que el gobierno mexicano, a diferencia de otras naciones, decidió no llevar a cabo un programa de apoyo a los trabajadores y las empresas durante la etapa más álgida de la crisis causada por la epidemia de COVID.

El argumento de Herrera es que, mientras que las naciones desarrolladas podían endeudarse masivamente porque pagaban tasas de interés reales en ceros o negativas, y los países más pobres veían cómo se les suspendía la deuda, México estaba en una complicada situación intermedia, con tasas de interés positivas. La decisión de no gastar más se habría debido a la previsión de no tener que pagar posteriormente el servicio de la deuda creciente.

Es cierto que, por las condiciones financieras, México no podía tener un programa de estímulos tan grande como el de Alemania o Canadá. Pero también es cierto que, países en situaciones similares, como Colombia o Costa Rica, llevaron a cabo planes mucho más ambiciosos que el mexicano. Hasta Brasil hizo más por la gente que quedó sin ingresos.

El asunto pasa porque no basta con ver la deuda en términos absolutos, sino en relación con el producto, con el PIB. Si el resultado de no endeudarse es que la economía cae mucho más, a final de cuentas la relación entre deuda y PIB empeorará. La economía mexicana cayó tanto, que hoy la deuda representa 5 puntos más del PIB que antes de la pandemia. Deber cantidades similares cuando se tiene menos dinero es más pesado.

Y pasa también con las decisiones presupuestales. Hubo algunos sectores que financiaron los escasos apoyos que hubo para la economía informal y la formal. Notablemente, ese el caso del “ahorro” obtenido con la desaparición de fideicomisos, muchos de ellos vitales para el futuro de mediano plazo del país. En cambio, se siguieron derramando grandes cantidades para el improbable rescate de Pemex y no hubo descanso en las obras insignia del gobierno de López Obrador: la más señalada y cara, la refinería de Dos Bocas. Bueno, ni siquiera hubo el aumento de presupuesto que necesitaba el sector Salud.

En otras palabras, detrás de la falta de estímulos no estuvo solamente la prudencia respecto al endeudamiento. Fue una clara definición de prioridades. Pemex y las obras insignia no se paran, aunque se pare el resto de la economía, con todas las consecuencias sociales y humanas que eso tenga.

Recordemos, además, que hay una cuestión de “principios” respecto a la deuda, de parte del presidente López Obrador (se trata en realidad de prejuicios): no quiere que se le catalogue de manirroto. Y no le gusta que intervengan “agencias imperialistas”. Recordemos cómo le molestó, hace un año, que el BID y la IP mexicana abrieran una línea de crédito por 12 mil millones de dólares, de un contrato realizado dos años antes. “Por el modito”, dijo. El “modito” era la presencia de un organismo internacional.

En la misma entrevista con El País, Herrera señala que parte de los problemas que existen entre el sector privado productivo y AMLO son “de traducción”. Haría falta una sección de “lo que quiso decir el Presidente”.

El problema es que el Presidente normalmente dice lo que quiere decir, y que el público al que se dirige en las mañaneras es distinto a sus interlocutores empresariales. Y, en el caso de la falta de apoyos durante la pandemia, López Obrador fue muy claro: no se trata de rescatar a los empresarios, que siempre se llevan la parte del león. Esa fobia, aunada al convencimiento de que no existía la capacidad para desplegar un estímulo exclusivo para los trabajadores, contribuyó a la decisión de apoyos mínimos, y a cuentagotas.

Y si uno revisa las declaraciones del todavía secretario de Hacienda a lo largo de este año medio, encontrará un optimismo constante respecto al comportamiento de la economía en medio de la crisis. Este optimismo muchas veces está ligado a la información incorrecta que ha recibido de parte de los encargados de combatir la pandemia.

A diferencia de otras naciones, que consideraron que el proceso de salida a la normalidad sería largo y sinuoso, e hicieron las previsiones correspondientes en materia económica, aquí se pensó alegremente que para el otoño del 2020 las cosas retornarían a lo de antes. Por eso se apostó a empezar a reabrir la economía desde el verano, en el pico de la primera ola. Ha pasado un año y la normalidad no llega.

El secretario de Hacienda defiende a posteriori esta apertura, que se entiende tanto en la relación de la llegada libre de personas del extranjero, como en el paso hacia menores niveles de restricción sanitaria. Y ahora pone sus cartas en la vacuna. Entiende que un ritmo rápido de vacunación es la mejor manera para que la economía se vaya recuperando más rápidamente. Es muy cierto, pero en el tema de las vacunas también se ha demostrado más optimista que realista.

Donde, desgraciadamente, Herrera es realista, es en su percepción que, al menos por ahora, el Banco de México -a cuya gubernatura está destinado- debe seguir teniendo como meta exclusiva el control de la inflación. Mientras no existan mecanismos de defensa de los ingresos reales de los trabajadores, la inflación conspirará contra ellos.

Y una de las razones por las que la inflación ha despuntado es que, como no hubo apoyos durante la pandemia, los agentes económicos que pueden hacerlo tratan de resarcirse de las pérdidas, intentando mover a su favor los precios relativos de los bienes y servicios que ofrecen. Combatir la inflación llevará a encarecer el crédito y enfriar la economía que apenas empieza a marchar. El círculo se cierra.

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