
Augusto Roa Bastos
¿Conoce usted una gran empresa constructora mexicana que haya conquistando la cima sin moches...? Le hablo del siglo XX casi entero, cuando se desarrolló la parte principal de la infraestructura y el número de políticos enriquecidos que hoy tenemos…
Me refiero a esa actividad por el alto costo de sus productos y lo jugoso de sus comisiones o mordidas, como entonces se les decía; hoy, moches… Ignoro si alguna haya sido ajena a aquellos arreglos entre constructores y altos funcionarios federales, estatales y municipales. Muchos escenarios nacionales cambiaron al construirse una carretera, una presa o alguna industria privada. Ignoro cuántos constructores tenga usted en Coparmex. ¿Conoce a alguno que haya ganado concursos sólo por su calidad y sus tarifas? Lo felicitaría gustoso…
Nuestra corrupción no inicia y termina en el sector de la construcción; se esparce por toda la actividad económica y es defendida a muerte incluso —la ajena, claro— para proteger los ingresos del corruptor y del corrompido o viceversa. Últimamente usted ha hablado de esas características humanas básicas de la corrupción y este espacio lo ha hecho en diversas ocasiones. Voy a contarle la peor:
Consecuencia de lo anterior es que no queremos coludos y rabones porque todo debe ser parejo. Si un empresario se mocha con un político, corruptor y corrompido son corruptos ambos y merecen maltrato legal equitativo…
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